El 30 de mayo de 2020, Los Andes publicaba un artículo de opinión de Claudio Galmarini, director del Centro Regional Mendoza-San Juan INTA, con el título “Crisis hídrica: tan urgente y más duradera que la pandemia”. El planteo era que la compleja situación planteada por el coronavirus, si bien muy grave, se esperaba que fuera temporal, hasta que aparecieran tratamientos o vacunas, mientras que la escasez de agua se mantendrá “por muchas décadas y requiere una acción urgente”.
Transcurridos más de dos años desde esa publicación, el panorama se ha confirmado. Mientras que el Covid dejó de ser considerado una pandemia, el Departamento General de Irrigación informó la semana pasada que el caudal de todos los ríos en Mendoza está entre el 40% y el 52% de la media histórica.
Galmarini señala que esta situación no es coyuntural para 2022/2023, sino que se va a mantener o agudizar en los próximos años. En esta línea, comenta que las previsiones que realizan quienes trabajan en cambio climático en el Ianigla (Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales), no son muy buenas para la década que viene. El pronóstico más optimista indica que la situación se mantendrá como ahora, mientras que el más pesimista se asocia a menos nevadas invernales en la cordillera y, con ello, una escasez hídrica agravada.
-Ya hace más de una década que los caudales están por debajo de la media histórica…
-La crisis hídrica con caudales mínimos históricos y con perspectiva de no mejorar en los próximos años, agravada por una distribución ineficiente y una productividad del agua sub-óptima a nivel de finca, hacen que la instalación de sistemas de riego eficientes sea una prioridad para dar sostenibilidad a los sistemas productivos. Se requiere una inversión importante en obras en los sistemas de conducción, no solo de agua para riego, sino también para uso domiciliario e industrial.
Es una situación que no afecta sólo a Mendoza, sino a toda la región andina. San Juan está en problemas serios desde hace un par de años y el pasado fue muy crítico. Y en Mendoza, este año vamos a tener falta de agua en todas las cuencas.
-¿Qué consecuencias podría tener la menor disponibilidad de agua para riego?
-En Mendoza, la superficie irrigada es de unas 350.000 hectáreas que, si bien sólo representan 3,4% de la superficie total, concentran 91% de la actividad económica y humana. El 89% del agua es requerida por el sector agrícola. Sin duda, una menor disponibilidad hará que se destine más al uso humano, especialmente en el Gran Mendoza, lo que, sumado a los menores caudales, afectará a la producción.
En lo referido a los cultivos, las situaciones son variadas. Por ejemplo, la mayoría de los hortícolas requieren riegos frecuentes, porque la exploración radicular que tienen es bastante superficial. Entonces, si Irrigación debe disminuir la frecuencia de entrega de agua, aquellos horticultores que no tienen perforaciones o reservorios tendrán muchas dificultades.
Para dar un ejemplo, en el cultivo de tomate para industria hay un período, que coincide con la floración, en el que no puede faltar el agua porque cualquier déficit en ese momento afecta la futura producción de frutos. Manejar estas situaciones en la distribución de cada inspección de riego no es fácil.
Los frutales también tienen sus períodos críticos, en los que no puede faltar el agua, y otros donde uno puede disminuir la lámina de riego sin afectar mucho la producción. El agua es el principal determinante del rendimiento en nuestra agricultura, y todo el manejo de los cultivos se asocia a una buena disponibilidad de este recurso.
Eso a corto plazo. Y en el largo, en el INTA tenemos planes tecnológicos y de investigación para tratar de desarrollar variedades, portainjertos, que requieran de menos agua sin disminuir la calidad ni el rendimiento, con los que ya hemos alcanzado algunos resultados.
-¿Es de esperar que en 10 años haya una modificación del panorama productivo, de las zonas, las variedades?
-Un ejemplo es lo que ocurre en el sur de Buenos Aires, la zona más importante de producción de cebolla en el país, que es irrigada por el río Colorado. Como este río se nutre de agua que viene del oeste argentino, también han disminuido los caudales, a lo cual se han sumado problemas de salinización. Por eso, algunos productores se han trasladado de esa zona, al valle medio y valle inferior de Río Negro. ¿Qué quiero decir con esto? Que también hay consecuencias en el desarrollo de zonas y de cultivos. El traslado es más fácil de hacer con cultivos anuales, pero es impensado en el corto plazo para los perennes, como la vid y los frutales.
-En estos últimos años, ¿se ha avanzado en hacer un uso más eficiente de agua para riego?
-En nuestra región han ido creciendo las inversiones en riego presurizado, ya sea por goteo o por aspersión, sobre todo en aquellas propiedades que usan agua subterránea. Sin duda, este es el camino a seguir. Sin embargo, hay que tener presente el costo de la energía eléctrica, porque el valor de la electricidad para el bombeo hace que deba analizarse muy bien la ecuación para establecer riego por goteo.
Es necesario evaluar alternativas, como el uso de energías renovables (un ejemplo es la fotovoltaica). Una de las razones es el costo de la energía eléctrica, que también hay que tener en cuenta cuando se habla del recurso hídrico, porque el valor de la electricidad para el bombeo hace que cierre muy bien la ecuación para establecer riego por goteo.
En el caso de los agricultores que tiene derecho de riego, depende mucho del tamaño de la propiedad. En las que son más grandes, es más fácil destinar un sector a hacer un reservorio e instalar riego presurizado. El problema es que la mayor de nuestros productores, casi el 70%, tienen menos de 10 hectáreas y utilizar una parte de la propiedad para reservar agua y afrontar la inversión en riego presurizado se les hace difícil, aunque existan líneas de financiación; que las hay. Ahí hace falta una política integral, que contemple inversiones en los sistemas de conducción de agua a nivel general, complementados con la implementación de sistemas de riegos eficientes a nivel de finca.
-¿Y cuáles son los avances en este sentido?
-Se viene trabajando muy bien con diversos organismos que conforman la Unidad Mixta para el Desarrollo y la Sustentabilidad del Sistema Agroalimentario Regional de las provincias de Mendoza y San Juan, donde se consensuaron propuestas y consideraciones en torno a los lineamientos estratégicos para la política y gestión del agua en el Sistema Agroalimentario Regional, que fueron puestas a disposición de los gobiernos provinciales. Hemos tenido reuniones con muchos actores. Como corresponde, porque este problema debe ser la prioridad para quienes vivimos en el oeste argentino.
En conjunto con el Departamento General de Irrigación y organizaciones de productores, se han establecido parcelas demostrativas de sistemas de riego en todas las cuencas de la provincia. Se han realizado numerosas mediciones de eficiencia de riego y, como consecuencia de ello, se han establecido planes de mejora a nivel de fincas.
La misión del INTA se vincula con el sector agroalimentario, asistiendo y desarrollando tecnología para los productores. Colaboramos en la generación y difusión de técnicas eficientes de riego, tanto presurizado como superficial; en el desarrollo de variedades que requieran de menos agua para tener igual rendimiento; en enseñar en qué momento los cultivos requieren más agua y en cual el estrés hídrico no afecta tanto la producción.
Eso es tranqueras adentro, pero hace falta mucha inversión en sistemas de conducción, para tener menos pérdidas desde que se embalsa el agua en los diques hasta que llega a las propiedades; en reservorios comunes; en la distribución el agua potable en los centros urbanos, donde tenemos pérdidas muy grandes, en algunos casos de hasta el 50% y no nos podemos dar el lujo, ante este panorama de escasez actual y futura, de que esto ocurra.
También es importante conocer el balance hídrico, cuánta agua va a alimentar los acuíferos subterráneos y si se puede o no hacer nuevas perforaciones.