En apenas tres años, un pequeño grupo de productores mendocinos pasó de exportar cuatro contenedores de cebolla dulce a Estados Unidos a modo de prueba, a 30 a ese mismo país y España la temporada pasada. Quienes participan de este negocio coinciden en que se necesita de otra mirada de la actividad para lograr abastecer al mundo de este producto, que cada vez es más demandado.
Nicolás Musa, quien fue uno de los cuatro empresarios agrícolas que empezó a producir cebolla dulce, de manera experimental, en 2021, expresa que hay tres palabras que sirven para describir muy bien el negocio y que lo diferencian de otros cultivos: pasión, ánimo y relaciones.
Sostuvo que Argentina es muy coyuntural y que no prima la proyección. Son pocos, destaca, los que producen pensando en el cliente. En cambio, más bien van cambiando el cultivo hortícola cada año en función de lo que plantó el vecino o lo que tuvo buen precio la temporada pasada.
En cambio, para convertirse en un proveedor estable de clientes internacionales, se debe ofrecer estabilidad en la producción y construir relaciones. También hay que estar dispuesto, asegura, a experimentar y buscar los sitios donde este tipo de cebolla, “muy salvaje”, se adapta mejor y a entender que las variables agronómicas pueden hacer que fracase su ciclo y no sirva para exportación.
La pasión se vincula con esa búsqueda de ir por más. Musa considera que el cultivo de cebolla dulce puede llegar a las 500 hectáreas, lo que les permitiría tener 100 hectáreas con una cebolla de excelente calidad, para los mercados internacionales, y vender la restante en el interno.
Esto implica el desafío de lograr que el consumidor argentino conozca las bondades de este producto, se anime a probarlo y acepte comprar una cebolla de tamaño grande. Sostiene que no debería tratarse de un consumo delicatessen, sino accesible, de manera de poder competir con la cebolla tradicional. Además, se debe construir una cadena de distribución en el país. Pero confía que, cuando se logre, podrán estabilizar el negocio.
El otro punto para seguir trabajando es el de los rendimientos -en promedio con 35 toneladas por hectárea, pero han llegado a 50-, que, sostiene, todavía son bajos, ya que lo óptimo serían 70; principalmente, por la infraestructura. “El dinero, en este país, no está para arriesgarlo en proyectos productivos”, lanza. Sin embargo, lograron encontrarle la vuelta y pedirles a los clientes que les financien la reconversión productiva.
Otra mirada
Aconcagro es une empresa dedicada a la venta de maquinaria agrícola, prestación de servicios al sector, agricultura de precisión, IT y vivero, entre otras unidades de negocios. La temporada pasada decidieron sumar, a sus cultivos de ajo y tomate, el de cebolla dulce, de modo experimental. La prueba piloto de una hectárea en 2023 se convirtió en 14 hectáreas en 2024 y planean seguir creciendo en superficie para la exportación.
Joaquín Tojo explicó que han apostado por la transversalidad en la actividad agrícola y que ellos hacen el plantín que usan para la producción propia, utilizan la maquinaria que venden y aplican la tecnología que luego ofrecen a sus clientes. Como ellos son productores, les brinda mayor receptividad entre sus pares. “Tratamos de profesionalizar y de tecnificar al 100%, plantea.
Mencionó que el año pasado, como miembros de la Asociación Tomate 2000, fueron reconocidos como los que mayor rendimiento por hectárea lograron en Mendoza. Con el ajo optaron por un producto de calidad para abastecer a ciertos nichos de pequeña demanda, pero determinados requerimientos. Y de la cebolla dulce los atrajo la posibilidad de salir al mundo con una oferta diferenciada.
Tojo detalló que realizan cultivos hortícolas intensivos y les interesa mucho apuntar a nichos de exportación, con productos de calidad. Y añadió que plantean seguir creciendo en superficie en los próximos años, aunque son precavidos porque venden maquinarias y entienden el concepto de la curva de demanda. Por eso, se enfocan en la eficiencia y en las certificaciones, como la ISO 9001 y la Global Gap (de buenas prácticas agrícolas).
En cuanto a la cebolla dulce, indicó que el factor climático incide mucho y, si bien trasplantaron en la fecha adecuada, tuvieron casi un mes con temperaturas bajo cero en la finca, lo que les obligó a abortar cuatro hectáreas y recomenzar el cultivo con almácigos que compraron a otros productores. “Es parte del juego. Lo único que no podemos controlar es el clima”, lanzó.