El crecimiento de la hidroponía (también llamada “cultivo sin suelo”) continúa a paso firme en Mendoza, y ahora también se incluyen algunas propuestas de acuaponía, cuando se incluyen peces dentro del sistema productivo. El sistema es atractivo también para personas que no están vinculadas con el agro.
Silvina Morales y Mariana Cantaloube, técnicas del Instituto de Desarrollo Rural (IDR), aseguraron que el interés continúa en crecimiento, y estiman que en Mendoza hay alrededor de 25 empresas y emprendedores que aplican esa técnica. La alta producción por metro cuadrado, el ahorro de hasta 90% de agua y la compatibilidad con muchos cultivos son algunas ventajas.
Dos características se destacan en estos cultivos son la calidad del producto y la velocidad de crecimiento. Mientras que una lechuga en el suelo demora de 70 a 90 días desde que se coloca la semilla hasta que se puede cosechar, en el agua está lista en 40 a 45 días. Según detallaron las especialistas, la clave es suministrar la solución nutritiva específica para el tipo de cultivo y para el estadio de la planta. La unidad económica de media escala es de 300 m2.
A eso se suma hoy la acuaponía, que según explica Cantaloube, “implica trabajar con variedades de peces y aprovechar sus desechos para nutrir las plantas; luego algunos productores venden los peces y otros no”. Los desechos de estos animales acuáticos se transforman en materia orgánica vegetal.
Volviendo con la hidroponía a nivel general, algunas limitaciones son una fuerte inversión inicial, necesidad de especialización, dependencia energética y requerimiento de agua de buena calidad. En cuanto a cultivos, van desde lechugas hasta aromáticas, pasando por pimientos, tomates y frutillas, y se hacen algunas pruebas para forraje verde de engorde.
Morales afirmó que es un mercado que crece y, como todo emprendimiento, si no se evalúan las factibilidades puede fracasar en el proceso. La analista del IDR recordó que tienen una red de emprendedores y se puede pedir más información al correo financiamiento@idr.org.ar.
Hidroponía y acuaponía
Un referente local en hidroponía que ahora también emplea la acuaponía es Alejandro David, uno de los dueños de Finca El Sauce. Con alrededor de 4 ha de cultivos en hidroponía (uno de los mayores establecimientos en Mendoza), está convencido de este sistema: “La hidroponía es el futuro, de a poco nos tenemos que ir haciendo más eficientes por el riego. No sé si es la única solución, pero seguro que es una gran parte”.
Cuando tenían la finca con el esquema tradicional, la vertiente sólo les permitía regar 1,5 ha, una vez por semana. Hoy riegan las cuatro todos los días durante 4 horas y les sobra el recurso. Hoy cultivan más de 30 verduras, desde lechuga y berenjena hasta tomillo y menta.
Nuevamente, el costo figura como dificultad. David calcula que el sistema completo por hectárea puede valer entre U$S 500 mil y U$S 700 mil, incluyendo invernadero, riego por goteo y grupo electrógeno. “El año pasado, solo hacer un invernadero me costó $ 14 millones, y a eso hay que sumar la instalación para hidroponía y el riego”, ilustró.
En cuanto a la acuaponía, en El Sauce tienen cuatro estantes de mil litros cada uno con truchas de arcoíris. Las heces de los peces salen con el agua hacia un filtro biológico, con bacterias que “se comen” el amoníaco de las heces y lo transforman en amonio, un fertilizante nitrogenado que luego aprovecharán las plantas.
David detalló que, en vez de comprar el fertilizante, compran el alimento para los peces por un costo menor. Luego las truchas y el filtro lo “transforman” en fertilizante y se recupera la inversión cuando venden las truchas. De este modo, el cultivo se nutre en parte con químicos y en parte con este fertilizante natural, de modo que “no es totalmente orgánico, pero es un producto más sano y natural”.
Desde afuera del campo
La hidroponía no solo atrae a productores de tradición familiar, sino que muchas personas “de la ciudad” descubrieron el tema en la pandemia (por dificultades económicas o con una lógica de alimentación saludable). Por eso, varias consultas que reciben en el IDR son de personas ajenas al sector agrícola.
Diego Malnar proviene de una familia de metalúrgicos y, como durante la pandemia cayó la actividad, buscó diversificarse junto a su padre, Iván. Investigaron sobre el tema y empezaron con un espacio reducido de 100 m2. Hoy construyen otro invernadero de 300 m2 y Diego comenzó con un socio, Pablo Maire, una empresa para ofrecer el armado de invernaderos y sistemas de hidroponía. “El crecimiento ha sido exponencial. Estoy en mucho grupos hidropónicos y cada vez se suma más gente, algunos con sistemas caseros aprendiendo desde su hogar, comentó.
Cuando comenzó, tuvo una experiencia chica de 100 m2 y 1.200 plantas, especialmente de lechuga con el sistema NTF (técnica de la lámina nutritiva) que se hace en caños. “Para que sea rentable y puedas contratar a otras personas que estén a cargo, habría que pensar en algo de por lo menos 300 m2 y 3.000 plantas”, aclaró.
Con su experiencia de “metalúrgico devenido en hidroponista”, Malnar con su socio Pablo Maire armaron la empresa Vida Vertical Hidroponía SAS, con la idea de acompañar a otros interesados, y ya trabajan en un sistema hidropónico con sustrato para frutilla. “En el IDR nos están ayudando mucho en este camino, por ejemplo a presentarnos a créditos. Hay oportunidades de desarrollar varias cosas”, afirmó.