Quienes han tenido la oportunidad de viajar a otras provincias o ciudades del mundo, se han dado cuenta de que ni la fruta ni la verdura sabe como en Mendoza. En líneas generales, podría decirse que los tomates, las zanahorias o los duraznos tienen menos gusto y aunque a la vista son tentadores, no suele pasar lo mismo luego del primer mordisco. Aunque los motivos de esto son diversos, lo cierto es que la principal explicación se relaciona con la existencia del llamado Cinturón Verde ubicado en las periferias de las áreas metropolitanas. Así, buena parte de las verduras de los productos de la huerta que se consumen en la provincia, llegan desde muy cerca de casa, con las propiedades nutricionales y de sabor que esto implica.
Aunque lo que se produce en esta zona tiene menos prensa que las rimbombantes inversiones vitivinícolas o de otro tipo con destino de exportación, lo cierto es que su importancia para el desarrollo es clave. En primer lugar, porque allí hay una gran reserva de alimentos que es la que nutre a la provincia y sus alrededores. En segundo lugar, debido a que además de lo que implica para la economía en general, se trata de ámbitos clave para la vida de muchas personas que viven de lo que siembran y transmiten la tierra y los conocimientos de generación en generación. El impacto social para las distintas regiones es muy importante en este sentido, pero con el avance desordenado de la urbe y la escasez de agua corre riesgos.
Por definición, los Cinturones Verdes son las zonas agrícolas que se encuentran alrededor de las ciudades y en donde se producen las principales verduras que se consumen en las zonas metropolitanas. Sin embargo, no es algo que persiste en todas las provincias del país y que en Mendoza se destaca no solo por su diversidad sino por ser el segundo en importancia nacional, después de Buenos Aires. En esta zona se cultiva el grueso de la horticultura de hoja, las remolachas, zanahorias, zapallo o frutas frescas como uvas y aceitunas que llegan a las verdulerías de los barrios. Aunque cada departamento grande como San Rafael también posee su respectivo Cinturón Verde, el de Mendoza no solo provee el área metropolitana local sino que también aporta el consumo de frescos de distintos puntos de Argentina.
Un trabajo reciente realizado por la ingeniera agrónoma con una maestría en Estudios Sociales Agrarios del Instituto Nacional Tecnológico Agropecuario (INTA), Mabel Pereyra, destacó que Mendoza es una de las principales productoras de hortalizas del país y que ocupa el segundo lugar en el ranking nacional. El trabajo firmado por la también coordinadora de la plataforma de Innovación Territorial de los cinturones periurbanos de Mendoza y San Juan del INTA, realizó otras precisiones. Entre ellas, que si se mira desde la cantidad de superficie cultivada, el cultivo de hortalizas es la tercera actividad agrícola de la provincia. Así, por cantidad de hectáreas sembradas, primero están la vid y los frutales. Sin embargo, las hortalizas son las más importantes en lo que a empleo de mano de obra respecta.
“En función de los resultados del Censo Nacional Agropecuario de 2018, Mendoza ocupa el primer lugar en superficie de hortalizas y de aromáticas”, destacó Mabel Pereyra. En segundo lugar se encuentra la producción de flores y plantines (frutales, olivos, vid, hortalizas y forestales) provenientes de viveros. Este dato es clave porque buena parte de estas producciones se ubica dentro del Cinturón Verde de Mendoza que si bien tiene a Guaymallén como uno de los principales referentes dada su riqueza agrícola, también suma a otros. De hecho Maipú es el que posee mayor cantidad de hectáreas y los valles fértiles de Mendoza, en líneas generales. “El Cinturón Verde es una zona discontinua que se extiende desde Luján, Maipú, Guaymallén, Las Heras y Lavalle”, precisó Mabel Pereyra. En este marco, el avance urbano ha producido más recortes, lo que tiende a incrementarse a medida que avanzan las poblaciones de manera desordenada.
Fabián Ruggeri, ingeniero agrónomo y presidente de la Asociación de Cooperativas Vitivinícolas (Acovi), explicó que originalmente el Cinturón Verde estaba alrededor de las ciudades y que se destaca por tener propiedades chicas. Un poco más lejos, comienzan las producciones más grandes –dentro del contexto de que todos los cultivos en Mendoza, incluida la vitivinicultura, se caracteriza por ser minifundista, es decir por la existencia de pocas hectáreas en varias manos-. Aquí, entre otras, se puede mencionar el ajo, la cebolla, el tomate para industria y otros tipos de monocultivo. Dentro del contexto de que la vid y otros frutales son los principales y ya se encuentran en zonas netamente productivas como puede ser el Valle de Uco, zonas de Luján, San Rafael; entre muchas otras.
Con sello propio
El trabajo de la investigadora del INTA destacó que la relevancia del Cinturón Verde y de las actividades que allí se realizan tiene que ver con la existencia de las condiciones agroecológicas adecuadas presentes en vastas zonas de su territorio. La clave de esta riqueza se relaciona con la diversidad de suelos y climas que permite planificar las siembras en función de las zonas para poder obtener mayor cantidad de especies en función de zonas más frías o cálidas. “La producción de semillas con identidad y calidad legisladas se integran en contra estación con otras regiones dentro del mismo país”, destacó Mabel Pereyra.
