Aun quienes prefieren ser cautos, reconocen que esta será una temporada muy compleja para la vitivinicultura. Los datos de denuncias por las últimas heladas apuntan a una merma en la producción en todo el país, con respecto a este año, que rondaría el 30% en promedio. Al panorama se suman una caída en las exportaciones y un crecimiento del consumo en el mercado interno que podría verse amenazado por una suba de precios, asociada al aumento del valor de una materia prima escasa.
Por otra parte, la temporada de tormentas estivales recién está comenzando y se sabe que el granizo -que de hecho ya afectó algunos cultivos- podría profundizar el daño, y la escasez hídrica se ha combinado este año con una ola de calor que ya está cumpliendo las tres semanas y ha provocado que las plantas frenen su crecimiento.
Menos producción
Este lunes cerró el registro de denuncias de los productores afectados por heladas. El director de Contingencias Climáticas de la provincia, Julio Eluani, indicó que habría unas 56 mil hectáreas de viñedos, con un daño promedio del 57% para el Sur, del 52% para el Este, del 42% para el Valle de Uco y del 33% para el Norte.
De todos modos, se trata de datos que surgen de lo denunciado por los productores y que ahora deben ser constatados por los peritos de la DCC. Como en total hubo más de 80 mil hectáreas afectadas en toda la provincia -se suman unas 29 mil de frutales-, los técnicos propusieron cambiar el método de auditoría, que normalmente consiste en visitar cada una de las propiedades, y plantearon que en este caso era conveniente realizar un muestro por distritos, para poder entregar los certificados de emergencia o desastre con mayor celeridad.
El método, denominado “krigging lineal” consiste en una interpolación geoestadística de estimación de puntos. Para simplificarlo, se mide el daño en algunos sitios -unos 3.500 de referencia versus las 8.241 fincas denunciadas- y lo observado se extiende al entorno, donde la temperatura fue similar.
Fabián Ruggeri, presidente de Acovi (Asociación de Cooperativas Vitivinícolas Argentinas), señaló que, partiendo de diversas fuentes y relevamientos propios, en la zona Sur habría una reducción del 70 al 80% en comparación con la cosecha de este año, del 40 al 50% en el Valle de Uco y del 25 al 30% en zonas Norte y Este. En tanto, si se incorporan el resto de las provincias vitivinícolas, el daño estimado promedio en todo el país estaría en torno al 30%.
Pero sumó que esto sólo tiene que ver con la afectación directa de las heladas y todavía falta evaluar los corrimientos, aunque ya se observa que algunas variedades -como la tempranilla en Mendoza y la criolla en San Juan- están bastante corridas. Es decir, que, como las flores abortaron y no cuajaron en un grano, si bien el racimo está formado, hay menor cantidad de bayas y el peso al momento de la cosecha será inferior.
Ruggeri advirtió que están esperando que el tiempo acompañe y no se produzcan los habituales daños por granizo, pero que la falta de agua y las excesivas temperaturas -con tres semanas de registros calurosos- han hecho que, en la mayoría de los viñedos, el crecimiento se haya ralentizado o detenido, porque la planta intenta defenderse de la evotranspiración. Esto, a su vez, puede implicar que, al final de la temporada, el grano no haya podido acumular suficiente cantidad de reservas como para alcanzar el tamaño adecuado.
Por su parte, Mauro Sosa, gerente del Centro de Viñateros y Bodegueros del Este, mencionó que, después de las heladas de los primeros días de noviembre, cayó granizo y eso se terminó de llevar la producción que había quedado luego de las bajas temperaturas. En algunos casos, indicó, el daño era evidente sin necesidad de tasación, porque se apreciaba el 100% a simple vista. Pero en otros, la afectación se fue profundizando, ya que el rebrote depende mucho del agua, que es escasa, y con la ola de calor, quien no cuenta con un sistema de riego por goteo se ha visto imposibilitado de salvar algo de la producción.
Variedades más afectadas
Ruggeri detalló que las variedades que estaban más avanzadas en la brotación son las que mayores daños tuvieron por la helada, pero que eran pocas las que no tenían un muy buen avance al 1 o 2 de noviembre. Las criollas y las Pedro Giménez, acotó, estaban con un desarrollo mayor, pero aun así han sufrido daños importantes.
Gustavo Aliquó, responsable del Laboratorio de Viticultura del INTA, coincidió en que va a haber mermas en todas las variedades, pero que se va a notar más con las blancas, ya que se dejaron de plantar porque estaban de moda las tintas. Y si bien hay algunos productores que han empezado a implantar nuevamente e incluso a injertar, habrá que esperar tres años para que comiencen a verse los resultados.
Es decir que, a la escasez por la menor superficie con uvas blancas se suma el daño por las heladas, por lo que ya por estos días las bodegas -principalmente las que elaboran espumantes, cuya exportación sigue creciendo- se están disputando a los productores que tienen materia prima.
Ruggeri también señaló que las empresas grandes ya se están moviendo, en particular aquellas que tienen exportaciones ya pactadas. Las variedades que más se están buscando, detalló, son malbec, chardonnay, sauvignon, cabernet y uvas blancas para base champán. Pero sumó que, cuando llegan a la finca, es probable que también compren bonarda, ancellota y merlot.
