La Dirección Nacional de Lechería informó que en julio los tambos produjeron 965,4 millones de litros, lo que significa un crecimiento del 5% con respecto a junio y del 8% en relación al mismo mes del año pasado.
De esta manera, el ordeñe acumulado desde principios de año trepó un 9%, lo que permite inferir que el 2020 cerraría con un crecimiento de alrededor del 7,5%, según expertos del sector.
La mala noticia para los tamberos es que el mes pasado el precio pagado en tranquera por la leche cruda permaneció estancado, lo que complica la ecuación económica y financiera del negocio.
De acuerdo con las estadísticas oficiales, en promedio las usinas lácteas les abonaron 18,33 pesos: significa una variación de apenas 0,4% respecto a junio y de solo 20% en términos interanuales, cifras que no alcanzan para cubrir siquiera la mitad de la inflación acumulada.
Del mismo modo, este precio significa unos 24 centavos de dólar, una cotización que está lejos del punto de equilibrio para los establecimientos lecheros: la cuenta que hacen en la cadena es que necesitan 30 centavos de dólar para que la actividad, al menos, no deje pérdidas.
El problema en este contexto es que la mayor oferta de leche se encuentra con un mercado interno que está consumiendo menos como consecuencia de la pandemia de Covid-19 y la cuarentena, y con un mercado exterior desanimado debido a que los precios internacionales de la leche en polvo (principal producto de exportación) volvieron a caer en la subasta quincenal de Fonterra y en el mercado de futuros de Nueva Zelanda.