Esta característica con “sello propio” es uno de los puntos que siempre destaca el sector gastronómico de Mendoza que busca ponderar los productos característicos de la provincia. “Mendoza tiene una diversidad de diferentes tipos de cocina debido a sus productos identitarios, sus aromas específicos y la sostenibilidad que existe en la producción de los productos”, subrayó Beatriz Barbera, vicepresidenta de la Asociación de Empresarios Hoteleros y Gastronómicos (Aehega).
De hecho, la referente del sector ha sido una gran impulsora de estos productos, algo que también se ha destacado en los foros gastronómicos que se realizan anualmente y que pronto tendrá su quinta edición. “Tenemos tomates, olivas, verdes y aromáticas que se potencian con el maridaje de nuestros vinos y aportan a la calidad gastronómica”, agregó Barbera.
Centro nacional de alimentos
La especialista del INTA destacó que las hortalizas son las que se destacan dentro del Cinturón Verde. Y aunque la lechuga, la acelga, la remolacha, la zanahoria o el zapallo poseen un gran protagonismo, también dentro de este espacio se destacan otras variedades. En este sentido, Mabel Pereyra explicó que Mendoza posee más de 50 especies de hortalizas, frutales, flores y vides. En la zona y también como aportantes a la nutrición ciudadana, también se cuentan granjas y producciones de huevos, entre otros. Según el último censo agrícola del año 2018, Mendoza está muy cerca de Buenos Aires en superficie cultivada con relación a algunas variedades, con el impacto positivo que esto tiene para el desarrollo socioeconómico local.
“Mendoza supera a Buenos Aires, no solo en superficie cultivada con hortalizas sino también en cuanto a producción en viveros (cultivos bajo cubierta), de flores y aromáticas, donde se destaca el orégano”, precisó el trabajo de Pereyra. Con muy bajo destino de exportación, el 95% de las hortalizas producidas satisfacen la demanda del mercado interno, es decir, lo que se consume en la provincia y otras partes del país. Hay que tener en cuenta que si bien por tamaño el Cinturón Verde de Buenos Aires es más grande que el local, aquel no alcanza a cubrir las necesidades de porteños y bonaerenses por lo que el refuerzo mendocino es clave.
La producción local también tiene alta presencia en San Juan y en Córdoba, en donde es muy solicitada. Así, Mendoza abastece a los comercios provinciales, mayoristas y minoristas, es posible atender los mercados nacionales. Esto posee un impacto claro no solo en la actividad agrícola sino también en sectores como transporte, logística y empaque; entre torso. De hecho, además de las zonas vecinas, los productos mendocinos llegan hasta Tierra del Fuego y también abastecen diversos mercados de la Patagonia.
De este modo, en dicha medición, Buenos Aires contaba 40.000 ha de hortalizas mientras que Mendoza sumaba entre 32.000 y 36.000. Bastante más atrás sigue Córdoba y Santa Fe. Con relación a las flores de corte, es decir las que se venden en las florerías, la provincia cuenta con 100 hectáreas mientras que en Buenos Aires totalizan 300 ha. En este marco, Pereyra destacó la especialización local en nuevas especies de flores como lisantus, crisantemos y astromelias. “Si bien no somos competitivos en las tradicionales rosas o claveles, nos hemos diversificado y logrado buenas características en las especies mencionadas”, explicó la ingeniera agrónoma.
En este marco, la profesional destacó el avance tecnológico tanto con relación a las flores como en líneas generales. “El sector ha avanzado mucho en las condiciones para hacer perdurar a las flores después de la cosecha”, comentó Pereyra. Agregó que se han perfeccionado las técnicas de corte, traslado y cuidado lo que hace que las flores se mantengan lindas entre 15 días y hasta un mes.
El Cinturón Verde también posee viveros y aunque en este punto pierde en cantidad con Buenos Aires en lo que a invernaderos respecta, la calidad local a cielo abierto tiene grandes ventajas. Entre ellas que los cultivos son más sanos. Dentro del cinturón verde también se destacan las aromáticas en donde el orégano es tradicional y especialmente destacado, pero que también cuentan otras especies. En la variedad aromáticas, Mendoza es la primera provincia en cantidad de hectáreas con 1000 en total contra unas 600 o 700 que hay en Buenos Aires.
La importancia de la tierra
Una de las características clave del Cinturón Verde de Mendoza es, como se dijo, su cercanía de las ciudades. Esto, por otra parte, podría convertirse en un punto en contra de la permanencia de las producciones agrícolas debido a que por esta ubicación es hacia donde más rápido llegan los barrios privados y la urbanización en general. No es nuevo el avance de la ciudad en detrimento de viñedos, olivares y cultivos debido a que –más allá de las variables socioeconómicas del fenómeno- en estas zonas ya hay calles, servicios y facilidad de llegada. De allí que sea más sencillo lotear para un barrio donde esto está que llegar con todo de cero a cualquier zona.
