Con una nueva temporada agrícola en marcha, los sectores productivos tienen diferentes expectativas y desafíos por delante. Los Andes consultó con referentes de vid, durazno, aceitunas, ajo y tomate para poder presentar una radiografía agrícola y qué se puede esperar para este nuevo ciclo. La mayoría coincidió en las dificultades para conseguir insumos y en la inestabilidad de la macroeconomía, pero también hay optimismo en el campo mendocino.
Sin dudas, la vid es el cultivo central de Mendoza, con cerca de 150.000 ha. “La nueva temporada arrancó bien, no te digo que con una rentabilidad enorme, pero en 2021 se dio una recuperación importante del precio y eso se ha ido sosteniendo”, señaló Eduardo Sancho, presidente de la Asociación de Cooperativas Vitivinícolas (Acovi). La situación dependerá de cómo avancen el mercado interno (“necesitamos que no decaiga el poder de los salarios”) y las exportaciones.
Sancho aclaró que “es muy difícil hacer pronósticos porque en este país cambia todo en una semana”, pero continuarán reclamando la quita de retenciones y generar acuerdos internacionales, ya que “con esos dos aspectos podríamos lograr mayor competitividad y exportar más mosto, granel y fraccionados”. Hacia adelante, quieren seguir trabajando con la Provincia en “educación y seguridad” en el campo, para tener condiciones mínimas de vida.
La presidenta de Bodegas de Argentina (BdA), Patricia Ortiz, enumeró una larga serie de problemas y desafíos para esta nueva temporada, entre ellos: las demoras en combatir la Lobesia botrana, la escasez de mano de obra y la falta de insumos para la producción (“se produce y usan los insumos que hay, y no los que deberían ser”) que implica la caída de la calidad del packaging, de la productividad y del cumplimiento con los clientes.
“Necesitamos recuperar rentabilidad en las exportaciones, quitando las retenciones”, coincidió la presidenta de BdA, para quien es “crítica” la relación entre la inflación de costos en dólares contra los valores que reciben por exportar, cercanos al dólar oficial. Además, consideró que Mendoza debe mejorar la conectividad de bancha ancha, tener una logística más eficiente y mejorar la seguridad en zonas rurales.
Optimismo en el durazno
En el caso del durazno para industria, el IDR viene trabajando con la Federación Plan Estratégico de Durazno Industria (Fepedi), una asociación entre productores e industriales. El último censo en 2020 del IDR y Fepedi señala que la provincia cuenta con 5.439 ha, unas 1.650 ha menos que las cerca de 7.100 ha indicadas en un censo de 2017. Eso implicó una caída del 23%, con una disminución notable en el Oasis Este y, en menor medida, en el Sur provincial.
De todos modos, Leandro Roldán, presidente de Fepedi, es optimista: “A partir de estas últimas dos temporadas vemos una reversión de esa tendencia de caída. En parte porque mejoraron los precios pagados al productor y en parte porque hay varias industrias que tienen sus proyectos de plantación de hectáreas nuevas de durazno para asegurarse la producción o un porcentaje. Se proyecta plantar 250 ha en el corto plazo, vemos una tendencia al alza”.
Mirando la nueva temporada, de momento se vienen dando buenas condiciones climáticas con las horas de frío necesarias y se estima que los buenos precios de la última cosecha permitan a los productores para hacer las labores culturales. De seguir así, sin graves inconvenientes climáticos, se podría esperar una cosecha “normal” de entre 100 y 120 millones de toneladas.
Algunos desafíos para el durazno de industria son conseguir insumos y aclarar el panorama exportador (se vende afuera cerca del 20 %, para evitar excedentes). “Para las fincas, hay faltante de algunos agroquímicos en el mercado, y para las industrias se complica conseguir insumos para la producción de hojalata, maquinarias nuevas o repuestos de maquinaria. Si para octubre o noviembre no está regularizado, se puede volver un factor crítico”, advirtió el presidente de Fepedi.
La calidad del ajo
La principal hortaliza en Mendoza es el ajo, central dentro de las exportaciones de productos primarios. La última estimación del IDR de la temporada 2021-2022 arrojaba una superficie de 11.365 ha, aunque desde la Asociación de Productores, Empacadores y Exportadores de Ajos, Cebollas y afines de Mendoza (Asocamen) estiman que ese número podría ascender a 15.000 ha. Como es un cultivo anual, ese número pueden cambiar más fácilmente que los frutales.
“Vamos hacia unos años en los que el sector debe mejorar en productividad, ordenarse y defender la calidad. Sin calidad, el ajo no tendrá precio”, comentó Guillermo San Martín, coordinador general de Asocamen. Brasil, principal importador mendocino, viene trabajando desde hace años para producir un 65 % del ajo que consumen, y ya están cosechando su temporada 2022-2023, en lo que se espera que sea una cosecha récord.
