¿Existe algún límite a la hora de exprimir la cacería de referencias pop y la intertextualidad en el cine? De haberlo, “Under the Silver Lake” (2018) lo rompe, metiéndose sin pudor en el terreno de la conspiranoia en la era millennial e insinuando que cada arista de la cultura como la conocemos está conectada para otorgar una lógica existencial. En este extraño híbrido entre neo-noir y comedia negra, nada deja indiferente al espectador. Y en vista de lo lanzado por la maquinaria hollywoodense es todo un logro que destacar, ¿no?
Andrew Garfield interpreta a Sam, un treintañero algo perdido en su vida profesional y personal, pero obsesionado en enlazar mensajes ocultos de una revista de videojuegos, una película con Marilyn Monroe o la pared más corriente que exista. Claro que vivir de holgazán en Los Ángeles no es gratis y le queda poco tiempo antes de ser desalojado de su departamento.
En una de sus noches en el balcón a lo James Stewart en “La ventana indiscreta” (Rear Window, 1954), Sam se enamora de una nueva vecina llamada Sarah (Riley Keough), a quien empieza a espiar hasta declararle su amor. Sin embargo, a la mañana siguiente, ella desaparece sin dejar motivo razonable. O sí, porque Sam está convencido de que cada minúscula pista librada al azar le permite descifrar qué es lo que esconde la ciudad de las estrellas y los lunáticos personajes que la habitan.
El director y guionista David Robert Mitchell ya se había ganado los elogios de la crítica tras presentar con éxito “It Follows” (2014), una película de terror sobre una chica que es perseguida por una fuerza sobrenatural después de tener sexo. La misma incomodidad alcanzada en esa propuesta es intensificada con un estilo fresco, canchero y atractivo en “Under the Silver Lake”, abriendo varios homenajes a la historia de Hollywood, algunos mejor logrados que otros.
El director se deja llevar por aires hitchcockianos explícitos e introduce algunos guiños (tímidos, sin demasiado vuelo) a “Mulholland Drive” (2001), de David Lynch. En tanto que la banda sonora, a cargo de Disasterpeace, evoca directamente a los acordes perturbadores que supo consagrar Bernard Herrmann. El filme también huele a algo de lo ya visto en “Vicio propio” (Inherent Vice, 2014), de Paul Thomas Anderson, y, de ir más atrás, al devenir del detective Philip Marlowe en “Un adiós peligroso” (The Long Goodbye, 1973), de Robert Altman.
La tarea más difícil de la película recae en Garfield, quien pese a ser uno de los actores más versátiles y pocas veces condecorados como merece, debe vestir la piel de un joven con el que cuesta empatizar debido a su repugnante comportamiento. Por ahí se le cuela algo del “The Dude” de Jeff Bridges en “El gran Lebowski” (The Big Lebowski, 1998), pero sin repetir la misma chispa.
En la recorrida del personaje por aclarar el misterio detrás de la desaparición de Sarah, David Robert Mitchell se deja poseer por el espíritu de Martin Scorsese en “Después de hora” (After Hours, 1985), castigando al protagonista en una travesía desquiciada que incluye a un asesino de perros, fiestas bizarras en los rascacielos de Los Ángeles y hasta un refugio apocalíptico. En esta errática ruta, “Under the Silver Lake” puede no conformar a quienes buscan respuestas unívocas, teniendo en cuenta la ambición del cineasta depositada en cada pasaje onírico.
Si bien la película ofrece una realidad coherente, no es tan sólida como muchos esperarían.
Generalmente, un guion ficcional se mueve entre el extremo de la realidad (a veces como sinónimo erróneo del término “verdad”) y el extremo de la imaginación, donde lo sensorial explota a niveles impensados y adquiere formas desconocidas. La falla de David Robert Mitchell se produce al no equilibrar las dos direcciones, dejando acontecimientos a medio cerrar y más nudos que los que se encarga de desenredar en los (innecesarios) 140 minutos de duración.
Pero más allá de lo intrincado que puede resultar para algunos, hay una evidente parodia que no solo se queda en el latiguillo fácil de ir contra la injusticia de ascenso y caída en Hollywood, sino que se mete en la confusión existencial que caracteriza a la generación nacida en los 80 y 90.
En “Under the Silver Lake” hay grafitis encriptados, muñecas decoradas con códigos del asesino del Zodíaco, vinilos que se escuchan al revés, vagabundos que guardan secretos espirituales, metáforas de la masculinidad tóxica, una homicida nocturna con cabeza de búho, sectas en medio del desierto… Incluso, el director bromea con el pasado actoral de Garfield, incorporando el número 144 del cómic The Amazing Spider-Man. Justo en esas viñetas, Peter Parker cree que su exnovia Gwen Stacy está viva y se obsesiona con descubrir la verdad.
El punto máximo de conspiranoia millennial se da en una escena muy kubrickiana, donde un músico veterano le confiesa al protagonista que toda producción cultural es fabril, superficial y engañosa, tal como sucede con los hitazos de rock con los que la humanidad se ha identificado en distintas épocas.
“Under the Silver Lake”, distribuida en Estados Unidos por los amigos de A24, falló en recuperar lo invertido durante su recorrido en las salas. No obstante, después de su estreno digital, la película perduró firme en la discusión del mundillo cinéfilo. Reddit, por ejemplo, está poblado de temas y discusiones en torno a cada mención, referencia o símbolo que aparece en la película.
“¿Alguna vez te has sentido jodido en algún lugar hace mucho tiempo? ¿Estás viviendo la vida equivocada, como una mala versión de la vida que se suponía debías tener?”, se le oye decir al protagonista en una de las frases que puede tranquilamente rellenar un perfil en las redes sociales. Toda una declaración acerca de una generación de jóvenes urgida en hallar significados para evitar enfrentarse con la realidad.