Con una alta demanda en el mercado internacional, la cereza se consolida como un negocio atractivo que este año apunta a mejorar su producción. Los cultivos aún deben atravesar los meses de heladas tardías, pero se estima que el volumen de cosecha podría crecer un 15%, con casi 600 toneladas más que la temporada pasada.
“Dentro de la fruticultura, la cereza en fresco es uno de los pocos sectores que puede crecer en el corto y mediano plazo y, con planificación, mucho más a largo plazo”, sostiene Diego Aguilar, presidente de la Cámara de Cereza de Mendoza. Con la demanda insatisfecha de los principales países consumidores del hemisferio norte, como China, Argentina busca diferenciarse de Chile (principal competidor) ofreciendo una fruta temprana y de excelente calidad.
Esta temporada entrarán en producción montes que fueron implantados hace cuatro o cinco años y otros alcanzarán la plena producción luego de ocho años de vida, incrementando el volumen de la provincia en un 15%. Mendoza tiene unas 700 hectáreas implantadas que en 2020 dieron entre 4.000 y 4.500 toneladas. Cerca de 1.500 t fueron a industria (básicamente, marraschino) y 3.000 t a consumo en fresco (parte de eso se exportó).
Carolina Johnson, ingeniera agrónoma que trabaja en cerezas, afirma que Mendoza tiene “una situación privilegiada” para la producción de este cultivo por la gran amplitud térmica, las horas de frío, la altitud y la radiación solar. Estos factores le permiten tener primicias de cereza, es decir, cosechar una misma variedad antes que se dé en otras provincias o en Chile.
“Si bien en la Patagonia aumentó la superficie y producción, con grandes capitales de inversión, sus frutas entran más tarde al mercado. Tenemos que aprovechar que nuestras cerezas salen más temprano”, afirma Johnson. La ingeniera observa que en los últimos años se detuvo la caída en la superficie de cerezas de Mendoza y poco a poco hay nuevas hectáreas con variedades más competitivas a nivel comercial.
Aguilar detalla que la floración pareciera iniciar una semana antes de lo previsto en la zona de Maipú y Luján, pero viene normal en la zona Este y Valle de Uco. “El riesgo de heladas se hace presente en esta época del año, cuando una temperatura de -3° C puede ocasionar daños superiores al 30% e inclusive superiores, si el estado fenológico de las plantas se encuentra en plena flor o fruto cuajado”, explica.
Expectativas y preocupaciones
Las miradas de los productores son muy variadas. Juan Martínez, tesorero de la Unión Frutihortícola Argentina (Ufha) y productor mediano de cereza, cree que es importante moderar las expectativas, debido al faltante de agua por la actual sequía. Además, recomendó esperar a conocer si habrá mano de obra disponible para la cosecha, que no se mecaniza por la fragilidad del fruto.
“Con el clima seco estamos más expuestos a que venga una helada y nos arruine todo. No podés hacer mucho. Hay que esperar a que pasen 25 días para tener una idea mejor acabada”, analiza Martínez. Otra dificultad, señala, es que las invasiones de catas generan grandes pérdidas en el cultivo. En cuanto a la floración, aseguró que “viene bien, está en tiempo y forma, hubo horas de frío para que sea una buena cosecha”.
También compartió su opinión Santiago Oliva, un productor de seis hectáreas de cereza pensadas para exportación, con certificaciones de buenas prácticas agrícolas, represa propia y riego por goteo. “Tratamos de apuntar a la calidad. Es nuestra carta fundamental para competir en el mercado internacional. Ojalá haya políticas internas del país que nos ayuden en esta competencia”, indicó. Su preocupación es también la posibilidad de heladas antes de la cosecha.
En cuanto a la sequía, Oliva explica que con su represa trata de regular y dar el agua necesaria, proyectando a futuro: “No hemos tenido nevadas fuertes. Eso nos va a afectar, sobre todo después de la cosecha, que se requiere una importante cantidad de agua”. Este productor de Las Compuertas aclara que mantener una hectárea de cereza cuesta hasta el triple de una de viña.
