Hasta principios de los ’90, José Morales trabajaba como contador y asesor financiero, y director de una empresa familiar dedicada al rubro de muebles y maderas. Pero cuando tuvo la posibilidad de realizar una inversión personal, vio que el Valle de Uco tenía condiciones óptimas para el cultivo de durazno. Empezó con unas pocas hectáreas y hoy ha alcanzado, con sus socios, las 600 hectáreas cultivadas y planea llegar pronto a las mil.
Morales cuenta que, en 1992, cuando decidió dedicarse a esta actividad –sin conocimientos previos- el 20% del durazno se producía en el Valle de Uco, el 45% en el Sur de la provincia y el 35% en el Este. Sin embargo, observó que Tunuyán tenía un clima más benigno para este cultivo, por lo que se conseguían frutos de mayor tamaño y mejores rindes por hectárea. “Lo vi como una oportunidad hacia el futuro”, cuenta.
Luego de realizar sucesivas plantaciones en 1993, 1994 y 1995, en 1997 alcanzó una economía de escala con 70 hectáreas, en Villa Seca (Tunuyán). En 2000 comenzó a estudiar el negocio de la exportación de fruta en lata para, en lugar de vender los duraznos en fresco, agregar valor. Así, inició en una fábrica de terceros, como “fasonero”, para enviar el producto al exterior, hasta que en 2006 construyó su propio establecimiento elaborador con Mario Díaz y Raúl Podadera.
Para su primera elaboración completamente propia, empezó a comprar fruta, con la idea de sostener el precio del producto. Desde entonces, señala, han ido incrementando el volumen de latas cada año para poder captar más fruta de otros productores y defender el precio del mercado. Morales explica que buscó cambiar la idiosincrasia de quien sólo se dedica a la industria, que calcula “cuánto es lo menos que puede pagar”.
Sin embargo, no está seguro de que entender el negocio como un “ganar-ganar” (para todas las partes), se debe a haber comenzado como productor, sino que más bien cree que se trata de otro modo de establecer relaciones comerciales. Pero sí considera que es importante entender los costos y los sacrificios de la producción. De hecho, la mitad de la fruta que elaboran en la conservera AVA –ubicada en Ugarteche- es de producción propia, ya que hoy superan las 600 hectáreas cultivadas con durazno.
Aunque la mayor superficie se encuentra en Tunuyán, también compraron una propiedad en Agrelo, con el objetivo de ampliar la base de producción y diversificar los riesgos climáticos. Morales resalta que el proyecto seguirá creciendo, ya que tienen pensado llegar a las mil hectáreas.
Agrega que la empresa siempre ha aumentado su volumen de elaboración con un 50% de fruta propia y 50% comprada a terceros.
“Está en la manifestación de principios de la compañía, porque la única forma de tonificar el precio del mercado es comprando fruta. Si nosotros no compráramos, le dejamos el liderazgo de la compra a tercero y, si la fruta no vale, tampoco vale la nuestra.
El objetivo siempre es valorizar lo más posible la fruta para que nuestros cultivares tengan buena rentabilidad”, explica.
“En eso sí podría decir que es válido ser productor, porque uno conoce los costos, los riesgos y los sacrificios de la actividad e intenta pelear un poco por el sector agrícola. De nada me serviría que la fábrica produjera sólo mi fruta y que el resto no valiera, porque en la góndola compito con el resto”, añade.
El tiempo confirmó que esa primera decisión, a comienzos de los ’90, fue acertada. Hoy, detalla Morales, la superficie cultivada con durazno en toda la provincia se distribuye, aproximadamente, un 10% en el Este, un 30% en el Sur y el 60% restante en el Valle de Uco (aunque ahí se obtiene el 80% de la producción provincial en volumen). Aún más, si al clima y el suelo más beneficiosos para esta fruta se suman la implementación de mejoras tecnológicas, una hectárea en esta última zona puede arrojar el doble de kilos que en otras partes de la provincia.
En cuanto a la producción propia, señala que todos los cultivos cuentan con riego presurizado, han elevado la densidad de plantas por hectárea y están trabajando en un sistema de alta producción con espalderos, lo que eleva la eficiencia de la mano de obra con los mismos kilos de productividad. Es decir, permite mejorar los costos y la calidad de la fruta.