Virginia no se imagina qué sería si no fuera bailando, porque la danza fue la primera que le presentó música, vestuarios y escenografía de una manera particular. Le agradece a la danza tanto cómo le intriga qué habría pasado si cuando terminó la escuela hubiese estudiado diseño de indumentaria.
Desde chica era la asesora de imagen y personal shopper de sus hermanas y amigas. Usaba borcegos cuando nadie lo hacía y eran un calzado de “uniforme de policía”. Cuando llegó el momento de decidir, en la vorágine de la juventud y habiendo pasado la mayor parte de su vida haciendo una de las cosas que más feliz la hacen, eligió continuar con su carrera de bailarina.
En ese camino descubrió formas nuevas de expresarse. Se inició en la actuación gracias al consejo e impulso de un gran amigo, el actor y director argentino Diego Rafecas. El consideraba que su rostro además de ser “muy cinematográfico”, brindaba la posibilidad de componer una gran variedad de personajes diferentes.
En esta etapa que considera sustancial en su carrera, se enfrentó al desafío de expresarse con la voz, que es algo que no estaba acostumbrada a hacer. Si bien, ante la cámara, experimentaba la naturalidad propia de alguien que creció bailando para una audiencia, salir de esa zona de confort le transformó el panorama.
A su experiencia profesional como bailarina fue sumando campañas como modelo publicitaria, participaciones en comerciales y series de televisión. Antes de dejar Buenos Aires, formó parte del staff de danza y teatro de “Club 69″ en el mítico Niceto Club de Palermo. Un espacio donde, además de baile y actuación, existe un protagonismo de vestuario que la representa.
La moda como otra posibilidad de expresión
Virginia estuvo siempre atraída por el universo de la moda como un escenario más de creación. No le gusta pensarla como un conjunto de patrones a seguir exhaustivamente sino como un medio para expresar y transformar cosas y emociones. Tanto en lo personal como en lo profesional, le gusta salirse de las formas típicas y explorar nuevas; porque le parece más divertido. Por eso, a veces, la gente no sabe si está actuando o no, si está disfrazada o no.
Se fue acercando cada vez más a la creación de vestuario y así nació @visimeaux, una mezcla de persona con personaje. Una marca personal pensada para que convivan la artista y sus obras a todos los niveles.
Para ella la estética es importante en lo personal porque hasta el más mínimo detalle puede transformar tu energía. En lo profesional, la construcción del personaje está indefectiblemente ligada al vestuario y maquillaje, sea ella artífice o no de esa parte fundamental, “hay algo que comunicar y es un compromiso”.
Lo que quiere contar con su manera particular de abordar la indumentaria es que “podés crear lo que quieras y divertirte” y eso, “te modifica la emoción”. Recicla para hacer vestuarios y armar sus outfits. Compra poco porque siente que hay mucho alrededor para transformar y reutilizar. A los accidentes como manchas o algo roto, los “archiva” con soluciones poco convencionales. Usa plásticos, telas y hasta juguetes de su hija para intervenir las prendas. Le gusta incluir algo extraño, que resalte y saque de contexto.
Siempre tiene a la vista tijeras, telas y todo tipo de materiales para retocar lo que ya existe o crear algo nuevo, sea para la vida cotidiana como para un número artístico. Por eso cuando se encuentra en un evento vistiendo una prenda intervenida, ya sea siendo más persona que personaje o más personaje que persona, la gente se queda observándola de la misma manera.
Como performer se encarga de todo. Elige espacios, momentos y artistas con los que interactuar. La inspira la música, la danza, la arquitectura, las artes plásticas, lo surrealista y el ensueño. Cada vez que va a ser parte de una intervención, una coreografía o un vestuario; se retrotrae a una canción que la interpeló, unas palabras que le dijo alguien y a referencias visuales de todo tipo y significantes para ella. Crea desde lo que tiene porque es una forma de “revivir cosas”. A cada proyecto se aventura con el cuerpo y con la mente, por eso verla en acción es apreciar una obra de arte viviente y genuina.
Virginia tiene una belleza particular y representativa de su descendencia rumana. Le agradece a su familia por brindarle la posibilidad de expresarse con libertad desde que le cortaba o pintaba el pelo y la ropa a las muñecas jugando. Creció en escenarios y siendo observada, por eso intenta entrar en los espacios donde más visible pueda estar. Si no existe ese lugar, observa qué hay a su alrededor y lo crea. Y si no hay nada potencial, es su propio altar. Encuentra en todas las formas de arte que experimenta un universo paralelo a partir del cual se redescubre y conecta consigo misma. Se autodefine como atemporal y soñadora, intentando siempre ser intérprete de sí misma en su mejor versión.