Compleja recuperación
Aliquó explicó que, por las heladas, se han dado varias situaciones. En algunos casos, la planta se heló una única vez y han brotado las yemas secundarias o contrabrote, que tienen un solo racimo, por lo que, sólo alcanzarán, si las condiciones son las adecuadas, la mitad de la producción.
En cambio, otras plantas ya se habían visto afectadas por heladas anteriores, por lo que ya habían brotado las contrayemas y, al morirse estas, no están con producción. Incluso se han helado los brotes que estaban dentro de las yemas sin que lo apreciaran los productores hasta que, en lugar de salir dos racimos, aparecía uno solo, que luego se heló. Y cuando ya no hay yemas que broten, las plantas han empezado a tirar brotes desde el tronco (a “chuponear”), lo que ha obligado a formar la vid desde abajo.
Esto significa que, como máximo, los viñedos afectados tendrán un 50% de producción, aunque, cuando son menos cantidad de racimos, suelen compensar en tamaño y podrían llegar a subir un poco los kilos. Aliquó señaló que los productores deberán cuidar mucho las plantas que se salvaron: fertilizar para volver a darles vigor y reponer los nutrientes que gastó para volver a brotar, y realizar todos los tratamientos sanitarios para evitar enfermedades.
Es que, de continuar la influencia del fenómeno La Niña es de esperar que, como ya sucedió el año pasado, haya mayor humedad durante el verano en el oeste del país, por lo que habrá que evitar que la peronospera y la botritis causen daños.
Otra consecuencia que ya se está observando, detalló el especialista del INTA, es que, como la planta debería haber brotado hace dos meses -de hecho, lo hizo, pero luego tuvo que volver a brotar-, los procesos vienen desfasados y si bien esto acelera los tiempos de cuaje y maduración, es de esperar que las uvas estén maduras un poco después de lo habitual.
Aliquó sumó que, al tener un solo racimo, si se le da agua y fertilizante a la planta, va a empezar a crecer más y podría dar excesiva sombra a los racimos, con lo que favorecería ciertas enfermedades y pasaría aromas herbáceos al vino. De todos modos, reconoció que, como hay poca agua, es probable que ese crecimiento se regule, pero los viticultores deberán aplicar fertilizante con mesura y lograr una canopia equilibrada, con suficientes hojas para aportar azúcar, pero no tantas como para traspasar aromas no deseados.
Ruggeri aportó que, si el brote se heló hasta la base, rebrota la contrayema y en algunos casos viene con uva, aunque en lugar de dos o tres racimos, tenga uno solo. Pero cuando quedó un centímetro vivo del brote, no rebrota la contrayema, sino la yema anticipada del mismo brote, que viene sin uva, porque se debería haber diferenciado y vigorizado para la próxima temporada. En estos casos, el productor va a recuperar la estructura de la planta, pero no va a tener producción.
Y tanto en un caso como el otro, el viticultor va a tener que seguir trabajando para generar el crecimiento de la yema. En la misma línea, Aliquó señaló que todas estas labores van a elevar los costos de producción, lo que impactará en el precio de la uva. Aunque, como contraparte, la mayor parte de los productores tendrá menos cantidad para vender.
Dificultades en el mercado
Si bien es pronto para determinar cuál puede ser el impacto de todo esto en el mercado, Mauro Sosa mencionó que, ante la retracción de la oferta, quienes tienen vinos van a esperar para vender, lo que ha hecho que se tonifiquen los precios de blancos, tintos y mosto. Y analizó que, con un stock ajustado y el aumento de la comercialización que viene verificándose en el mercado interno -no así en las exportaciones, por un tipo de cambio atrasado-, más una cosecha pobre, se va a potenciar el precio del vino de traslado.
Ruggeri, en tanto, indicó que las empresas que elaboran vinos de gama media hacia arriba, tanto para el mercado interno como para la exportación, no tendrán mucho problema de asumir el mayor costo de la uva. Pero también planteó que hay que ver cuánto está dispuesto a pagar el consumidor argentino; en especial en un momento crítico, de alta inflación y sueldos que se quedan por detrás.
En este sentido, el titular de Acovi señaló que, si bien a nivel salud el vino no se puede reemplazar fácilmente por otros productos y la elaboración no es comparable, sí encuentra muchos sustitutos en la mesa, por parte de otras bebidas alcohólicas y azucaradas.
En tanto, Daniel Rada, director del Observatorio Vitivinícola, prefirió ser cauto y resaltó que no hay datos definitivos del daño por heladas, ya que hasta el momento sólo se conoce lo que los mismos productores han denunciado. El único valor certero es que, al 30 de octubre, el INV detalló que hay 8,8 millones de hectolitros de vinos tintos y 3,3 millones de blancos, lo que estaría un poco por encima de lo previsto el año pasado para esta época.
Esto implica que una baja cosecha podría compensarse, en parte, sobre todo en los vinos tintos, con un stock razonable. Pero sumó que no se sabe cuáles serán las existencias a fines de mayo de 2022, ya que se deben considerar las ventas: si se comercializa lo mismo que en esta temporada, los números estarían ajustados.
Rada resaltó que tanto la demanda interna como la internacional son muy sensibles al precio y cualquier traslado al consumidor final del aumento de los insumos va a tener impacto en el volumen. Pese a todas estos interrogantes, lanzó que va a ser, sin duda, una temporada muy desafiante, no sólo por la menor producción, sino por el contexto internacional y la macroeconomía local.