Por Claudio Barros - cbarros@losandes.com.ar
-Qué pena que no estás acá. Me gustaría estar con vos
-Yo también quiero estar con vos. ¿por qué no me pasas una foto?
Así empieza más o menos -en versión naif- el problema que nos incumbe. Y digo que es un nuestro inconveniente porque en estos tiempos de chats y smartphones con cámara nadie está a salvo de la tentación de mostrarse sin censura.
No sé si alguien notó que doy por sentado que todos, en algún momento, hemos hecho una instantánea de nuestro cuerpo desnudo. Le decimos "foto hot" aunque, admitamos, raramente lo es.
Las famosas -e infames- fotos "prohibidas" que se filtran por internet son la delicia del periodismo de espectáculos, la fantasía del voyeur y el dolor de cabeza de las víctimas.
El egocentrismo y el exhibicionismo tecno es propio de celebridades e ignotos por igual y lo es también la vulnerabilidad a la que se expone la vida privada cuando de imágenes íntimas se trata.
Pero vamos a lo que nos importa: ¿cómo hacemos para que no nos roben? Ivana Nadal, Florencia Peña o Marina Calabró se hacen la misma pregunta.
Es aquí donde la tecnología que nos permite hacer fácilmente 500 fotos eróticas también nos aporta la solución para cuidarlas (además de hackearlas).
Opciones hay y están disponibles para iOS y Android por igual. En la tienda Play de Google hay para descargar aplicaciones como, por ejemplo, Foto Locker. Esta práctica app permite ocultar fotos y videos de los lugares más obvios del teléfono y solicita una contraseña para acceder a ellas. Además por el mismo costo -que en este caso no existe porque es gratis- también genera un "modo invisible", es decir que esconde la aplicación y en este caso la disfraza de calculadora en la que hay que ingresar la clave numérica para acceder a ellas.
Con aplicaciones así hay un interesante doble planteo. Por un lado se pueden sacar de la vista las imágenes privadas y por el otro lado se puede esconder la app para que nadie sepa que tenemos algo que "ocultar".
¿A quién no le ha corrido el frío por el cuerpo cuando muestra una foto y la otra persona agarra nuestro teléfono y empieza a repasar la galería?
Lo más curioso es que estas opciones - a las que se pueden sumar apps como Keeper, LastPassword, KeepSafe, Vaulty- vienen a tener un rol similar a la "pastilla del día después". Son para el momento en el que la cabeza está fría -además de otras partes- y uno ve la necesidad de cuidar la intimidad.
Sin embargo toda este sistema de seguridad se desmorona en segundos cuando uno mismo elige enviarla a otra persona. La privacidad de esa imagen se pierde en el camino y sólo queda armar una cadena de oración para pedir a San Expedito que nuestro destinatario tenga tanto cuidado como nosotros.
Por suerte también para esto hay opciones, como el chat secreto del servicio de mensajería Telegram que permite compartir imágenes que se pueden autodestruir segundos después de que la otra persona las vea. Claro, sé que existen las capturas de pantalla y no es más que una muestra de que los recaudos de seguridad nunca son suficientes.
Una ONG revela que por día se roban cinco imágenes o videos personales en Argentina y que los que no se usan para extorsión terminan en las redes sociales a la vista de todos los usuarios.
Contraseñas débiles y conexiones WiFi públicas inseguras son los otros enemigos de las fotos "hot", obviamente además de la irresponsabilidad propia.
Si hay algo que el sentido común y el cliché nos ha enseñado es que no debemos tener miedo sino cuidado.
¿Querés seguir sacándote fotos sin ropa? Hacelo, pero hay que ser coherente y responsable. Que el coraje con el que apretás el botón para hacer fotos no se diluya cuando veas que la imagen puede caer en manos ajenas. Esa contradicción me lleva a dar un consejo de seguridad que es una verdad de Perogrullo: si no querés que otros vean tus fotos "hot" simplemente no te hagas ninguna.
