Muchas veces, los productores suelen hacer referencia a la “tormenta perfecta” para explicar el impacto negativo que tiene la combinación de diversos factores en la actividad productiva. En el caso de la avicultura, este año confluyeron una serie de elementos y situaciones que han llevado a que las empresas estén trabajando al límite de la rentabilidad, o incluso a pérdida, a la espera de que las condiciones sean más favorables.
Es que comparten con la mayoría de las actividades productivas un contexto de caída del consumo, vinculada con la pérdida de poder adquisitivo de las familias. De hecho, hace unos días se conoció que la inflación había desacelerado levemente en mayo, pero varias consultoras privadas señalaron que este descenso se explica por un descenso en las ventas de alimentos.
Y en esto, el pollo no es una excepción. Antonio Olmo, de Avícola Luján, comentó que, pese a que se trata de la carne más económica, el consumo ha caído un poco por el deterioro del salario. Por lo que, si antes una persona compraba un pollo, ahora lleva medio, o si se llevaba cinco kilos de pata-muslo, por estos días compra sólo un kilo o kilo y medio. Esto, aunque el precio bajó casi 30%.
“Hoy escuchaba en una nota periodística que un café cuesta $550 y hay pollos que se venden a $436 el kilo. Son congelados, pero están en el mercado”, señaló el productor. Sumó que el precio del fresco ronda los $780. El principal motivo de la caída del valor, detalló, fue el segundo factor que configuró esa tormenta perfecta: la gripe aviar.
Gripe aviar
A fines de febrero, luego de que se confirmara un caso positivo de influenza aviar altamente patógena (IAAP) H5 en aves de corral, Argentina perdió temporariamente su estatus de libre de la enfermedad y el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) suspendió la exportación de productos aviares, cumpliendo con las normas internacionales.
Si bien la producción aviar para el consumo en el país no se vio afectada, ya que la influenza aviar no se transmite por la ingesta de carne de pollo y huevos, los productores que exportaban destinaron esos productos al mercado interno. Olmo explicó que, en general, para vender al exterior, se destina un pollo chico, de 1,400 kilos, que, luego de faenado, queda en un kilo o 1,200.
Sin embargo, quienes normalmente exportan, los criaron para venderlos en el mercado interno, lo que hizo que se produjera una sobreoferta y llevó a que los valores del producto cayeran un 30%. Y si bien se esperaba que las exportaciones pudieran abrirse nuevamente en la primera quincena de junio, recién en un mes podrían desaparecer los focos actuales.
Entre tanto, el Senasa avanza en las conversaciones con los organismos de su tipo en varios países y, pese a que ya se recuperaron algunos mercados, la mira está puesta en que vuelva abrirse el de China. Para entenderlo, según datos de 2022 de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo Argentino (FADA), los principales compradores de la carne aviar argentina son China con el 41%, Chile con el 11%, Sudáfrica con 6% y Arabia Saudita con el 5%.
Por otra parte, el titular de Avícola Luján resaltó que los países asiáticos son los principales compradores de ciertos productos que no se consumen en Argentina, como el corazón y las garras. Como se pueden conservar hasta un año y medio congelados, las empresas saben que van a poder exportarlo en algún momento. De hecho, destacó que la pata-garra tiene un precio tres o cuatro veces superior al del pollo entero.
Sin embargo, estas partes del animal ocupan lugar en las cámaras frigoríficas, por lo que el productor se ve obligado, una vez que completa la capacidad de frío, a vender el pollo que faena a un precio más bajo, para poder sacar la mercadería. Y, por otro lado, la refrigeración tiene un costo, que le quita rentabilidad al producto final, cuando finalmente puedan enviarlo al exterior.
Como contraparte, Olmo resaltó que la gripe aviar no llegó a Mendoza y que, con los días más fríos, las aves migratorias, que son las que podían diseminar el virus, ya se han trasladado a otras zonas. Además, señaló que en la provincia ha disminuido mucho la presencia de estos animales, porque han desaparecido humedales, como las Lagunas del Rosario, que, décadas atrás, se extendían desde Costa de Araujo (Lavalle) hasta San Luis.
