Tras exhaustivos análisis, el proyecto que propone la implementación de la Indicación Geográfica (IG) para el aceite de oliva virgen extra del oasis norte de Mendoza, podría tener la aprobación antes de fin de año. Ese sello generaría ventajas para los elaboradores, como poder resaltar la calidad de sus productos y reintegros especiales en exportaciones.
El Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación define que las IG y Denominaciones de Origen son herramientas que permiten diferenciar y hacer distinguible la calidad de un producto relacionada con su origen geográfico. Tienden a promover el desarrollo rural y otorgan protección legal al nombre, al producto y al grupo interesado.
Un punto clave es que las IG no se crean, sino que se reconocen, y para ello hay que hacer varios estudios que demuestren esa diferenciación desde hace tiempo. Algunos ejemplos de productos reconocidos con IG son el cordero patagónico, los alcauciles platenses y el salame típico de Colonia Caroya.
En el caso del aceite de oliva del norte de Mendoza, varias empresas, entidades y el gobierno trabajan desde 2018 para lograr este reconocimiento por parte de la Nación. Luis Armando Mansur, presidente de la Asociación Olivícola de Mendoza (Asolmen) explicó que esta diferenciación del aceite de oliva local (características específicas físico químicas y sensoriales), se basan en criterios geográficos, culturales e históricos.
“Queremos identificar nuestros aceites mediante un sello de calidad para darles valor agregado. La IG otorga al consumidor la seguridad de que compra un producto con trazabilidad de origen, que se obtuvo cumpliendo un protocolo en toda la cadena agrícola e industrial, establecida para esta IG”, afirmó el presidente de Asolmen.
Para demostrar esta caracterización, se ha trabajado con instituciones como el Instituto de Desarrollo Rural (IDR), la UNCuyo, el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), el Instituto de Tecnología Agropecuaria (INTA) y, recientemente, el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), que puso a disposición sus laboratorios.
Una vez obtenida la IG, se formará un consejo integrado por agricultores e industriales de aceite de oliva de la región para determinar normas y reglamentos para dar marco legal a la certificación. En otras palabras, no todo el aceite que se elabore en el norte de Mendoza tendrá el sello. Para obtenerlo, deberá cumplir con las normas de este consejo. Esto dará pie para comenzar a trabajar en la caracterización de los aceites y aceitunas del oasis sur de Mendoza.
El coordinador técnico del Instituto de Desarrollo Rural (IDR), Alfredo Baroni, aclaró que no debe confundirse la IG con Denominación de Origen Controlada (DOC), ya que son conceptos similares pero distintos a nivel legal. En Argentina, ningún aceite tiene una certificación así, mientras que la Unión Europea tiene más de 120 Denominaciones de Origen e IG sólo para el aceite de oliva.
El proceso para lograrlo es “muy difícil”, según afirmó Baroni, porque la diferencia tiene que ser reconocible para productores y consumidores. Esto implica no sólo análisis en laboratorios, sino también encuestas y catas a ciega. Actualmente, se trabaja en el proceso de carga de formularios y esperan a fines de setiembre pasar a una instancia evaluadora del Ministerio de Agricultura. Si todo marcha bien, antes de fin de año podría estar vigente la nueva IG.
Un valor para el exterior
Mario Bustos Carra, gerente de Asolmen y miembro de la comisión directiva de la Federación Olivícola Argentina (FOA), destacó el trabajo en conjunto de asociaciones públicas y privadas y aclaró que con la certificación de IG se busca dar una diferenciación al aceite mendocino (“no significa que sea mejor ni peor, sino distinto”), lo que sería un sello de calidad que puede ayudar a poner en valor al producto.
Si bien el aceite mendocino tiene buena fama a nivel internacional, desde el sector son conscientes de que, con el rebote de la economía mundial y la necesidad de aumentar exportaciones, muchos países van a salir a competir con fuerza por los mercados internacionales.
En ese sentido, creen que todo lo que ayude a mejorar la trazabilidad, desarrollo y conocimiento para el consumidor, va a servir para apoyar al producto.
Bustos Carra recordó además la falta de previsibilidad de la economía argentina para pensar en negocios exportadores a largo plazo, y espera que las autoridades nacionales puedan trazar un plan económico claro para saber mejor hacia dónde apuntar. “Mientras eso ocurra, hay que usar todas las armas posibles para lograr esa mejora en la competitividad que podamos tener en nuestra producción”, afirmó el referente olivícola.
Otro dato clave es que, a partir del Decreto Nº 1341/16, el gobierno argentino otorga un reintegro adicional del 0,5% en las exportaciones a todos aquellos productos que sean orgánicos, tengan el sello “Alimentos argentinos, una elección natural”, o cuenten con una Denominación de Origen o Indicación Geográfica.
