A partir de una encuesta (virtual), realizada a productores de alfalfa de los distintos oasis productivos en 2021, se caracteriza la coyuntura productiva de la forrajera más importante de la provincia. La información disponible en el Censo Nacional Agropecuario del 2018, indica un total de 13.150 hectáreas de alfalfa distribuidas en 858 unidades productivas, lo que resulta en un promedio de 15 hectáreas por explotación. Esta misma conclusión se obtuvo como resultado de la encuesta donde la gran mayoría de los participantes expresó tener un promedio de hectáreas que coincide con el valor del Censo.
Otra de las respuestas que nos arrojó la encuesta fue que prevalece la producción de heno de alfalfa en formato de rollos y le sigue la de fardos. Ésta, tendiendo a la baja por la falta de mano de obra a la hora del movimiento de los mismos. En cualquiera de los dos formatos, la venta al público sigue siendo la opción que maneja más de la mitad de los productores.
Dentro de la parte comercial, se pudo observar que la forma más común de despacho es la venta por bulto, siendo ésta la más “injusta” para el comprador ya que generalmente se desconoce el peso del “envase” (rollo o fardo) y el mismo puede variar por tamaño, porcentaje de humedad y grado de compactación que se logra con la maquinaria. Esto, sin adentrarse en valores objetivos de calidad de heno que son: porcentaje de proteína bruta, fibra, lignina y cenizas. No olvidemos que las dietas para rumiantes y equinos se basan en la identificación y cuantificación de los valores mencionados para hacer más eficientes sus necesidades nutricionales.
No tenemos que dejar de mencionar otro de los destinos importantes dentro de los usos de alfalfa en la provincia, que son la producción de semilla (ha sumado muchas hectáreas en el Este mendocino) y el pastoreo directo, este último relacionado a la recría de ganado bovino, principalmente en departamentos del Sur provincial y Valle de Uco.
Revisando lo referido a la maquinaria para esta producción, nos encontramos con que la mayoría de los productores poseen herramientas propias para llevar a cabo las tareas de segado, rastrillado y empaquetado y, en el caso de no poseerla, el “arreglo” con el contratista sigue siendo del 50%, valor que se ha mantenido a lo largo de los años. Es importante destacar que el tipo de maquinaria observada corresponde, en gran medida, a herramientas lo suficientemente específicas. En general se cuenta con segadoras con pequeñas “cuchillas”, muy eficientes para la correcta tarea de cortar las plantas sin producir grandes daños en los tejidos de éstas. De igual manera, rastrillos de soles y enfardadoras con atador de alambre siguen teniendo gran presencia. Hasta el momento, ninguna explotación de la provincia contaría con una megaenfardadora.
Poniendo el foco en el contexto propiamente agronómico, nos encontramos con que casi la mitad de los productores realiza la siembra de sus alfalfares de manera manual (al voleo), resultado que es razonable habiendo conocido el tamaño promedio de las unidades productivas. Dentro de esta metodología de siembra, los productores se inclinan por utilizar entre 15 y 20 kilogramos de semilla por hectárea y la variedad “Monarca” es la más elegida.
Sin fertilización
Un dato importante de rescatar es que gran proporción de los encuestados deciden no fertilizar el suelo previo a la siembra y que, en algunos casos, deciden realizarlo luego con el cultivo ya establecido. Hablando de época de siembra, los resultados de la encuesta nos dicen que la mayoría realiza esta tarea en el otoño y que los que lo hacen en primavera sólo es por la oportunidad de disponibilidad de agua para riego.
Caso sabido, y conociendo las características eco climáticas de cada oasis productivo, observamos cómo varían los aprovechamientos (cortes) de los alfalfares, siendo estos más provechosos en zonas como el Norte y el Este donde se logran en promedio seis o siete cortes por año. En el Sur provincial, se obtienen cinco a seis cortes y ambientes un poco más rigurosos como los del Valle de Uco donde se realizan en promedio cuatro a cinco cortes por temporada.
En relación al uso del recurso hídrico para llevar a cabo este tipo de producción, nos encontramos con un bajo grado de tecnificación en sistemas de riego, siendo el riego por gravedad (turno o pozo) el más difundido. No menos importante para destacar es que se conoce fehacientemente la escasez hídrica por la que atraviesa la provincia tanto en agua de escurrimiento como también en la recarga de sus acuíferos. Dicho esto, se debería apuntalar la producción de forraje en sistemas de riego de alta eficiencia y un mercado acorde que permita competir con el costo de oportunidad de otras explotaciones que “pagan” más por el uso de la tierra.
Sabiendo la gran demanda mundial que existe para heno y otros productos con base en alfalfa, nos queda pendiente tecnificar gran parte de la matriz productiva de este forraje. Los consumidores extranjeros exigen heno de calidad y, para enfocarnos en esto, deberíamos lograr escalas productivas para justificar la inversión en maquinaria acorde, sistemas de riego eficientes, fertilización y genética vegetal moderna. Siempre se dijo que el Oeste argentino tenía las condiciones climáticas propicias para lograr heno de calidad. Aún queda un resto de camino para alcanzar esa base y lograr sustentabilidad en el negocio.
*El autor de la nota es Ingeniero agrónomo y Miembro de la Cátedra de Agricultura Especial FCA, UNCuyo