Diana Marini, coordinadora del Programa Nacional de Frutales del INTA, destacó durante su entrevista con FINCAS que confía en que, con un enfoque correcto en innovación tecnológica y cooperación entre todos los sectores, el país puede alcanzar altos niveles de producción y calidad en el sector frutícola, que hoy está en retracción y no logra aprovechar la ola exportadora.
-¿Cuál crees que es la importancia de la fruticultura argentina en el contexto nacional e internacional?
-La fruticultura es muy importante en nuestro país por su distribución natural a lo largo de todo el territorio nacional, la gran cantidad de especies que producimos y es generadora de mano de obra (alrededor de 250.000 puestos de trabajo). Argentina produce alrededor de 7,5 millones de toneladas de frutas y tiene más de 500.000 hectáreas cultivadas actualmente, de las cuales aproximadamente 204.000 hectáreas están dedicadas a la vid.
A nivel internacional, la producción mundial de frutas es de alrededor de 900 millones de toneladas, y la producción y demanda de fruta nacional ha aumentado significativamente. El consumo de frutas está en alza, impulsado por el crecimiento de la población y la tendencia hacia una alimentación más saludable.
-¿Y en el contexto de América Latina y el Caribe?
-En América Latina y el Caribe, la fruticultura juega un rol crucial como exportadora. Aproximadamente el 13% de las frutas producidas a nivel mundial provienen de esta región, con una gran contribución de la banana. Argentina, junto con otros países del hemisferio sur, es un productor importante de frutas, aunque no somos grandes exportadores. La fruticultura representa solo alrededor del 4% de nuestras exportaciones totales, siendo superados por otros agroexportadores como cereales y oleaginosas.
-¿Cuál es el potencial de crecimiento para la fruticultura en Argentina?
-Argentina tiene un gran potencial de crecimiento en la fruticultura. Debemos enfocarnos en mejorar la calidad de nuestra producción, aumentar la competitividad en el mercado internacional y aprovechar la creciente demanda de frutas saludables. Con políticas adecuadas y apoyo del Estado, podríamos incrementar nuestra participación en el mercado global y diversificar nuestras exportaciones agrícolas.
-¿Y qué está pasando en Mendoza?
-Creo que no solo en Mendoza, sino en todo el país, estamos viendo una retracción en las superficies cultivadas y en la producción de frutas frescas. Comparado con los años noventa, la fruticultura en general se ha retraído mucho. Sin embargo, la fruticultura es muy amplia. Y hay sectores que están creciendo como la cadena de frutos secos a diferencia de las frutas más clásicas como las de carozo y pepita, que se han retraído. Estamos viendo un crecimiento notable a nivel nacional en cultivos como los nogales, almendros, pistachos y pecanes.
Para darte una idea, en 2016, en el programa hablábamos de 23.000 hectáreas dedicadas a frutos secos. Hoy, estamos en más de 32.000 hectáreas. Es una cadena que viene creciendo, pero al mismo tiempo, en las cadenas más tradicionales se observa una retracción y una concentración de la producción, es decir, hay menos productores con más superficie.
-¿A qué crees que se debe esta concentración?
-La concentración de la producción puede deberse a varios factores. Uno de ellos es la necesidad de ser más eficientes y competitivos. Los pequeños productores pueden tener dificultades para sostenerse debido a los altos costos y la falta de apoyo financiero y técnico. Esto lleva a que los productores más grandes absorban las tierras y aumenten su superficie cultivada para aprovechar economías de escala.
-¿Por qué Argentina no puede aprovechar la demanda creciente de fruta fresca que hay en el mundo?
-Si uno lo mira de forma positiva, hay muchas oportunidades y una gran demanda en los mercados externos. Además, también podríamos aumentar el consumo interno. La Organización mundial de la Salud, por ejemplo, recomienda consumir alrededor de 400 gramos de frutas y verduras por persona al día, pero en Argentina se consume la mitad de eso.
El porqué de esta retracción es complejo y no se debe a una sola causa, sino a múltiples factores. Por un lado, podemos hablar de un contexto económico que afecta a los productores. Muchos de ellos son pequeños y medianos productores que no tienen acceso a las tecnologías necesarias y a variedades que demanda el mercado internacional. Además, enfrentan altos costos internos, muchos de los cuales están dolarizados, lo que hace que la producción sea menos rentable.
