El nombre
Alejandro Herrera Guiñazú (41) es escultor e instructor de parapente. Ambas pasiones se combinan en su trabajo, donde logra una rara e hipnótica armonía entre la técnica y la naturaleza.
Formación
Aprendió la escultura en bronce con su padre, Daniel Herrera, y el vidrio, su especialidad, con Coco Russo en Mendoza y con los especialistas a nivel mundial Loretta Yang, Milon Townsend, Daniel Clayman, Vladimir Klein y Jiyong Lee, todos en Nueva York.
Muestras
Suma más de 30 muestras, entre individuales y colectivas. La última de ellas, “Visiones”, se vio en ArteH (curado por Daniel Rueda) hasta el 6 de diciembre. En su página web tiene actualizado su catálogo: www.ahgesculturas.com.
Su poética
“Mi obra se remonta a millones de años. Antes de la vida. Antes de la atmósfera. Cuando todo era energía, fuego y movimiento”, dijo sobre su obra, donde convive la geometría y la energía natural (especialmente las piedras).
La foto
Bocetos
Crear cada escultura implica diseñar previamente cada una de sus partes: cómo se dividirá la piedra y cómo se tratará cada uno de los vidrios en su interior, con qué patrones y colores. Luego, el largo proceso supone distintas técnicas y acciones con máquinas diseñadas exclusivamente por él.
Colores
“La rareza de mi obra es la fundición (uso el fuego para derretir vidrio) y al mismo tiempo el trabajo en frío con agua, que es como trato las piedras. El proceso de tallado y pulido para pegar las partes es con agua”, explica sobre su trabajo Alejandro. En la fundición usa estos vidrios de colores que trae de Estados Unidos, los Bullseye Glass.
Magia
Alejandro revela que la idea de esta fusión le llegó casi de forma accidental: quería un soporte para el vidrio que a la vez conservara la forma natural de la piedra. Actualmente estudia con Egar Murillo arte contemporáneo: “La única forma de poder sostener lo que yo hago de una forma artística, no solamente técnica, es estudiando”, dice. Estos pigmentos los trajo del Museum Services Corporation, que vende los mejores insumos para restaurar obras de arte.
Casi terminado
Así se ve una de sus esculturas apenas ensamblada. Las deja “reposar” varios días a una temperatura adecuada. En este caso, tardó dos meses ese proceso. Luego cortará y pulirá. Las piedras con las que trabaja son del río Mendoza, y muchos de sus vidrios son reciclados.
Obra final
Cuando les preguntó a sus maestros si podía ensamblar vidrio y piedra le dijeron que era imposible. Él, en un proceso de investigación que le llevó más de diez años, creó la técnica necesaria para poder hacerlo, y así cautivar a personas de todo el mundo. A principio de mes, la delegación del Metropolitan Museum of Art (Nueva York) que visitó ArteH elogió su trabajo, e incluso le compró dos piezas.
Naturaleza originaria
En su jardín tiene jarilla y varios cactus San Pedro, también conocidos como huachuma: una planta sagrada de las culturas precolombinas. Las acompaña con una escultura del dios Xochipilli, que en la mitología mexicana es el dios del amor, la belleza y las plantas.
Naturaleza reinventada
“A través de un laborioso proceso, que pone de manifiesto la complejidad del desafío, sus obras transmutan la fisonomía monocorde de piedras comunes para inscribir en ellas una explosión de líneas y de colores, de formas y de transparencias”, escribió el crítico Rodrigo Alonso sobre su obra. La naturaleza, que creíamos conocer, se nos revela nuevamente: la mano del hombre la reinventa.