Laura Manzano se fue a vivir a la finca de sus abuelos, en Lavalle, en 1998, pero recién en 2006, cuando viajó a Córdoba y conoció un emprendimiento biodinámico, supo que eso era lo que quería hacer. En un principio, lo pensó como un cambio de hábitos para su familia. Bastante tiempo después empezó a comercializar productos alimenticios, cosméticos y fitoterapéuticos, y con la pandemia ha notado un aumento del interés por lo natural.
-¿Cómo nace la Finca Biodinámica Cosmos?
-En 2006 nace como idea. Ante todo proyecto la idea es crucial, lo que te marca. Nació cuando visité un emprendimiento biodinámico en Córdoba, en Villa General Belgrano. Me llegó tanto que sentencié que cuando volviera a la provincia me iba a armar una huerta y le iba a poner Cosmos. En marzo, cuando viajé, sale esta flor, que es la imagen que tenemos en la etiqueta. Sin saber que la agricultura biodinámica está vinculada a las energías del cosmos.
Me hice una huerta de dos metros por dos metros. En verdad, cuando lo empecé a hacer no lo pensé como un proyecto económico, sino como un cambio de vida, de alimentar a mis hijos de otra manera. Me compré una vaca e hice todo en media hectárea. Era avanzar.
-También tienen alojamiento en la finca…
-En 2009 se conforma en Lavalle la red de turismo rural y, como ya había hecho un par de espacios con bioconstrucción, desde el municipio me invitaron a participar, porque me dijeron que podía ser un emprendimiento interesante para visitar. Yo no lo veía posible, porque era mi casa. Pero me ayudó a tener todo en orden, ya que en cualquier momento podía venir alguien de visita. Durante un buen tiempo no recibimos turismo, pero como yo trabajaba en docencia para sostenerme, llevaba a mis alumnos. Empecé a trabajar con voluntarios extranjeros, que me ayudaban un montón, porque la finca no era autosustentable.
En 2010 empezó a trabajar conmigo mi actual pareja (Raimundo Laugero) y hace 4 años pudimos comprar la finca que está al lado, que es de casi cuatro hectáreas y tiene una bodega artesanal hecha con bioconstrucción y casas que hemos adaptado para recibir turistas.
-¿Qué implica la producción biodinámica?
-Lo que hace la distinción es la aplicación de determinados compuestos, que los elaboramos nosotros, y que captan las fuerzas cósmicas, que están fuera de la tierra, para vivificar el suelo, generar una buena maduración del fruto o potenciar los aceites esenciales, sabores, aromas; la calidad nutricional del producto. En la parte medicinal sí llevo a rajatabla un calendario porque el impacto en el resultado final es notable.
No tenemos certificación, pero desde que empezamos con esto siempre hicimos agricultura biodinámica. Desde Demeter Internacional están viendo cómo pueden certificar los pequeños productores, que no exportan. Porque primero hay que tener la certificación orgánica y después la biodinámica, pero es muy caro para los que venden en el mercado interno. Ahora están realizando una prueba piloto en cuatro países, entre ellos Argentina, de un proceso de certificación participativa. Nos hemos reunido seis productores, dos que llevamos un tiempo y otros que quieren empezar, y nos visitamos y compartimos experiencias. Eso nos va a llevar a tener una certificación gratuita.
-¿Qué producen?
-Hemos adaptado la finca para que todo lo que se produzca se dedique a la elaboración de algo, para asignarle valor agregado al producto. De la viña sacamos vino, hacemos jugo de uva. Tenemos frutales y hacemos mermelada. De la parte hortícola, elaboramos tomate triturado, salsa. Tenemos una producción diversificada de plantas medicinales. Ése es el rubro que más me gusta. Ahora tengo una casita de flores, también hecha con bioconstrucción, y en la lista nuestra hay unos 130 productos.
Nuestra producción la hemos separado en agroindustria, vinos, cosmética, fitoterapia. El desafío final en esto es el aprendizaje. De una finca, aunque sea de cuatro hectáreas, puede surgir un número de microemprendimientos impresionante. Ahora estamos buscando que la relación con quienes trabajan con nosotros no sea la de “patrón-empleado”, sino que se sientan parte del proyecto, en las buenas y en las malas.
-¿Cómo comercializan lo que producen?
-Cuando uno se dedica a la agricultura alternativa, el modo de comercialización tiene que ser alternativo. Empezamos a vender en el catálogo de Economía Social de la provincia, pero después entramos en una red de comercio justo de Buenos Aires y nos fue muy bien. Cuando podés vender tu producto, te levanta la autoestima.
El 50% de la producción se va a Buenos Aires, pero nos ha sorprendido Mendoza, porque se abrió mucho y la cuarentena fue muy buena para nosotros, porque la gente empezó a cuidar su alimentación, a cambiar hábitos, a querer cuidar la naturaleza.