Aunque las trabas a la importación vienen generando problemas en distintos sectores desde hace meses, en el agroindustrial en particular, provocan demoras y sobreprecios, que impactan en el valor final de los productos. Los cupos y el tiempo que demandan las gestiones para ingresar desde insumos hasta maquinarias y repuestos son parte de la nueva realidad que deben intentar sortear los productores primarios y los industriales. A eso se suma el sostenimiento de las dificultades logísticas por la pandemia y las nuevas que causó la guerra Rusia-Ucrania.
Si bien el Gobierno nacional ya había establecido restricciones al ingreso de mercaderías desde el exterior, para intentar frenar la salida de divisas, en febrero de este año la AFIP hizo una modificación, que tornó más compleja la situación. Hasta ese momento, el CEF (Capacidad Económica Financiera), que es un análisis de la solvencia y liquidez de las empresas, tomaba como referencia los últimos 30 días de operación. A partir de entonces el plazo de este historial de evaluación se extendió, con lo que se limitaron las posibilidades de conseguir un permiso de importación.
Este cambio provocó que algunas firmas importadoras no lograran acceder a una licencia de importación y que otras vieran reducidos los importes autorizados. Además, aunque la mayoría de las firmas importadoras obtiene la autorización, se producen demoras, lo que genera un impacto en los procesos productivos.
Faltantes en góndola
Raúl Giordano, presidente de la Cámara de la Fruta Industrializada de Mendoza (Cafim), señaló que la industria de conservas de frutas y hortalizas está teniendo algunas dificultades con la importación de productos químicos para el agro, ciertos insumos y repuestos de máquinas o las maquinarias en sí mismas. En cuanto a los envases, detalló que en general se complica, pero que las latas tienen el anillo para abrirlas (abre fácil) son importadas y, para poder conseguirlas, iniciaron las tratativas en setiembre del año pasado.
En este sentido, Giordano expresó que les preocupan mucho las demoras que están teniendo las autorizaciones para poder importar algunos repuestos o maquinarias que necesitan en este momento, que es cuando realizan las tareas de mantenimiento y reparaciones.
A esto sumó que hay elementos químicos que a las empresas que los traen desde el exterior les está costando mucho ingresar. En consecuencia, advirtió que empieza a haber una situación irregular en la provisión y el precio de estos insumos. De hecho, indicó en algunos casos han aumentado considerablemente, producto de la poca oferta disponible. Las subas de los costos, acotó, deben trasladarse al valor final.
Por otra parte, las dificultades también se notan en las industrias asociadas, como lo son las litografías o las fábricas de envases de plástico, que pueden tener problemas para conseguir un insumo determinado, como el sello de las tapas de los frascos para mermeladas o alguna tinta para las etiquetas.
Esto provoca atrasos en las entregas, que se trasladan a demoras en la producción. Giordano manifestó que todo esto causa que, en ciertos momentos, haya faltantes en los comercios de ciertos productos o marcas, lo que reduce la variedad de opciones para el consumidor.
Concentración de pedidos
Milton Kuret, director ejecutivo de Bodegas de Argentina, expresó que, a las dificultades de logística internacional, se sumaron las nuevas disposiciones del Banco Central, a través de la comunicación A7466, en la que, básicamente, clasifica las importaciones de insumos con licencias automáticas y en función de dicha clasificación, asigna un cupo en el pago de anticipos a los proveedores del exterior y un plazo para efectivizarlo desde el ingreso de la mercadería al país.
En este sentido, el problema de la industria del vino es la estacionalidad con que realiza las importaciones de insumos que no tienen sustitutos en el país -como barricas y tapones de corchos-, sumado a la necesidad de importar botellas, que se originó en el último trimestre de 2021 y que continúa en 2022, en el caso de ciertos formatos y colores que no se están fabricando internamente.
Kuret detalló que esta situación de cupos en el tiempo obliga a las empresas a ser selectivas en las importaciones, con el problema de que no siempre tienen los insumos a disposición en el momento en que los necesitan. Por otra parte, los proveedores extranjeros ya negocian condiciones de venta en función de la clasificación en la que pueda caer la importación por parte del BCRA. Si la clasificación condiciona los pagos al exterior a plazos mayores, las operaciones no se concretan, dados los temas de variación de precios en las economías de origen.
“Las situaciones que se dan son diversas. Algunas empresas se ven afectadas tanto en la cupificación en el tiempo como en las posibilidades de crecimiento ya que, además, la citada norma establece los montos en función de importaciones realizadas en años anteriores”, explicó el directivo de Bodegas de Argentina.
Las dificultades en la provisión de vidrio tuvieron su origen en un marcado incremento en el consumo de vinos durante la pandemia, lo que se tradujo en un pico de demanda de botellas -en todo el mundo- al que las cristaleras no pudieron responder. A eso se sumó, ya en la provincia y en setiembre de 2021, el incendio parcial de una de las principales fábricas.
La solución a este faltante de envases, que perjudicó en particular a las bodegas pequeñas -aunque también a otras industrias, como la olivícola- y a las que buscaban formatos diferentes, parecía ser la importación. Pero esto no resultó tan sencillo en todos los casos.
Escasez de vidrio
Juan Pablo Menéndez, de Blue Sky, una empresa importadora de envases de vidrio, comentó que hasta ahora vienen trabajando bien, sin problemas. Explicó que desde que, con la pandemia, se registró una suba del consumo de vino, hay faltante de vidrio en todo el mundo. Esto, porque la demanda aumentó, mientras que las cristalerías mantuvieron la misma capacidad de producción. Por otra parte, las industrias no son ajenas a las limitaciones para conseguir gas para hacer funcionar los hornos.