Para Ángel Piluti, productor chico de Maipú (rodeado de barrios), un tema central es la inseguridad: “Hay gravísimos problemas de robo. No es que entra una persona. Entran en grupos de 5 a 20 y se pueden llevar de 100 a 200 kg. Después lo venden en mercados chicos o en la calle con bolsitas. Este año estoy haciendo nuevos cierres y poniendo vigilancia. Si con eso no funciona, tendré que ver si me desprendo de la cereza”.
Además, Piluti cuenta con ciruelos y olivos. La ventaja que destaca de la cereza es que está menos expuesta a factores climáticos como las tormentas: “Con los olivos me paso todas las tormentas del verano restando, no hay tormenta que no se coma algo. En la cereza, es raro que te llegue alguna tormenta”.
Por su parte, el productor Pablo Manitta se mostró preocupado porque el invierno cálido podría adelantar la floración: “Mi preocupación es más climática, hay riesgo de heladas tardías. Además, hay falta de nieve. En mi caso riego con surco, entonces dependo mucho del turno, no tengo un pozo del cual bombear”.
Manitta disminuyó su superficie porque, al ser un productor chico, le cuesta encontrar plantas para recambio en los viveros, que trabajan a escala mayor. Su idea es tener variedades para el mercado chino y también para la venta local: “No se puede descuidar el mercado interno. Para mí es comprador todos los años. Uno trata de arrimarse a ambas opciones”.
Las ventajas de Mendoza
Al poner la lupa sobre esta fruta, la ingeniera agrónoma, Carolina Johnson, explicó que la variedad tradicional en la provincia es la Bing, que requiere muchas horas de frío y es cultivada principalmente en el Valle de Uco. La tendencia es buscar variedades que con buena resistencia al transporte, un buen comportamiento de poscosecha y alcancen un mayor calibre, algo que va de la mano con el tipo de variedad, la nutrición y el manejo del cultivo.
“Para un monte destinado a exportación, hay que dedicar esfuerzo a las tareas de poda, raleo, a la nutrición de la planta y a su cosecha, ya que es muy delicada”, afirmó Johnson. Es clave disponer de agua en momentos críticos, como el crecimiento del fruto y cuando se forman las yemas del año siguiente. “En nuestras fincas, contamos con un reservorio propio y agua de pozo, además de utilizar un sistema de riego por goteo que nos permite hacer un uso más eficiente” agregó.
Como la planta florece a fines de agosto y se cosecha entre noviembre y diciembre, está poco expuesta a plagas. “Es un cultivo con muy pocas intervenciones de agroquímicos. Quizás con una aplicación en invierno para cochinillas o algún fungicida basta, mientras que para un cultivo de pera, que enfrenta Carpocapsa y otras plagas, hay que hacer hasta ocho curaciones”, detalló.
Un fondo para la investigación
En los últimos meses, la Cámara de Cereza de Mendoza planteó la generación de un Fondo para la Investigación y Desarrollo de la Cereza (Fidec) de modo de avanzar en aspectos como trabajos de investigación, nuevas tecnologías e importación de material genético de calidad certificada. A través de una ley, generarían un sistema de recaudación para sostener actividades y concretar algunas de esas medidas.
“La articulación público-privada ha sido una constante en nuestra Cámara. Desde hace años tenemos firmados convenios de cooperación con el IDR y el Iscamen. No obstante, la falta de financiamiento de estas organizaciones nos ha privado de la posibilidad de contar con información importante para nuestro sector”, planteó Diego Aguilar.
El presidente de la Cámara aclaró que hoy el proyecto tiene media sanción en Diputados. Esperan conseguir la aprobación en el Senado y la promulgación del Ejecutivo para organizar el comité que dispondrá de ese fondo, que será administrado y ejecutado por las mismas empresas socias en la Cámara.
El fondo también prevé la posibilidad de recibir aportes de organismos nacionales e internacionales que se interesen en la actividad, ya sean públicos o privados.