“El problema no es que llueva; el problema es el exceso”, sintetizó un productor sobre su preocupación actual por las últimas semanas de lluvias. Con un noviembre más lluvioso que el del año pasado y con las precipitaciones que aún continúan en diciembre, la duda está en si eso puede activar enfermedades de hongos en la vid y en las complicaciones logísticas para cosechar el ajo.
Los datos de la Dirección de Contingencias Climáticas informan que el acumulado de lluvias entre enero y noviembre de este año son de 305,8 mm, contra los 235,2 mm del año pasado y los 214,4 mm del promedio entre 2007 y 2020. Si bien noviembre también fue un mes más lluvioso, hay que aclarar que la gran diferencia interanual se debe a que en febrero de 2021 se dieron grandes lluvias y se mide el valor acumulado.
Para puntualizar un caso, en el oasis Centro de Mendoza (que en la medición de Contingencias incluye al Valle de Uco) en el pasado mes de noviembre llovió un poco más de 30 mm, mientras que en 2020 llovieron 20 mm. De todos modos, este año se estaría en el promedio histórico de noviembre, de 30 mm.
“En Mendoza es común que en la época de calor llueva más. La temporada pasada fue un poco más seca que el promedio y, por lo que estamos viendo, esta vez vamos a tener un verano con parámetros normales”, explicó Martín Cavagnaro, coordinador de Investigación y Desarrollo de la dirección de Agricultura y Contingencias Climáticas. Las altas probabilidades de lluvia continúan hasta el próximo martes inclusive.
Mariel Vanin, secretaria técnica del Iscamen, explicó que, así como ante una duda médica uno debería acudir a un especialista, cada productor debería consultar con un asesor o ingeniero agrónomo de confianza, ya sea algún conocido o alguien del Iscamen o del INTA: “Cada situación es especial. La elección del producto para hacer una curación depende de muchos factores. Por ejemplo, si se lleva un cultivo orgánico o no”.
Hay algunas enfermedades que son endémicas, es decir que están en el medio y esperan las condiciones para aparecer: la peronóspora y la botritis. Es un punto que quieren trabajar más en el Iscamen con las alertas, de modo de analizar los datos meteorológicos y avisar a los productores si se dan estas condiciones.
“Por un lado, tenemos mucha información en base a satélites y estudios. Por el otro, vemos en las últimas temporadas condiciones que no son usuales. Creo que hay que profundizar en estos temas”, afirmó Vanin. La secretaria técnica del Iscamen también hizo hincapié en la responsabilidad de cada productor por su cultivo, porque si uno no aplica los tratamientos ni cuida la sanidad, será un foco de infección para los vecinos.
Además, siempre se sugiere calibrar bien la maquinaria de curaciones porque, si no, salen gotas de distintos tamaños y se reduce la eficacia del tratamiento. No se trata sólo de efectuar la curación en el momento correcto, sino de hacerlo con la dosis y la forma adecuada.
Enfermedades en las viñas
En la vid hay tres enfermedades fúngicas vinculadas a la humedad: peronóspora, oídio y podredumbres de los racimos. Según Gustavo Aliquó, investigador del INTA Mendoza, una que puede tener más incidencia ahora es la peronóspora, que ataca en especial la hoja, “la fábrica de azúcar del racimo”, y si el ataque es en racimos (que en esta época poseen sus bayas con tamaño de granos de arveja), dichas bayas toman color marrón y se secan, tomando un aspecto momificado.
Otra enfermedad con incidencia ahora es el oídio, que afecta hojas y bayas, y genera lastimaduras en estas últimas que después favorecen el desarrollo de la Botritis y demás podredumbres de racimos. Al igual que la peronóspora, el oídio necesita condiciones de humedad para desarrollarse, y presencia del patógeno en el viñedo.
“Si ya hubo antecedentes de peronóspora en el viñedo y tenés variedades propensas, no podés darte el lujo de especular y no hacer un tratamiento fitosanitario preventivo”, comentó Aliquó. Antiguamente incluso se hablaba de “La curación de Navidad”, porque se especulaba que llovía poco hasta antes de esa fecha, pero es necesario realizarla antes.
