El Semáforo de la Coninagro (Confederación Intercooperativa Agropecuaria Limitada), como instrumento visual, busca simplificar la complejidad y diversidad de la producción agrícola hacia una herramienta de análisis intuitiva. En el informe actual, se destaca que el semáforo del mes presenta 2 indicadores en verde, 5 en amarillo y 12 en rojo, cifras que se mantienen constantes con respecto al mes anterior (octubre).
Es crucial destacar que este informe representa el último semáforo previo a una devaluación, anticipando que en los próximos meses se empezarán a manifestar los efectos en los costos, ingresos y mercados de referencia.
Los datos recopilados en noviembre señalan que en 10 actividades, los volúmenes de producción y la superficie o stock estimada son inferiores a la campaña anterior, y aún persiste el impacto de la sequía. En cuanto a los precios al productor, se observa un incremento por encima de la inflación en solo 8 actividades. Sin embargo, la cuenta a pagar se ve afectada negativamente, ya que los costos superan la variación interanual de los precios en diez actividades específicas.
El informe también adelanta que se esperan cambios en las exportaciones en los próximos semáforos, influenciados por las variaciones en el tipo de cambio. Estos indicadores ofrecen una visión panorámica de la situación económica de las economías regionales, sirviendo como herramienta predictiva y de planificación para los productores agropecuarios en un contexto de cambios económicos y climáticos.
El Maní se posiciona en verde, la duda es si podrá mantenerlo
En meses anteriores otras economías regionales habían cambiado de color, en particular, el documento anterior a este destacaba solo a la Yerba Mate como en crecimiento. Este cultivo se ubica en el epicentro del país, con enfoque especial en la provincia de Córdoba, la producción de maní sigue un ciclo de siembra en primavera y cosecha en otoño.
La participación activa de cooperativas, respaldada por una Cámara representativa y un Clúster Manisero, fortalece la innovación en colaboración con universidades, el INTA y empresas bio-tecnológicas. Aunque los últimos años han presenciado esfuerzos conjuntos para impulsar la actividad, centrados en buenas prácticas y la sostenibilidad del suelo, los desafíos persisten.
El cultivo de maní demanda inversiones en tecnología, en su mayoría en moneda extranjera, y los costos directos suelen duplicar o triplicar los de un cultivo de maíz de alta tecnología. Los valores de alquiler de tierras también son significativamente superiores. La exportación del maní, principalmente en forma de grano para consumo directo o procesado en productos como aceite, harina y pasta, atraviesa fases de limpieza, descascarado y clasificación. Sin capacidad de almacenamiento a largo plazo, la comercialización está estrechamente ligada al ciclo de cultivo, y la campaña anterior se vio afectada por la sequía, dejando resultados de producción escasos.
La variable crucial para los productores es el precio internacional del maní, que ha experimentado fuertes caídas post-pandemia, agravadas por la estacionalidad de la cosecha argentina. Variaciones en el tipo de cambio y en las alícuotas de derechos de exportación directamente influyen en los precios, generando preocupación ante los recientes anuncios gubernamentales. La implementación de un 15% de derechos de exportación, como se ha sugerido, podría generar rentabilidad negativa en toda la cadena, especialmente en la mitad de la campaña, constituyendo un desincentivo que podría impactar la producción y los mercados, afectando también sectores auxiliares como servicios y tecnología.
A pesar de mostrar mejoras en el último Semáforo de Economías Regionales en noviembre, cambiando de rojo a verde, este análisis refleja una instantánea hasta dicho mes. La incertidumbre persiste, y mediciones futuras serán esenciales para evaluar el rumbo de la cadena del maní.