Para Alfredo Baroni ese beneficio puede ser un puntapié para otras zonas de aceite del país con características diferenciadas, como el sur provincial u otras provincias (vale aclarar que eso requiere iniciar un nuevo proceso, no se extiende la declaración anterior). Con el antecedente del aceite de oliva virgen extra, también se podría iniciar el mismo proceso con las aceitunas locales.
Mirada empresarial
Como empresario olivícola y actual presidente de la Federación Económica de Mendoza (FEM), Alfredo Cecchi cree que lograr la IG sería una gran noticia para el sector, ya que podría ayudar a “sostener un perfil con mayor valor agregado”. Desde la parte de producción de la FEM han apoyado el proceso liderado por Asolmen y el IDR, en un trabajo que ya lleva su tiempo.
Cecchi considera que en la región se hacen “aceites sobresalientes de gran calidad”, sobre todo por la mayor presencia de ácidos oleicos, y que por eso es importante remarcar la calidad diferenciada de Mendoza. De todos modos, recordó que la olivicultura necesita de grandes cambios para poder frenar la caída en el número de hectáreas de olivos.
Por otro lado, Gabriel Guardia, gerente de Laur, indicó que después de los análisis en laboratorios se sumaron varias compañías del sector y no observa “palos en la rueda” para lograr la IG.
“Hacer esto no es fácil. Ha demandado un largo tiempo de estudio y aprendizaje. Ahora estamos un poco más cerca de lograrlo, porque están todos los relevamientos necesarios”, comentó Guardia.
En su mirada, la certificación puede generar en un futuro cercano un valor diferencial para el productor, aprovechando una calidad que ya está reconocida, pero aún no certificada.
El gerente de Laur consideró que tienen mercados muy fieles “a pesar de la economía argentina y la inflación”, con compradores que valoran los productos mendocinos.
Los mercados serios buscan cada vez más certificaciones y esto podría ayudar. “Argentina es un país caro para vender al resto del mundo. Tener una IG podría ser un valor agregado para el producto y las exportaciones. Nos ayudaría también a proteger nuestra olivicultura”, cerró.
Análisis y estudios de la producción local
Elena Verónica Araniti es investigadora y dirige un proyecto de evaluación de la calidad diferencial del aceite de oliva virgen obtenido en la provincia de Mendoza, realizado con vistas a registrar una Indicación Geográfica. Codirigido por Mónica Mirábile, se trata de un proyecto financiado por la Secretaría de Investigación, Internacionales y Postgrado de la UNCuyo, con el apoyo del IDR, Asolmen y otras entidades.
“Una solicitud de IG requiere de sustentación. Planteamos esta investigación para apoyar esta inquietud del sector. La idea es poner en valor los aceites de oliva virgen de Mendoza, detallando características físico químicas y sensoriales”, comentó Araniti. Más allá de las características propias del suelo y del clima diferentes a otras provincias, las variedades también son distintas: se estima que un 30 % de la superficie local de olivos es de la variedad Arbequina y un 20% de Arauco.
Esas variedades, junto con otras minoritarias, hacen que el aceite elaborado en Mendoza tenga determinadas características. “Por ejemplo, los cortes o blends con Arauco tienen mayor porcentaje de ácido oleico, cercano al 70%, un muy buen valor”, afirmó Araniti. Por otro lado, hay una buena cantidad de compuestos fenólicos que, como son antioxidantes, aumentan la vida útil del aceite y son beneficiosos para la salud humana.
Los estudios requieren de una trazabilidad de las muestras y saber de qué variedad procede: si es un aceite varietal o un blend de variedades. Por eso, se trabaja con la fábrica de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNCuyo, que elabora aceite de oliva con aceitunas propias y de terceros. “La idea es seguir trabajando y tomando muestras. Estos estudios requieren de muchas temporadas de trabajo”, comentó Araniti.
En la UNCuyo existe el laboratorio sensorial “Panel de Cata de Aceite de Oliva”, el único de la provincia reconocido por el Consejo Oleícola Internacional (COI), y planean dar talleres de cata en octubre y noviembre.
Mónica Bauzá, ingeniera agrónoma especialista en aceite de oliva, también apoya el trabajo para declarar la Indicación Geográdica para el aceite de oliva.
“Será una ayuda para el elaborador y para el conocimiento de los compradores. Hay un consumidor emergente que está conociendo el aceite de oliva virgen. Antes no se hablaba de aceites varietales y ahora sí, se venden blends más o menos intensos y el consumidor va conociendo más. Un producto con una IG da mayor confianza, porque implica que es un producto de calidad con una trazabilidad y características propias”, reflexionó Bauzá.