Además, es necesario hacer una prevención con base a un monitoreo permanente de las condiciones climáticas, para que la lluvia no sorprenda sin haber aplicado los tratamientos fitosanitarios. Vale recordar también que pasar el tractor y la pulverizadora se volverá mucho más difícil sino imposible con el terreno embarrado.
En cuanto a los productos para la vid, Aliquó explicó que los productos en base a cobre (para la peronóspora) tienen una alta adherencia, son productos de contacto que quedan “pegados” y hacen efecto donde están en contacto. También se pueden usar productos sistémicos, que entran y se traslocan por la planta y demoran alrededor de dos horas en ingresar a la misma una vez aplicados.
Tradicionalmente se usan productos en base a cobre para peronóspora y azufre micronizado para el oídio. “Si llueve, algo del producto de contacto se podrá lavar”, advirtió el especialista del INTA. Una sugerencia para eso es poseer un pluviómetro en la finca, un recipiente aforado que indica los milímetros precipitados durante una lluvia. Si llovió más de 20 mm se considera que el producto aplicado se lavó totalmente y necesitará volver a aplicarse.
Las lluvias y el ajo
En el Iscamen explican que el impacto negativo de las lluvias en el ajo tiene que ver con que se hace la cosecha y en general se lo deja secando en la finca para después hacer la ristra. Para quien lo tenga en la finca al aire libre (sin un galpón o una estructura adecuada), estas lluvias hacen que haya ataque de hongos y una pérdida importante. De vuelta, la sugerencia es recurrir al profesional de confianza para que detecte las enfermedades o los ataques a tiempo.
Maximiliano Bordas, ingeniero agrónomo de la Sociedad Rural del Valle de Uco, consideró que la época estival de lluvias en Mendoza comienza en noviembre, sigue en diciembre, se detiene en enero y vuelve a llover en febrero. “Estas semanas han sido de ciclo húmedo. Estamos en un ciclo húmedo que ha complicado la arrancada del ajo colorado, no del ajo chino que ya se terminó de arrancar”, comentó Bordas.
Por ejemplo, las altas lluvias en San Carlos impidieron usar las máquinas cosechadoras de ajo y debieron volver a la gente y la cosecha con cuchilla. El último martes, a pesar de la lluvia debieron trabajar igual. “Va a tener un descuento en tierra seguramente y perjudica en la comercialización y en la calidad también, porque, si se moja, el ajo se echa a perder y no podés terminar de arrancar”, explicó el técnico de la Sociedad Rural del Valle de Uco.
El problema con la tierra también es que impide trabajar en los futuros cultivos que remplazan al ajo, como el tomate o la papa. La lluvia para el ajo implica, en síntesis, una complicación más en términos de logística que de sanidad vegetal.
Trabajar en agrometeorología
En lo que se refiere a estudios climáticos, una novedad en Mendoza es el Programa Agrometeorológico para Duraznero que realiza desde hace dos años la Asociación para la Innovación Agrícola (AIA). Con una estación meteorológica en el Valle de Uco, esta iniciativa privada brinda información y análisis meteorológico a sus productores asociados, con sugerencias de riego, pulverizaciones y manejo del cultivo.
“Es un sistema muy localizado, un programa de Agrometeorología en el Valle de Uco. Tenemos una estación y datos del satélite. Con eso hacemos un pronóstico desde Tupungato hasta Tunuyán. Son 170 km cuadrados y abarca la totalidad de durazno de industria y casi todo el durazno en fresco”, describió Alain Boulet, presidente de AIA.
Con esta tecnología informan sobre la temperatura, la probabilidad de precipitaciones, la cobertura de nubes, el viento y las ventanas de pulverización. La idea es no sólo dar los datos como una app del clima, sino también brindar un análisis de cada variable y sugerencias, como cuánto se recomienda regar.
En la última semana, en base a las precipitaciones, recomendaron realizar tratamientos para prevenir la Monilia en variedades de durazno tempranas. El hongo se transmite por una espora que, para activarse, necesita agua libre. En función a un análisis, se puede advertir al productor antes de que se desarrolle el hongo.