Los productores agropecuarios enfrentan una situación compleja. Por una parte, han tenido un aumento en el costo de los insumos, que siguió la evolución de la inflación o del dólar en los primeros meses del año, y al que se sumó el incremento en la electricidad, que impactó en aquellos que utilizan agua subterránea para el riego. Del otro, la caída del consumo hace que no puedan trasladar estas variaciones al precio final del producto.
El Instituto de Desarrollo Rural (IDR) de la provincia realiza un análisis de cómo evolucionó interanualmente el precio pagado al productor de algunas hortalizas y lo compara con la variación de otros artículos, que podrían considerarse esenciales en el consumo de la familia.
Entre enero de 2023 y el primer mes de 2024, el valor de un kilo de pan aumentó 354%; el de un litro de leche, 157%; el de un kilo de carne, 377%; y el de un litro de gasoil, 345%. En cambio, el monto que recibió el agricultor por su producción -en promedio entre noviembre y mayo- se incrementó 64% en el caso del tomate redondo, 96% en la papa, 102% en el tomate perita y 162% en la zanahoria.
Esto evidencia con claridad cómo el productor perdió capacidad de compra en el último año. Pero se debe considerar, además, que este análisis fue previo a la eliminación de los subsidios por parte de Nación para los usuarios del riego agrícola. Si bien se mantienen las bonificaciones por parte de la provincia, los regantes que tienen perforaciones empezaron a pagar el valor real de la energía eléctrica a partir de febrero de 2024. Esto ha hecho que quienes venían pagando boletas mensuales de alrededor de $90 a $100 mil, están recibiendo ahora unas por $600 mil y hasta cerca de $1 millón.
Sergio Velocce, técnico del Área de Gestión de Información del IDR, explicó que, si bien los ingresos de los productores agrícolas suelen quedarse por atrás de la inflación, este año, con el sinceramiento de precios que trajo la nueva gestión nacional, se agudizó la pérdida que han tenido, por el aumento de los insumos (sobre todo en diciembre y enero) y las tarifas de servicios públicos, y por la baja en el consumo, que hace que no puedan aumentar más los precios, porque no venden.
Mencionó que algunos agricultores están vendiendo al costo o, directamente, dejan la producción en la tierra, porque lo que tienen que invertir en cosecharla y llevarla a los lugares de venta es más que lo que les pagan por el producto. Y sumó que los más complicados son los pequeños productores hortícolas, que no tienen “espalda”.
Costos y precios
Fabián Malatini, productor hortícola, comentó que ellos se han visto muy comprometidos por el incremento en la energía, ya que la factura casi se les cuadriplicó en los últimos meses. Añadió que también ha subido el combustible, porque el precio dejó de estar regulado, y que eso ha hecho que el aumento de los costos haya sido muy importante.
Por otra parte, resaltó que el valor del tomate, que ha subido mucho, responde a una cuestión estacional, ya que en invierno esta hortaliza viene del norte, donde los rindes no son los mismos, lo que eleva el costo, y hay que sumar los fletes. Si, además, se produce algún faltante por otras razones, como alguna circunstancia climática, eso hace que los precios aumenten mucho, por una cuestión básica de oferta y demanda.
Pero, en cambio, el zapallo, “sigue tirado en la chacra”, porque le están pagando al productor $50 o $60 el kilo. “Ni para semillas sacamos después de todo el trabajo que ha tenido”, resaltó. Y explicó que, aunque está muy barato, no hay mucha venta y eso pese a que el invierno es la estación en la que suele consumirse más. Atribuyó esto a la caída del consumo masivo por la recesión.
Malatini recordó que, en el verano, cuando había tomate mendocino en buena cantidad, los precios estuvieron bajos y se enviaba desde la provincia a todo el país. Mientras que ahora, consideró que ha pasado a ser un artículo de lujo, que probablemente sigan siendo comprando unos pocos y, en especial, los restaurantes.
Omar Carrasco, titular de la Unión Frutihortícola Argentina en Mendoza, explicó que han subido mucho el tomate, el pimiento, la berenjena, el choclo y el zapallito italiano, porque se ha terminado la temporada de producción local y estas hortalizas empiezan a ingresar desde el norte. Sin embargo, por las bajas temperaturas que se han registrado en todo el país hay menos disponibilidad, ya que se demoró la maduración. Por otra parte, el virus rugoso, que afecta al tomate y al pimiento, ha provocado mermas significativas en estos cultivos en varias provincias.
Al haber menos mercadería, y como el mercado se maneja por oferta y demanda, los precios subieron. Carrasco detalló que, hace un mes, un cajón de tomate costaba $6 mil a 7 mil y hoy se está pagando $55 mil a 60 mil; el zapallito italiano se pagaba $6 mil a 8 mil, y hoy a $60 mil a 65 mil; el pimiento rojo costaba $15 mil a 18 mil y cuesta $70 mil a 75 mil; el pimiento amarillo tenía un precio de $15 mil a 18 mil el cajón y ahora de $80 mil; y el choclo se vendía a $6.500 la caja y está a $40 mil.
Pero también destacó que hay productos que están a valores muy accesibles, como la lechuga, la acelga, la espinaca y la remolacha, entre otras verduras de producción local. Recomendó elegirlas ya que no sólo se beneficia el consumidor, sino también el agricultor mendocino.
