Retrocediendo en el tiempo, el espectáculo se centró en el nacimiento de la vida, con especial énfasis en la Amazonia, el mayor espacio verde del planeta.
El nacimiento de la humanidad y la cultura brasileña en un país hecho de inmigrantes de cada rincón del mundo, con una gran habilidad para absorber culturas e integrarlas en la suya, formando una mezcla perfecta.
La selva como ejemplo máximo de la vida... pero el país es mucho más. Edificios y ciudades cosmopolitas dentro del Maracaná. Elementos antagónicos y encadenados por la geometría.
Y en Brasil no hay fiesta sin "La Garota de Ipanema", representada por una espectacular Gisele Bündchen, que desfiló prácticamente a oscuras hacia la imagen de Tom Jobim, padre de la bossa nova. Cuando se hizo la luz, su nieto, Daniel, apareció tocando tan representativa canción.
Gisele abandonó el campo dejando un rastro que se convertía poco a poco en varios de los trabajos más icónicos de Niemeyer, como la pequeña iglesia de Pampulha, la Casa das Canoas, el Museo Oscar Niemeyer y la Catedral de Brasilia.