El Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (Ieral, de la Fundación Mediterránea) elaboró un informe en el que analizan cuáles rubros del sector vitivinícola se verán más afectados por la menor cosecha y los mayores precios de las uvas y los vinos de traslado.
El estudio parte del supuesto, debido a que aún no se conoce con exactitud la merma productiva, de que la disminución en la temporada 2023 podría ser similar a la de 2016, cuando la producción de uvas llegó a un mínimo en el país. Además, se considera que se destinará un 20% de esas uvas a la elaboración de mosto, tal como sucedió este año. De darse ambas situaciones, la elaboración de vinos sería similar a la de siete años atrás, pero con un menor stock vínico, lo que complicaría más el panorama.
Al realizar un análisis histórico, se comprueba que, cuando el precio de la uva ha sido alto, generalmente ha sido por bajos stocks (como sucedió en 2004 y 2010) o por baja cosecha (año 2016, cuando los precios aumentaron fuertemente y siguieron altos en 2017). En cambio, el precio ha sido bajo cuando los stocks han sido altos y también la elaboración, gracias a buenas cosechas (2011, 2015 y 2019).
En este contexto de menor oferta de vinos, para el caso de los genéricos que se destinan al mercado interno (representan el 45% de los consumidos en el país), las bodegas podrían trasladar parte del mayor costo de materia prima al consumidor, a costa de menores ventas. Al establecer la comparación con 2016, se observa que los precios de los vinos de traslado se duplicaron y también aumentaron los precios al consumidor, aunque en menor medida.
En tanto, para el caso de los vinos varietales, el precio de la uva no sigue al de los vinos derivados, sino que se acomoda al de las tintas comunes. Eso implica que el precio de la uva malbec (y de otras variedades) depende más de la oferta de vinos -cosechas y stocks- y pesa más el mercado interno.
El precio de las uvas blancas que, además de utilizarse para elaborar vinos de ese color se pueden destinar a la elaboración de espumosos y jugos de uva, sigue el de los vinos pagados por el consumidor, aunque con menor correlación que con las tintas.
En cuanto a los mostos si el cupo es similar al de 2022 y la cosecha es menor, obviamente se reducirán las cantidades elaboradas de jugos concentrados. A esto se suma que los exportadores tienen el mismo problema de un dólar oficial atrasado, aunque el precio internacional ha ido subiendo. Y si bien, si se cumplen los pronósticos de menor cosecha en Europa y en Estados Unidos, los valores podrían mantenerse altos, les juega en contra el mayor arancel a pagar en ese país, el principal productor, por una denuncia por dumping.
Con los graneles, analizan, los grandes volúmenes se asocian a vinos sin mención varietal, cuyas exportaciones dependen del stock local, de un tipo de cambio favorable y de la disponibilidad de vinos en el mundo. De ahí que lo más probable es que estas ventas al exterior sean bajas. En cambio, la situación de los varietales sin fraccionar es diferente, ya que, cuando el dólar oficial está barato, los costos se elevan y una opción para las bodegas es exportar a granel, para ahorrarse el fraccionamiento en Argentina y mayores costos de transporte.
La conclusión del informe del Ieral es que el 2023 “luce complicado para el sector bodeguero y ambivalente para los productores. De éstos últimos, los que no se vieron afectados por las heladas y puedan cosechar, podrán conseguir mejores precios, pero habrá otros varios afectados por la mala fortuna climática”.
La menor cosecha y los stocks acotados elevarían el costo de la materia prima, lo que afectaría especialmente a mostos y graneles genéricos. Y el dólar oficial atrasado con respecto a la inflación hará disminuir las exportaciones, especialmente de vinos sin fraccionar y sin mención varietal, aunque también de los varietales fraccionados.