Un problema central en el agro es la logística y la comercialización, que generan incrementos notables desde que el producto sale de la finca o la chacra hasta que llega a la góndola. Esto es aún más complicado en las unidades agrícolas familiares, que en general tienen poca extensión y un bajo volumen de cultivos. El sector trabaja en distintas opciones para buscar una solución, con asociativismo o tecnologías digitales.
La economista Fernanda Bonesso, hija de productores y cofundadora de la startup Agrojusto, explicó que entre el productor y el consumidor final hay como mínimo tres intermediarios, aunque suelen ser hasta cinco. Por ejemplo, un productor de papa vende su cosecha a alguien con lavadero. Luego éste la vende a alguien con un puesto en la Feria de Guaymallén y este último la revende a un verdulero. Se estima que cada intermediario duplica el valor.
“Tiene que haber más conexión del productor con el mercado para que no se desperdicien alimentos y para que haya un valor justo. En la ONU se habla de lograr “hambre cero” hacia 2030. Eso significa que nos quedan ocho cosechas para cambiar”, afirmó Bonesso, remarcando que para que este cambio funcione deben intervenir todos los actores de la cadena.
Fue así que en Agrojusto se propusieron crear una plataforma para vincular productores agrícolas con comercios mayoristas y a estos con el consumidor final. El objetivo es que los consumidores puedan acceder a un precio justo por alimentos y a la vez sea un valor rentable para productores. El año pasado recibieron reconocimientos de Naciones Unidas y de Innovación Latam por su propuesta, y ahora trabajan con agricultores y cooperativas.
Una asociación que desde 2005 trabaja en Mendoza para acercar productores y consumidores es El Arca, y sus principales líneas de trabajo son alimentos y textiles. Nuclean a 300 unidades productivas, algunos habituales y otros por temporada, y se vinculan con 300 familias consumidoras que habitualmente compran por semana, quincena o mes, además de vender a entre 15 y 20 empresas como La Marchigiana o Arcor, con un interés en crecimiento.
Pablo Ordóñez, cofundador de El Arca, explicó que hay dos tipos de productos: los que son de consumo en fresco como los bolsones de frutas y verduras y los que incluyen mayor valor agregado como tomate triturado, dulces en almíbar y escabeches. “Hay muchos emprendimientos que toman esos cultivos de la agricultura familiar y los convierten en un producto envasado”, comentó Ordóñez.
Con un local en la sexta sección de Ciudad y pedidos por WhatsApp, El Arca no sólo vende a familias particulares, sino también a hoteles y restaurantes, logrando comercializar un volumen mayor. Cuando un restaurante planifica su demanda de tomate triturado o de duraznos, se puede armar un circuito que se inicia con la producción primaria, se convierte en un producto elaborado y finalmente se consume.
“A lo mejor un restaurante consume 10.000 unidades al año para hacer salsa. Eso permite pensar en un volumen de producción importante y se genera un circuito que va desde la semilla y las chacras en el Cinturón Verde de Mendoza hasta restaurantes como La Marchigiana o Zito”, ilustró Ordóñez. Además hay otros productos que funcionan bien para el turismo, como el aceite de oliva y las peras al malbec.
Asociarse para comercializar
En la Federación de Cooperativas Campesinas y Agricultura Familiar (Fecocaf) en principio buscan asociarse para dar valor agregado a sus productos, sin que el costo recaiga fuertemente sobre el consumidor final. El secretario del consejo asesor de Fecocaf, Diego “Manota” Montón, cree que es importante trabajar con otros grupos organizados, como mutuales, sindicatos y uniones vecinales para hacer llegar los productos.
“En la pandemia tuvimos una muy buena experiencia vendiendo bolsones de frutas y verduras. También vendemos con redes de comercio justo en Rosario, Buenos Aires y Córdoba”, comentó Montón. Además, en abril abrieron el Almacén Campesino en el centro mendocino, que vende frutas, verduras y lácteos elaborados por productores cooperativos y de manera agroecológica.
Otra opción de venta son los almacenes de ramos generales que tiene la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) en Buenos Aires. “El sistema tiene que ser transformado, va a hacia una mayor concentración y eso es un gran problema para el desarrollo argentino. Hay que avanzar en democratizar los sectores. El comercio es uno”, afirmó el secretario de Fecocaf.
Finalmente, Lautaro Breitman Pacheco, sociólogo especializado en temáticas rurales, señaló que un problema importante es que la cadena comercial incrementa el precio de los productos, pero cree que también debería mirarse “más atrás” en la cadena para resolver otros problemas de base. Eso es así, sostiene, porque, al ser producciones de pocas hectáreas, les resulta poco rentable acceder a la tecnología para mejorar el rendimiento.
Para el sociólogo, es cierto que “hay muchas cadenas que son rapaces, por ejemplo en zapallo conozco casos en los que les compran muy barato de adelanto y después lo revenden a mucho más”, pero en otras producciones ni siquiera pagando a un mismo precio que en otras chacras llega a ser rentable, porque no se trabajó en reducir los costos del productor.
“También hablamos de altos costos de estructura de comercialización, que en agricultura familiar se complica porque hablamos de unidades más chicas en superficie, y los productores no pueden vender al precio de otros. Hay que trabajar la comercialización, pero no hay que olvidarse de mejorar estas condiciones de base”, apuntó Breitman.