Historias: criollas para mosto orgánico con mecanización de labores

Diego Jofré tiene 41 años y trabaja en un proyecto con el que ha logrado mejorar los rindes y, además, bajar los costos en poda.

Historias: criollas para mosto orgánico con mecanización de labores
Es el sistema de conducción que le ha permitido mecanizar tanto la poda como la cosecha. / Foto: José Gutiérrez

Diego Jofré es tercera generación de productores vitícolas y hoy está al frente, junto con un socio, de una finca de 24 hectáreas, ubicada en Los Árboles (Rivadavia). Para lograr un diferencial en la rentabilidad en cultivo de vides criollas, que venden para mosto, en 2017 certificó el manejo orgánico y de comercio justo, y este año tuvo su primera cosecha en una hectárea con el sistema de conducción “box pruning”, que permite mecanizar las labores.

Diego bromea con que debe ser el único productor vitícola de 41 años que queda, porque el promedio de edad ronda los 60 ó 70, ya que los hijos, en general, estudian y prefieren dedicarse a otra cosa, debido a que el cultivo no es rentable. Cuando se le pregunta por qué decidió continuar con la finca que era de sus abuelos, responde, con ironía: “Me gusta sufrir”.

De hecho, él mismo estudió Medicina y le quedaron 10 materias para recibirse. Pero en el camino enfrentó dificultades por ser del Este provincial y tener que alquilar en el Gran Mendoza, y porque las mesas de febrero y marzo coincidían con la época de labor más intensa en el viñedo, así que terminó abandonando. “Te va arrastrando el día a día”, reconoce sobre ese trabajo que conoce desde que salía del Jardín de Infantes en la escuela Bernardino Rivadavia y se iba a la finca de su abuelo.

Pese a eso, no estudió Agronomía, porque no le atrajo la idea de cursar una ingeniería. El año pasado, sin embargo, comenzó la Tecnicatura en Agronomía, pero el cursado se le complicó con la pandemia, ya que, además de la finca propia (50 y 50% con su socio), alquila otra en Barriales y lleva por administración tres: en Colonia Lambaré, Maipú y Reducción, de la empresa de su socio. “Hay muchas cosas que ya las conozco, pero la idea es tener un título para sumarle a mi experiencia”, señala.

Lo primero que hizo cuando heredaron la finca de Los Árboles fue buscar un socio para poder comprar la parte que correspondía a sus hermanos. Además, es a quien le lleva otras fincas y le vende parte de su producción, porque tiene una bodega en la que realiza una elaboración orgánica y bajo los parámetros del comercio justo.

Lo segundo, fue empezar a “buscarle la vuelta” para incrementar la rentabilidad, porque entendía que el sistema tradicional no funciona, ya que el componente impositivo es determinante: 76% de lo que produce una finca va a impuestos y se debe pagar 46% por cada empleado que se tiene en blanco, plantea.

Entonces, vio que la producción orgánica permite obtener un 30% más -por lo menos- por el producto y los plazos de pago son más cortos. Como contraparte, es más costosa, porque demanda más mano de obra. “Para limpiar una cepa sin usar herbicidas, por el lado de abajo, se necesita un tractorista y dos personas más con desorilladora. De la otra forma, tradicional, sólo un tractorista con una máquina herbicida”, acota, aunque añade que ahora tienen una desorilladora automática.

De ahí que el paso siguiente fue tratar de mejorar el sistema de conducción para poder mecanizar labores. Jofré cuenta que, desde el primer día, se vinculó con el INTA, porque le parece una herramienta muy valiosa para los productores, que pocos aprovechan. Los técnicos del organismo lo invitaron a ir a San Juan, donde se utiliza el “box pruning” y decidió implementarlo.

En la vecina provincia, vio que los rindes de ese sistema rondan los 450 quintales por hectárea, versus los 350 a 400 del parral y los 250 a 350 del espaldero. Por otra parte, cuando hizo un estudio de costos en 2018 –no lo ha actualizado, aclara-, calculó que las labores de poda y atada con “box pruning” demandaban $1.600 por hectárea, mientras que con el espaldero trepaba a $7 mil y con parral a $12 mil.

El año pasado, cambió el modo de conducción de una hectárea en la finca de Los Árboles. Para eso, detalla, dejó un solo cargador arriba y subió el alambre, para llevar la producción a 1,60 o 1,80, en forma de L, lo que le permite mecanizar la cosecha y la poda, ya que el 70% del costo de producción de una finca se vincula a la mano de obra.

La modificación, cuenta, le implicó que este año, el primero, perdió 50% de la producción, porque la planta se debe adaptar a la nueva forma. A esto se sumó la afectación por heladas y granizo. Pero confía que el año que viene alcanzará los rindes que se obtienen en San Juan.

Entre sus planes, figuran seguir extendiendo el sistema en la medida que sea posible. Esto, porque hay que colocar un palo cada tres metros –en lugar de cada seis, como con el espaldero-, para que soporten la carga. Reconoce que nunca se sabe si el año próximo la uva va a tener un buen precio, como para acceder a un crédito. También tiene pensado instalar riego por goteo.

Además, con su socio, han desarrollado un proyecto paralelo, para complementar el productivo, que es una empresa de servicios para los productores. Como tienen las máquinas que utilizan en las fincas propias y ya las alquilan a algunos asociados a la bodega, apuntan a extenderse a otros interesados.

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