“La urbe ha avanzado en muchas zonas vitícolas tradicionales que tenían muy buenas calidades como una parte de Guaymallén, Luján, Lavalle y Las Heras”, reconoció Ruggeri. Estas zonas, por otra parte, poseen otro punto a favor y es una baja incidencia de riesgos climáticos como heladas y granizos. “Hemos ido perdiendo actividad productiva en zonas donde eran favorables porque tenían infraestructura armada, canales, caminos, acequias y la parte productiva se ha trasladado cada vez más hacia la periferia”, destacó el presidente de Acovi.
Este avance es una preocupación para los especialistas debido a que se comienzan a perder zonas productivas clave que “le dan de comer” a la población en general. Por caso, según el último censo vitivinícola, tanto Guayamallén como Maipú bajaron a la mitad las áreas cultivadas con vides y esto se extiende a todo tipo de cultivos. Por este motivo, desde que se comenzó a aplicar el plan de ordenamiento territorial se busca proteger estas áreas. Sin embargo, no siempre se logra y las problemáticas son muy complejas por las aristas sociales, ambientales y económicas en juego. “Tenemos una cultura agrícola heredada de los pueblos originarios que se ha comenzado a destruir por falta de planificación”, destacó Mabel Pereyra.
Es que si bien los municipios han comenzado a aplicar sus planes de ordenamiento territorial, lo cierto es que desde que se comenzó a trabajar la ley hasta su aplicación pasó más de una década. Un ejemplo de esto es Guaymallén ya que si bien no es la parte más extensa del Cinturón Verde, sí posee las tierras más fértiles debido a que es “zona de pantanos”, con tierra negra y muy rica que no es común en la seca Mendoza. Marta Barbui, coordinadora de Planificación Turístia de Guaymallén destacó que hace seis años que se aplica el plan ordenamiento y que en la zona del Cinturón Verde no se permiten determinadas edificaciones ni fraccionamiento de loteos menores a los 2.000 metros.
Aquí se destacan las plantaciones de verdeo, camote, aromáticas y cultivos hidropónicos. Pese a la riqueza de la tierra negra que caracteriza a La Primavera, Kilómetro 8 y Corralitos, entre otras, no es sencillo establecer incentivos para los cultivos. En principio porque para plantaciones como el camote o el zapallo es complejo conseguir mano de obra, por lo que desde el municipio promueven la aplicación de diversos programas de incentivo. “También formamos parte de la llamada mesa de gestión local que es un espacio provincial con el fin de abordar las problemáticas de las distintas partes productivas”, apuntó Barbui. En un contexto de avance del cemento, de pérdida de la cultura del campo, de cambio climático y de escasez de agua, desde el INTA abogan por prácticas conservacionistas.
“Aunque para muchos es más redituable hacer un barrio privado, no lo es ni para el suelo ni para la cultura heredada de tantos años”, subrayó Pereyra. Además del cuidado del rico Cinturón Verde en todos los puntos de la provincia, también es clave valorar no solo quién produce los alimentos sino también cómo los producen. En la actualidad, adquieren cada vez más relevancia las prácticas sostenibles y la minimización del uso de agroquímicos lo más que se pueda. “No hay que olvidar que en el mundo el 50% de los alimentos provienen de la agricultura familiar por lo que es importante reducir la concentración en pocas manos”, manifestó Pereyra.
Desafíos y la posibilidad de la tecnología
Las especies que se cultivan en Mendoza son variadas y numerosas, por lo que la actividad ha logrado las especies que se cultivan en la provincia, por lo que la actividad ha logrado una especialización de productores en manejo y producción. Hacia adelante, además del ordenamiento territorial, el principal desafío tiene que ver con el agua. La restricción del recurso hídrico es un punto clave para potenciar la agricultura en las zonas irrigadas. A esto se suma la riqueza del suelo y la aplicación de políticas adecuadas para preservar el agua en el mediano y largo plazo.
En este marco, la aplicación de tecnología es una manera de eficientizar los cultivos y ya se aplica desde distinto puntos de vista que van desde ahorro de agua (riego) hasta reutilización de este recurso. En este marco, la investigadora del INTA subrayó que es preciso sostener la cultura alimentaria así como prácticas lo más orgánicas posibles. “Hay que profundizar las técnicas agroecológicas, rescatar saberes para antiguos para unirlos con el aporte actual que dan la ciencia y el conocimiento”, destacó Pereyra. De este modo, utilizar la tecnología a favor de la salud y del ambiente con el uso de técnicas alternativas y ecológicas.
En este sentido, Ruggeri coincidió que la infraestructura previa y el avance de la ciudad en detrimento de los cinturones verdes desplazan la horticultura. En este marco, sumó que la tecnología ha servido, entre otras cosas, para que esas mismas producciones sean más eficientes e intensivas. Así, entre otras técnicas el incremento de invernaderos permiten alternar o producir todo el año así como la utilización de variedades específicas de más resistencia para la zona. De hecho, el INTA posee varias líneas de investigación en este sentido que han servido o para crear nuevas especies o para mejorar las existentes con el beneficio económico y productivo que esto implica.