Más allá de los viñedos y las hortalizas, Mendoza tiene un gran valor agrícola con una fruticultura que incluye durazno, ciruela, cerezas y nueces, entre otros cultivos tradicionales. Sin embargo, en los últimos años algunos productores vienen apostando por frutales como pistacho y frutos rojos, con una cantidad baja de hectáreas y un alto valor.
La categoría de frutos rojos es bastante amplia y, sin contar la frutilla que hace tiempo se produce en Mendoza, se pueden incluir frambuesas y moras (también arándanos, pero suelen florecer en épocas de heladas y por eso son menos convenientes). Estos arbustos requieren de una cosecha muy cuidada, a diferencia de la fruticultura de árboles que tiene varias labores mecanizables.
El ingeniero agrónomo Pablo Alejandro Soto, especialista en el tema, explicó que el consumo mundial de estos frutos ha crecido con una mayor oferta y promoción saludable, y por eso hay buenos precios. Aún se importa mucho, aunque Argentina produce en Patagonia (con producciones de baja extensión), Tucumán, Córdoba y Buenos Aires.
“En Mendoza se siguen probando a pequeña escala frambuesas y moras, incluso lo veo en empresas de cierta trayectoria. En Argentina se replica la misma situación, pero conozco de inversiones de mayor escala en este rubro”, comentó Soto. En provincias como Santa Fe, Corrientes y Entre Ríos también hay interés, incluso de personas que antes se dedicaban a producir arándanos.
Una ventaja de esta provincia es que, al tener una gran amplitud térmica, genera fruta más dulce y eso el consumidor lo valora. El especialista destacó que “son cultivos que se ajustan a la agricultura familiar” y “con poquitas hileras, la rentabilidad es interesante”.
Las plantaciones de frutos rojos, continuó Soto, tienen un carácter intensivo y requieren de mucha mano de obra, así como son muy perecederas y sensibles a la manipulación. Además, un desafío es la comercialización semana a semana, así que la distribución, la logística y el cobro son cruciales, mientras que varios productores suelen prestar más atención a cultivar que a vender.
De todos modos, hay que tener en cuenta que hoy escasean plantas madres y, si uno quisiera emprender un proyecto grande, no encontraría con facilidad plantines y variedades en estas especies. “Hay que planificar con al menos con un año de anticipación para poder hacerse de las plantas”, recomendó Soto.
Por mencionar un caso, la familia Leonforte comenzó hace cerca de 10 años con frutos rojos en su finca de La Primavera (Guaymallén). No tuvieron éxito con los arándanos y al principio también fue difícil con las frambuesas (de 8.000 plantas, al inicio solo sobrevivieron un 15%), pero en 2021 tenían 13 surcos y para 2023 duplicaron la cantidad. Con su marca Heritage, venden su producción de frambuesas al mercado interno y ahora experimentan con zarzamora.
Pistacho made in Mendoza
Otro cultivo que viene ganando protagonismo en Mendoza es el pistacho, que en 7 años pasó de 31 a 770 hectáreas (de las cuales, la mitad se plantó en los últimos dos años). Se estima que el producto puede valer entre 9 y 10 dólares por kilo y que alcanza con tener algunas pocas hectáreas para producirlo, pero el lado negativo es que se demora al menos 8 años en tener un volumen interesante.
Manuel Viera, coordinador técnico de la Asociación de Frutos Secos de Mendoza (AFSM), comentó que en diciembre del 2023 tuvieron una jornada de capacitación en Espacio Lodo con muchos productores interesados y con organizaciones como INTA, Instituto de Desarrollo Rural y la empresa HumiCO2. El evento contó también con el apoyo del programa Cambio Rural de la Secretaría de Agricultura de la Nación
Algunos datos a tener en cuenta son que el pistacho se produce en pocos lugares del mundo, como Estados Unidos, España, Medio Oriente y Argentina. Puerta adentro, desde el INTA se viene trabajando en un estudio de zonificación, para determinar dónde conviene y dónde no plantarlo en Mendoza, por las condiciones especiales que pide de suelo y clima.
Más allá del furor por el “oro verde”, Viera eligió ser cauto y recordar a los productores que hay que esperar alrededor de 8 años para la primera cosecha comercial (deberían ser 7, pero eso sería si no hubiera ninguna inclemencia climática). Es un punto muy importante ya que, según cálculos del IDR, plantar una hectárea de pistacho en la zona Este (sin contar la tierra) a diciembre de 2023 costaba en torno a los US$ 23.000.
“Y después tenés alternancia productiva. Hay poca previsibilidad de producción porque la especie es vecera, o sea, tiene alternancia productiva y tenés años de alta y años de baja”, agregó el coordinador de AFSM. En términos de márgenes operativos, brutos, con un año de alta producción hay una gran ganancia, mientras que con una baja producción se gana con lo justo, “el tema es llegar a tener producción”.
El caso de Ramiro Martins es el de un productor que hace cinco años decidió sumarse a esta movida. Tal como comentó en una nota reciente sobre pistacho, ya lleva plantadas 100 hectáreas con tecnificación, riego por goteo y sistema intensivo; y espera tener su primera cosecha en 2025.
De lograr un buen volumen, Martins calcula cosechar entre 2.000 y 2.500 kilos por año, por lo que su expectativa es “enorme” frente a un mercado pujante y con mucha demanda internacional. Para este productor, la espera tiene su recompensa, y calcula que en tres años de producción pueda recuperar la inversión, mientras sigue con sus cultivos previos de viñedos, almendros y nogales. Lo tradicional y lo nuevo, en una misma finca.