Éste es un año especial para Luigi Bosca - Familia Arizu. La tradicional bodega de Luján de Cuyo cumple 120 años de historia y en ese marco ha encarado este 2021 con algunas decisiones importantes, como el reciente lanzamiento de “De Sangre”, una línea de siete vinos que juega entre la tradición y la pureza de su filosofía de trabajo.
Pero eso no es lo único. Alberto Arizu, CEO de Luigi Bosca - Familia Arizu y la cuarta generación al frente de la bodega, habló con Los Andes de la importante decisión que encaró la compañía de transformar todos sus viñedos a orgánicos. Además, sus nuevos vinos, el mercado, las exportaciones y otros temas clave.
- ¿Qué implica el cambio a viñedos orgánicos?
- Estamos haciendo un trabajo muy fuerte sobre los viñedos. Creemos que vamos a tener certificación en dos años, pero el proyecto es que dentro de cinco temporadas todos nuestros viñedos puedan ser orgánicos. Esto, además de una gran inversión, es una manera distinta de trabajar, no sólo en recursos técnicos, sino también en recursos humanos. Hay que preparar a la gente, porque se requieren otras habilidades para trabajar con un viñedo orgánico.
Antes de fin de año vamos a lanzar nuestros primeros vinos con estas características. Es otra categoría, es un nicho muy respetable y queremos generar productos que respondan a esa demanda.
Se trata de un proyecto que va mucho más allá de la certificación orgánica. Es generar recursos de manera completamente sustentable. Es lo más importante de lo que estamos haciendo.
- ¿Qué significa De Sangre para Luigi Bosca?
- Tiene que ver con este espíritu pionero que tenían mis antepasados que llegaron a Mendoza. Uno mira el pasado, toma experiencia, genera un aprendizaje y proyecta hacia el futuro. Es un nuevo hito en la historia de Luigi Bosca y refleja un poco un cambio generacional. Estoy muy contento y ha sido uno de los proyectos más importantes, con un nivel de involucramiento de toda la compañía, no sólo desde el punto enológico.
- ¿Qué lugar ocupa De Sangre en el portfolio de Luigi Bosca?
- Nosotros dividimos la producción en tres niveles. Esta línea se ubica por encima de nuestro clásico Luigi Bosca y por debajo de aquellos vinos de colección que se encuentran en la cima de nuestra pirámide. Por encima de eso estamos preparando un nuevo vino que será la frutilla de la celebración de estos 120 años, que esperamos tener para fines de este año.
En De Sangre, por un lado, tenemos vinos que expresan muy bien el terroir y, por otro, vinos que están llamados a generar una nueva clase de productos, que nacen del equilibrio de distintas regiones bien diversas.
- ¿Con el cabernet sauvignon De Sangre siente que lograron la clase mundial que venía buscando en el segmento?
- El primer varietal que produjo Luigi Bosca fue el cabernet sauvignon. Uno de nuestros viñedos más antiguos, que es El Paraíso, fue plantado en 1925 con ese varietal. Nuestro patrimonio genético es muy importante. Ése fue el impulso que nos llevó a trabajar en un cabernet sauvignon ‘world class’ para competir en los principales mercados del mundo, donde este varietal tiene una participación de casi el 20%, contra un 3% del malbec. Hemos logrado un vino que sin duda se va a destacar a nivel mundial por todas las características que tiene De Sangre. Poder tenerlo nos permite ir a competir a las ligas mayores.
Por eso lo hemos destacado de manera especial, pero sin dejar de lado el malbec y las tres expresiones distintas que se pueden apreciar en la línea. Sin dudas Luigi Bosca está asociada a estas dos variedades: el malbec y el cabernet sauvignon.
- En estos primeros meses del año cayó el consumo en el mercado interno. ¿Cómo impactó esto en Luigi Bosca?
- En este comienzo de temporada estamos bien y prevemos un buen año. Creo que tiene que ver con que estamos en un lugar de la cadena del vino que no sufre una caída de consumo, como sí pasa en los segmentos más bajos, donde el consumidor tiene sustitutos en otras bebidas.
- ¿Cómo definiría hoy la competitividad de los vinos argentinos en el mundo?
- Siempre defino la competitividad en términos de calidad y precio. Argentina tiene una competitividad extraordinaria en términos de calidad. Cuando uno analiza la situación del negocio, es ahí cuando comienzan a aparecer los problemas. El atraso cambiario genera grandes dificultades y el país viene transitando desde hace varios años el problema de cómo hacer sustentable el negocio, algo que requiere pensar a largo plazo. En un país con tan alto nivel de inflación es muy difícil (ser competitivos) y salimos a vender en el exterior en desventaja.
Las empresas que contamos con una experiencia y un recorrido, hemos logrado tener un mercado interno que nos da fuerza y hemos podido consolidar las marcas en el mercado externo, lo que nos da cierta ventaja. Pero eso no significa que el sector esté pasando un gran momento.
Se hace un gran esfuerzo por mantener los precios internacionales. Así alternamos años de perder dinero y otros de ganar, siempre pensando en el largo plazo y que el ciclo te pueda beneficiar en algún momento.
- ¿Cómo piensa que serán las exportaciones para el vino argentino este año?
- En nuestro caso particular, la pandemia nos obligó a hacer muchos cambios en la primera parte de 2020. Teníamos una construcción internacional basada en muchos países en la fortaleza de canales “on premise”. Por el impacto en ese sector, tuvimos que adaptarnos en nuestras estructuras y hoy estamos viendo resultados. Hemos arrancado el año con crecimientos importantes, pero comparado con un año en el que el impacto inicial de la pandemia fue muy importante. Esperamos un 2021 bastante mejor.
A nivel general, venimos de diez años en los que la Argentina no ha crecido en la exportación de vinos fraccionados. Debe ser de una de las pocas categorías del mundo con un período tan grande sin crecimiento.
- ¿Cómo ve a Luigi Bosca en la próxima década?
- Sin dudas, nos vemos compitiendo en las primeras ligas mundiales. Tenemos esa aspiración de no sólo poner el nombre de Luigi Bosca, sino, de alguna manera, la bandera de Argentina y la de Mendoza, sobre todo. Nuestra visión fue siempre preservar ese carácter mendocino para construir una marca de élite mundial.
Obviamente, estamos analizando el negocio, las nuevas oportunidades de mercado, donde tenemos que hacer foco.
PERFIL
Alberto Arizu (53) es la cuarta generación de su familia al frente de Luigi Bosca. Casado desde hace casi treinta años y con cinco hijos -todos con un gran cariño por la bodega, aunque todavía no se han involucrado en el negocio-.
Se graduó de Administración de Empresas en la UNCuyo y continuó formándose en Buenos Aires y California, algo que le permitió, en 1992, estar muy cerca del boom de la región y aprender de grandes referentes como Robert Mondavi.
A fines de ese año, al regresar de Estados Unidos, se sumó a la bodega. En sus inicios ocupó puestos en el departamento financiero y luego llegó al área comercial, donde encontró su espacio y desde donde en 1994 impulsó las exportaciones, hoy una de las fortalezas del negocio.