Esta explosión de la demanda provocó grandes inconvenientes. “La empresa, con más de 20 años en el rubro, se había especializado en tratar de ofrecer una opción distinta a los tamaños o modelos que más fabrican las industrias locales, pero con las dificultades hubo un incremento de pedidos de las botellas tradicionales de vino”, señaló.
Sobre los trámites, Menéndez detalló que, antes de una importación, deben presentar una SIMI (Sistema integral de monitoreo de importaciones) o Declaración Jurada Anticipada de Importación, en la que se detalla cuál va a ser el monto de la operación. Luego se debe esperar la aprobación. Sin embargo, aclaró que no han tenido inconvenientes para traer envases desde distintas partes del mundo.
En cambio, sí han tenido problemas para conseguir contenedores o para traer un envío, ya que a veces acuerdan una fecha con la naviera y luego les avisan que ha habido demoras con el buque o que no hay lugar, por lo que les pasan la fecha del viaje para más adelante. Esto, señaló, no sólo afecta a los importadores, sino también a los importadores.
Las complicaciones para acceder a contenedores se originaron con la pandemia, debido al incremento del comercio internacional, las restricciones por la pandemia y las bajas por enfermedad en los puertos. La situación se extendió en el tiempo y se vio aún más complicada con la invasión rusa a Ucrania, ya que algunos barcos alteraron sus rutas.
De hecho, Menéndez comentó que ellos traen usualmente botellas de una cristalera en Moldavia, que despacha por el puerto de Odesa, en Ucrania. Cuando la guerra comenzó, tenían un envío preparado para salir y debieron esperar largos meses para poder recibir la mercadería.
Sobre precios y rentabilidad
Son múltiples los productos que, aunque se fabriquen en el país, tienen algún componente importado. Carlos Achetoni, presidente de la Federación Agraria Argentina, explicó que la escasez de dólares ralentiza la autorización de las importaciones y esto impacta en la posibilidad de traer insumos para la producción, como fertilizantes, fungicidas e insecticidas, pero también repuestos, maquinarias y cubiertas para vehículos, e incluso el acero que se usa para hacer los cierres de los campos.
Achetoni sumó que hay momentos puntuales en que la demanda es fuerte, porque se necesita un aprovisionamiento, y que, como se dosifican los ingresos, no se consiguen ciertos productos o, al menos, no el que específicamente se busca. En cuanto al impacto que esto tiene en la producción, detalló que, si no se accede a los fertilizantes, por ejemplo, no se puede hacer bien esta labor, con lo que se reducen las expectativas de rendimiento del cultivo. O, si se consiguen los químicos, se debe pagar un sobre precio, que acorta la brecha de la rentabilidad.
Además analizó que, si bien en ciertas producciones los números parecen altos, también lo son los costos de producción y se deben sumar las retenciones, la dualidad cambiaria, la presión impositiva interna. Por otra parte, añadió que muchos cultivos se han en tierras arrendadas, lo que implica un componente fijo que limita mucho el margen.
Mirada de largo plazo
Mario Bustos Carra, gerente de la Cámara de Comercio Exterior de Cuyo y de la Asociación Olivícola de Mendoza (Asolmen), indicó que el sector olivícola hay preocupación por el abastecimiento de frascos para las aceitunas y de botellas para el aceite de oliva, y también por el precio de los agroquímicos. Muchos se fabrican en el país, pero tienen algún componente importado, y los precios han subido considerablemente.
En cuanto a otras etapas de la producción, indicó que queda muy poco para terminar la cosecha de aceituna y que, con una mirada más amplia del agro en la provincia, habrá que esperar a conocer qué sucederá en octubre próximo, cuando comience la recolección del ajo y las frutas tempranas.
“La falta de gasoil (ver aparte) afecta esta tarea, ya que, si bien las distancias no son tan largas, los autoelevadores y otras máquinas funcionan con este combustible y hoy resulta difícil llenar un tambor de 200 litros para abastecerlos”, agregó.
Sin embargo, Bustos Carra se mostró más preocupado por la incertidumbre. En este sentido, señaló que entre 70% y 80% de la producción olivícola se exporta y que hay contratos firmados en dólares, pero que el tipo de cambio oficial va por detrás de la inflación, lo que erosiona la rentabilidad, al tiempo que los fletes internacionales han aumentado mucho. “No hay una política económica en el país que ofrezca un cierto respaldo a los productores”, lamentó.
Por su parte, Carlos Iannizzotto, presidente de Coninagro (Confederación Intercooperativa Agropecuaria Limitada), señaló que lo que se está viviendo es el “el freno histórico que tiene la producción y la exportación argentina cada vez que recupera actividad”. Detalló que Argentina no explota debidamente las ventajas que tiene, como el gas, ya que faltan gasoductos para transportar el que se extrae, y como el petróleo, ya que los precios en el mercado interno no resultan atractivos para la inversión.
Esto provoca, planteó, que se deban importar insumos y maquinarias que podrían producirse en el país, lo que calificó como una auto-limitación. “Esas mayores importaciones, a precios internacionales crecientes, por el conflicto bélico y el problema de endeudamiento y salida de capitales por el riesgo que implica ser Argentina, lleva a la escasez de dólares”, sostuvo.
“A su vez, los mercados paralelos aprietan más el cuello de botella en el que nos estamos ahogando. Esto es una herida mortal para el sector productivo”, agregó Iannizzotto.