Otro problema es la logística. La falta de una planificación adecuada y la carencia de infraestructura dificultan la competitividad. A diferencia de la cadena vitivinícola, que tiene una estructura muy bien desarrollada, otras cadenas productivas no cuentan con este nivel de organización y apoyo.
En términos tecnológicos, hay un atraso en la implementación de paquetes tecnológicos modernos, problemas sanitarios y los efectos del cambio climático, como la baja disponibilidad de agua en algunas regiones, heladas tardías y granizo. También hay una baja disponibilidad de mano de obra, ya que la fruticultura es intensiva en este aspecto, y muchos jóvenes prefieren no trabajar en las zonas rurales. Esto genera un contexto social complejo y un cambio generacional que afecta la disponibilidad de trabajadores calificados.
-¿Cuáles son los objetivos del Programa Nacional de Frutas del INTA? ¿Qué es lo que están haciendo actualmente?
-El Programa Nacional de Frutales del INTA tiene como objetivo fundamental articular todas las actividades del INTA y la red de cooperación nacional e internacional para impulsar la innovación tecnológica en la fruticultura a nivel nacional. Nuestra organización es científica, y nuestro foco principal es la innovación tecnológica en este sector.
Tiene un eje estratégico científico-tecnológico, con planes a mediano y largo plazo. Uno de los objetivos es la sostenibilidad de la producción frutícola. Buscamos mejorar la calidad y la tecnología de producción, promoviendo un diseño productivo organizado que se enfoque en la eficiencia y la mecanización. Esto incluye todo, desde la identificación de áreas de mejora hasta la implementación de nuevas tecnologías para aumentar la productividad y reducir la dependencia de mano de obra en labores específicas.
-Has mencionado la mecanización y la falta de mano de obra. ¿Cómo están abordando estos desafíos?
-La mecanización es fundamental para enfrentar la escasez de mano de obra y aumentar la eficiencia. Estamos trabajando en la implementación de tecnologías avanzadas que permitan una mayor automatización en las labores agrícolas. También en el diseño de la estructura de las plantas para que se adapten a la mecanización, más pequeñas y mayor número de plantas por hectárea. Esto no solo mejora la productividad, sino que también hace más sostenible la producción.
-¿Qué otros aspectos estratégicos están trabajando?
-Otro aspecto clave es el mejoramiento del germoplasma. A través de la introducción de nuevas variedades y el mejoramiento genético, buscamos plantas más productivas y adaptables a diferentes condiciones climáticas. La calidad de las plantas es crucial desde el inicio de la plantación, por lo que trabajamos en garantizar que los productores tengan acceso a plantas de alta calidad.
También estamos trabajando en tecnología 4.0 e inteligencia artificial, desde el uso de drones para teledetección de enfermedades a programas de IA para predecir el tamaño de frutos a cosechas o la adaptación de un germoplasma al cambio climático. Y en sistemas de detección precoz y control de plagas y enfermedades, con especial énfasis en las cuarentenarias.
PERFIL
Diana Beatriz Marini es la Coordinadora del Programa Nacional Frutales de INTA desde 2022. Se graduó como Ingeniera Agrónoma en la Universidad Nacional del Sur en 1991. Obtuvo su Master of Science en Fitopatología en 1999 en UC Davis, California, y su doctorado en Ciencias Vegetales y Ambientales en 2007 en la Universidad de Clemson, Carolina del Sur, EE. UU. Actualmente, es investigadora en la Estación Experimental Agropecuaria (EEA) Junín de INTA en Mendoza, especializada en el manejo integrado de enfermedades causadas por patógenos sistémicos en frutales de carozo, abarcando virus, viroides y fitoplasmas, así como en epidemiología y técnicas de detección y control.
Es responsable por INTA del primer sistema de certificación sanitaria para frutales de carozo en Argentina. Ha recibido el prestigioso Moller Memorial Award por su excelencia en investigación en Patología Vegetal en UC Davis. Además, ha realizado estadías de perfeccionamiento en diversas instituciones de renombre, como INIA Chile, IVIA Valencia, INIA Madrid y SIA Zaragoza en España.
Marini ha coordinado múltiples proyectos nacionales e internacionales, incluyendo convenios con la Asociación de Viveros de Mendoza y FONTAGRO. Posee más de 40 publicaciones especializadas en revistas nacionales e internacionales y ha dirigido tesis de estudiantes de grado y postgrado.