Nicolás Leiva, quien es un productor pequeño de huevos y tiene su granja en Los Álamos (Fray Luis Beltrán), comentó que, cuando se detecta un caso de influenza aviar, se ven obligados a matar todos los animales y esperar un cierto tiempo antes de volver a comprar. Esto, porque las avícolas no pueden arriesgarse a perder la inversión.
De ahí que las granjas que salieron de producción en otras partes del país no estarán productivas por un cierto tiempo. Pero acotó que esta baja en la oferta nacional no tuvo un impacto significativo en el mercado, ya que la demanda tampoco está tan alta.
Y si bien en la provincia no hubo casos, tuvieron que tomar precauciones para disminuir el riesgo, como desinfectar los vehículos al ingresar a la granja con amonio cuaternario, que, de hecho, es la única previsión que pudieron tomar, ya que resulta imposible espantar a las aves silvestres. Y esto implica un incremento en los costos.
Sequía
Aunque la enfermedad de las aves causó afectación en particular a la producción avícola, el impacto que tuvo la sequía en la disponibilidad de alimento es una problemática que el sector comparte con la cría de animales en general. Armando Sileoni, quien se dedica a la producción de huevos en Santa Rosa -es la tercera generación dedicada a la actividad-, detalló que el maíz, la soja y el girasol han aumentado en dólares. Y sumó que el problema es que no sólo les suben los alimentos, sino también todos los insumos.
Explicó que el 90% de los químicos que utilizan, como metionina, lisina, colina y fosfatos, son importados. Y que son esenciales para el fortalecimiento de las gallinas, ya que, en condiciones normales, pondrían huevos y los incubarían por un cierto tiempo; mientras que, en las granjas de producción avícola, suelen colocar un huevo diario. Estos sumplementos, al igual que las vacunas, llegan del exterior y van ingresando, pero con las dificultades que enfrentan todas las importaciones, de cupos y demoras, y los precios elevados por la menor disponibilidad.
Antonio Olmo comentó que toda cría de animales que se alimenten con cereales está teniendo las mismas dificultades, porque los precios se elevaron. Pese a eso, reconoció que no ha habido problemas para conseguir estos insumos -con excepción de la soja, que está un poco más complicada-, ya que, como no hay suficiente volumen y la producción no ha sido de calidad, algunos exportadores están vendiendo internamente.
El Centro de Agronegocios y Alimentos de la Universidad Austral elaboró un informe en el que señalan que la cosecha de soja está finalizando y habría unos 10 millones de toneladas en poder de los productores, mientras el año pasado eran 25 millones. “Es poca soja para la capacidad de molienda que tenemos”, planteó el profesor e investigador Dante Romano.
Con respecto al maíz, que está comenzando a cosecharse a buen ritmo el tardío, el productor se encuentra con un volumen grande y la comercialización viene atrasada. Por otra parte, la ausencia de lluvias y la baja temperatura ayudan a que los cultivos se sequen, y los rindes que se van reportando son muy bajos.
Mientras el 95% de la soja se exporta, en maíz ese porcentaje es mucho más bajo. “Especialmente en un año de baja producción, como el actual. Gran parte del maíz se convierte en carne, leche, energía, huevos y otros productos con repercusión en el gasto diario de los argentinos”, indicó en un análisis sobre la posibilidad de que se implemente un “dólar maíz”.
En cuanto a la siembra de trigo, llegó a un 40%, con lo que está dos semanas atrasada con respecto al promedio histórico. En muchas regiones, además, se reporta falta de humedad superficial para sembrar.
Así que quienes se dedican a la cría de animales tienen la mira puesta en el cambio de escenario que podría significar la llegada del fenómeno El Niño, que promete una mayor cantidad de lluvias. “Esperemos que este año no sea igual de seco. Dicen que va a llover, pero hace seis meses que en Mendoza no tenemos una buena lluvia”, lamentó Olmo y acotó que los productores ganaderos están padeciendo aún más la sequía y que el precio de la carne el pie se mantiene en los $480 el kilo, el mismo valor de hace tres años.
Consumo
En el caso del consumo, la situación es levemente diferente para quienes producen huevos y quienes se dedican a la producción de animales. Sileoni comenta que las ventas de huevos vienen más o menos estables, aunque desde mediados hasta fin de mes es evidente una leve disminución. Pero acotó que, después de que los estudios demostraron que el huevo no eleva el colesterol, hubo un repunte en el consumo, que se ha mantenido.
