En uno de los relatos de “Un verdor terrible” (Anagrama, 2020), un físico descubre que “al hablar de los átomos el lenguaje solo puede ser utilizado como poesía”; en otro, el químico que logró extraer el nitrógeno del aire, y así alterar las formas naturales de la fertilización de los suelos, teme que algún día las plantas invadan el mundo. En otro, un matemático descubre la inconcebible abstracción matemática que pone en peligro nuestra propia idea del universo y, para no volvernos (y volverse) loco, prefiere callarla.
Son algunas de las situaciones reales que Benjamín Labatut, escritor que nació en Rotterdam en 1980 y que hoy está radicado en Santiago de Chile, pone al servicio de su propia originalidad ficcional. Porque, en realidad, este libro es un extraño cruce, en el que las dosis de realidad y ficción no se contradicen.
La premisa del escritor fue rastrear en la historia de la ciencia algunos de esos monstruos que produjo el sueño de la razón, al decir de Goya. Alertar de que, en determinados casos, la ciencia puede enloquecer, enfrentarnos a un abismo o, sencillamente, destruirnos. Y en la aventura, descubre relaciones invisibles que permiten trazar una narrativa que los libros de historia no cuentan, pero que para la literatura son oro o, mejor dicho, poesía.
Su investigación lo lleva a las vidas de Fritz Haber, Alexander Grothendieck, Albert Einstein, Erwin Schrödinger, Werner Heisenberg o Niehls Bohr, entre muchos otros. Todos llegan hasta el punto ciego de su disciplina y casi todos terminan arrepintiéndose de lo que han descubierto.
¿Es “Un verdor terrible” un libro de divulgación? En algún punto sí, como aquellos documentales que ficcionalizan diálogos y situaciones incomprobables de sus protagonistas pero son fieles a los datos esenciales. Pero, aunque divulgue, este extraño y soberbio libro no tiene como fin alabar la ciencia, sino mostrar su historia oculta, sus límites éticos y su carnadura humana.