De hecho, resaltó que es muy difícil seguir trabajando con los costos y precios actuales, y que un productor que había pagado una boleta de electricidad de $92 mil por el agua de pozo para la chacra, ha recibido ahora una de casi $1 millón. Planteó que no hay manera de hacerle frente a esa suba, porque los insumos, como los fertilizantes y la mano de obra, también han aumentado mucho. Y que, además, hay que tener en cuenta que se necesita mano de obra para la cosecha, y se debe embalar el producto y transportarlo a los mercados, que son todos elementos que se van sumando al costo.
Impuestos
Si bien la situación es compartida por todos los productores, hay algunos que, por su esquema de trabajo, cuentan con mejores posibilidades de afrontarla. Miguel Fernández tiene su producción hortícola distribuida en cuatro fincas, en distintas partes de la provincia, lo que le permite diversificar la geografía y el riesgo climático.
Cuenta que la tormenta del 28 de febrero causó mucho daño en la zona hortícola, ya que se llevó un 80% de la producción. Esto hizo que vecinos de su finca en Lavalle, que tienen sólo esa propiedad, todavía no están preparando el suelo, porque no les quedó nada. Incluso, muchos se habían endeudado para poder producir y se quedaron sin mercadería para vender y recuperar lo invertido.
Sin embargo, Fernández no escapa a la realidad del aumento de tarifas. Explicó que él riega tanto con agua superficial como subterránea y ha empezado a recibir facturas de más de $7 millones por finca. Así, pasó a tener que pagar un total de $4 millones por la electricidad en noviembre a unos $25 a $28 millones. “Eso lo tenés que trasladar al producto terminado. Lo termina pagando el consumidor”, indicó.
Pero reconoció que los más complicados con este panorama son los productores pequeños, que tienen 5, 10 o 20 hectáreas, y ya venían afrontando los aumentos en los costos cuando el granizo les destruyó la producción y se quedaron sin cosecha.
En su caso, vende zanahoria, ajo, cebolla y hortalizas de hoja, principalmente lechuga, en el mercado interno, con tres puestos en mercados de la provincia, y también envía mercadería a otras partes del país y exporta. En este sentido, consideró que, a quienes tienen la posibilidad de exportar productos, lo que más les complica es el 17% del impuesto PAIS para la importación. “Esto nos hace más caros que los países limítrofes, porque el 95% de nuestros insumos son importados: las semillas y todos los agroquímicos”, precisó.
Explicó que siempre va comparando el costo local de la energía con el de los países limítrofes y todavía es más bajo que en Chile, Uruguay, Paraguay y Brasil. Lo mismo sucede, detalló, con la mano de obra y con el combustible. Pero el desfasaje se produce con el impuesto PAIS y destacó que todo lo que sume competitividad favorece la entrada de divisas, lo que es necesario para que el país crezca.
Acciones posibles
Raúl Novello, licenciado en Economía e investigador de la Estación Experimental Agropecuaria Junín del INTA, comentó que la actividad agrícola tiene ciclos, algunos años buenos y otros más complicados. Sin embargo, a principios de 2024, los productores tuvieron un incremento importante en el precio de los insumos y, en las últimas semanas, un aumento de la electricidad, que pasaron de unos $95 mil a $600 mil, pese a que, en algunos casos, por cortes de facturación, aún no repercute en su totalidad el ajuste tarifario.
En cuanto a los insumos, mencionó que, después de la suba a comienzos de año, empezó a frenarse y que, en términos generales, la variación fue acompañando a la inflación o estuvo un poco por encima.
Pero en la vitivinicultura, sumó, este aumento generalizado de costos se dio en un contexto de incremento de la producción que hizo que, al elevarse la oferta, cayeran los precios, lo que pone a los productores en una situación compleja. En particular porque, así como algunos agricultores -los hortícolas, por ejemplo- pueden trasladar un poco más a precios esta variación, en aquellos cultivos en los que hay actores que concentran las compras (como las industrias en el caso de la uva o el tomate) el poder de negociación es más acotado.
Novello indicó que aproximadamente el 20% de los productores de la provincia son electrodependientes, es decir, que dependen de la energía eléctrica para poder obtener agua para el riego. Esto significa que no utilizan la perforación para complementar el recurso que reciben de manera superficial, sino que, si no recurren al pozo, no pueden sostener los cultivos. Y, por supuesto, son los que están en una situación más compleja, ya que, si no encienden la bomba, no pueden regar.
Por otra parte, indicó que las boletas que están llegando ahora corresponden al consumo de febrero, que es alto, pero no tanto como el de diciembre y enero, que es cuando se produce el pico de demanda. De ahí que los productores estén “desesperados” y hayan empezado a acercarse al INTA a consultar cómo pueden usar menos agua para el riego.
El investigador señaló que en el organismo vienen trabajando en eficiencia hídrica y en difundir mejores prácticas de manejo intrafinca, que permiten hacer un uso más efectivo del recurso. Esta situación, indicó, les permite dar más impulso para que los agricultores estén motivados a interiorizarse de estas posibilidades que, resaltó, no requieren de la utilización de tecnologías tan costosas, sino de usar mangas, impermeabilizar algunas acequias y ajustar la distribución de las compuertas.
Novello señaló que, en general, los productores electrodependientes no riegan a manto, sino por surco, pero, con ciertas modificaciones, se puede pasar de una eficiencia promedio del 60% a una del 80%, lo que implica que se necesita bombear menos agua.
Por otra parte, indicó que, con las tarifas actuales, los sistemas presurizados se han vuelto convenientes, ya que el costo de US$ 5.000 por hectárea que demanda implementar el riego por goteo ahora se recupera en unos cinco años. Es que el ahorro energético es de unos $1.000 anuales, porque la eficiencia es del 95% o superior, debido a que la planta aprovecha casi todo el recurso.