En cuanto a los precios, se produjo una suba, pero después se ha mantenido, porque han llegado huevos desde otras provincias, como Entre Ríos y San Juan. Por otra parte, señaló que los que fijan los valores son las granjas grandes, que tienen de 500 mil a 2 millones de gallinas.
Leiva, por su parte, mencionó que el consumo es el habitual, porque el huevo sigue siendo lo más barato en cuanto a opciones de proteína animal. Para ilustrarlo, señaló que uno suelto se puede comprar por $70 a $80 en los negocios barriales y que, con dos unidades, se puede armar una comida para una persona.
Pero sumó que el precio debería subir para acompañar la evolución de los costos, ya que los salarios, los químicos y el alimento han aumentado -resaltó que el cereal sube todas las semanas- y, si ese incremento no se refleja en el valor de venta, la producción no es sustentable. Por otra parte, indicó que con el riesgo de que la influenza aviar lleve a una pérdida total de la producción, debería volver a acomodarse, para que resulte rentable. De hecho, no sólo se dedica a la producción sino también a la reventa, para poder complementar su actividad con otro ingreso.
El precio del huevo se mantiene casi estable hace más de tres meses, luego de una suba, que llevó el maple a los $1.000 en promedio, con extremos de $850 para los 30 huevos pequeños y hasta $1.200 para los grandes. Leiva reconoció que, en ese momento, el negocio tuvo una mejora, pero se fue erosionando en el tiempo y ha vuelto a ser insuficiente. Y sumó que, dentro de todo, no ha caído, como suele suceder otros años, porque la producción se ha mantenido acotada y, con el frío, la gallina suele reducir un poco la postura.
Pero también planteó que, como el mercado se maneja por oferta y demanda, por más que los costos de producción se eleven, si hay mucha mercadería, no hay manera de sacarla a menos que el precio sea muy atractivo. Además, por el temor de que la influenza se expandiera, muchos panificadores se abastecieron con huevo en polvo y no están comprando el fresco.
El caso del pollo es diferente. Si bien también es la carne más económica, en los días fríos el consumo cae, porque la gente opta por las “comidas de cuchara”: los guisos, las legumbres y los cereales. En este sentido, Olmo anticipó que esperan que, de a poco, comience a repuntar por el cobro del aguinaldo y, a partir de agosto y setiembre, por la llegada de los días que invitan a preparar un pollo a la parrilla y otro tipo de platos más frescos. Hasta entonces, acotó, las empresas están produciendo a pérdida, porque se estima que hay un sobrestock del 10% en promedio a nivel nacional.
De todos modos, el titular de Avícola Luján manifestó que no han disminuido la producción y que, incluso, van a tener un leve incremento, porque tuvieron que trasladar una granja que quedó en zona urbana, donde tenían 70 mil animales, a otro lugar, con una capacidad de 100 mil. Pero resaltó que están muy atentos a la situación y se mueven con cautela.
Regular la actividad
“La avicultura, hoy, en Argentina, es un problema, porque uno hace unas cuentas ahora y mañana le salen otras”, lanzó Sileoni. Entre otros aspectos de la coyuntura económica, consideró que a esa incertidumbre y los altibajos cíclicos contribuye el hecho de que no hay un control de cuánto se debe obtener de un determinado producto por cantidad de habitantes, lo que permitiría que los resultados fueran más estables.
Cuenta que su abuelo fue el primero en dedicarse a la cría de huevos, pero que su padre decidió regresar a Italia y recién retomó la actividad familiar a mediados de los ‘90, cuando regresó a la Argentina, y ahora está en manos del tercero del linaje. De ahí que Armando vivió una parte de su vida en ese país europeo y detalla que, antes de plantar o sembrar, el productor debe solicitar un permiso, para ver si le dan un cupo. Y que lo mismo sucede con la cría de animales.
Con eso se evita, detalló, que el valor de venta suba o baje demasiado en una temporada y se favorece que el precio de exportación sea competitivo. Se debe recordar que hace unos años, el gobierno provincial mencionó que se iba a realizar un mapa productivo del territorio y emitir recomendaciones sobre qué cultivos era más conveniente plantar en cada zona, por las características del suelo, el clima y la disponibilidad de agua, entre otros factores.