Una diferencia para la actual temporada del ajo mendocino es que hace un mes la AFIP anunció un nuevo indicador mínimo de trabajadores (IMT) para la producción primaria y empaque de este cultivo. Establece una cantidad mínima de empleados para llevar adelante esas actividades, con el objeto de desarticular potenciales maniobras de fraude. La producción primaria deberá contar con 2 trabajadores permanentes cada 25 ha cultivadas o 300 t producidas, y el empaque tener 3 permanentes para la producción de 700 t.
El coordinador general de Asocamen comentó que en principio ven con buenos ojos que se controle y evite la competencia desleal, aunque “habrá que ver si estas medidas son efectivas y no solo cacen en el zoológico”. Si bien son una actividad exportadora, San Martín espera que en vez de algo similar al “dólar soja” haya una ley de economías regionales que “disminuya las cargas impositivas y el costo laboral, que reconozca la labor social y rural de estas actividades”.
La olivicultura quiere repuntar
Es difícil saber con exactitud la cantidad de hectáreas de oliva: según el Censo Nacional Agropecuario (2018) Mendoza contaba con 15.825 ha, pero la Asociación Olivícola de Mendoza (Asolmen) señala que habría que restar por lo menos unas 4.000 que ya no producen. De todos modos, en base al reciente sello de Indicación Geográfica y a trabajos con el gobierno provincial, el sector mira a la nueva temporada con ganas de mejorar.
Mario Bustos Carra, gerente de Asolmen, afirmó que “estamos haciendo esfuerzos junto con el gobierno de Mendoza para recuperar hectáreas de olivos y hacer reconversión”, un proceso que demorará años hasta dar sus primeros frutos. Si bien en Mendoza “las expectativas son buenas, por eso es que se trabaja como se trabaja”, el sector no es ajeno a dificultades generales del agro argentino.
“Tenemos que esperar por la nueva temporada, vamos a ver un poco más adelante cuando empiece la floración de los olivos. Pero las perspectivas no dependen solamente de los factores climáticos o geográficos, sino también de que el gobierno nacional trace pautas claras para el desarrollo no solo de la industria olivícola, sino de la agroindustria general”, afirmó Bustos Carra.
Un gran desafío de la olivicultura en el corto plazo es mantener la presencia en los mercados internacionales (en 2021 las ventas de aceite al exterior crecieron 15 % en volumen y 60 % en valor), y eso implica poder importar insumos y tecnología para mantener la producción: desde los fertilizantes adecuados para los olivos hasta los repuestos para las maquinarias. Se incluyen en esa lista el vidrio, las etiquetas y el cartón para comercializar el producto final.
El tomate para industria
La mayor parte del tomate mendocino tiene como destino la industria, con alrededor de 3.600 ha para ese fin. Es un sector con una productividad que viene en aumento en los últimos años, y si bien todavía falta para colocar los plantines de la temporada 2022-2023 (suele hacerse entre octubre y noviembre) ya hay algunos productores preparando las tierras con verdeos.
Orestes Nómikos, productor y secretario de la Asociación Tomate 2.000, que reúne productores e industriales, afirmó que el sector crece con buenas expectativas: “En términos generales estamos creciendo en producción y superficie, las industrias demandan tomate. Ahora estamos haciendo hincapié en la rotación del suelo, porque no es solo aumentar sino sostener lo que estamos produciendo”.
Nómikos aclaró que hay una diferencia muy grande entre aquel productor que incorpora tecnología y aquel que “se queda” con sistemas tradicionales. “Acá es como en cualquier cultivo, si hacés tomate y no tenés una determinada cantidad de kilos en buen estado, no vas a ser rentable. La infraestructura y la inversión repercuten en la producción primaria”, detalló.
En el tomate industria se firman contratos en dólares entre productores e industrias, que importan pasta de tomate para abastecerse. Una ventaja de eso es saber de antemano cuánto se cobrará por el producto, pero el problema es el desfasaje entre el dólar oficial y la inflación, con insumos “difíciles de conseguir” que aumentaron aún más por el conflicto Rusia-Ucrania.
“Si analizas la producción agrícola a valor dólar, en Mendoza, San Juan y La Rioja somos competitivos a nivel internacional, pero no todos cuentan con financiamiento para invertir y mejorar la productividad”, agregó Nómikos. Por otro lado, valoró que con las industrias se pueda planificar antes de cultivar y que en Tomate 2.000 cuentan con un fondo de compensación por inclemencias climáticas.