Optar por una filosofía de vida desde la alimentación misma, puede significar para cada individuo, una experiencia profunda en su búsqueda única y especial. Sin embargo, los extremos en cualquier forma de vida pueden transformarse en aquello de lo que se escapa.
Cada cual tiene, y asume, el derecho de disfrutar y llevar a la práctica su manera de entender y vivir la vida. El foco de controversia aparece cuando en algunos casos, las elecciones alimentarias se vuelven extremas, al punto de alienar al sujeto. ¿Qué mirada psicológica y social requiere el tema? ¿Qué caracteriza a algunas de estas corrientes?
"Mi cuerpo, mi templo"
Muchas corrientes alimentarias sostienen un gran sentido de cuidado y amor por la alimentación y el cuerpo, incluso de respeto hacia otras vidas como la animal. De allí que algunas de las tendencias crecientes este último tiempo redunden en gran cantidad de adeptos a un nuevo estilo de vida.
Entre varias concepciones, está el veganismo (abstención de consumir de productos de origen animal pero también una práctica que se extiende a la vestimenta, la cosmética, etc.). El veganismo promueve el derecho de los animales a no ser considerados una propiedad privada del hombre para su uso.
Otra de las alternativas alimenticias viene de la mano de la macrobiótica, que hace foco en el aspecto “medicinal” de la alimentación. De lo que se trata es de buscar el equilibrio físico y emocional a partir de la dieta. Pero a no confundirse, los macrobióticos no son necesariamente vegetarianos. Hay dietas especiales para cada dolencia y cada tipo de organismo.
El vegetarianismo se circunscribe a la abstención de consumo de carnes animales y los productos que derivan de ellos. Y, dentro de esta corriente, hay diversas variantes y ramas (entre las que se cuentan el vegetariano total o vegano, los lactovegetarianos, los ovolactovegetarianos; y más).
"Mente sana en un cuerpo sano"
La cita es muy reconocida en latín ("mens sana in corpore sano"), y está más vigente que nunca. Es obvio que la tendencia por los nuevos estilos de alimentación no son ajenos a los cambios sociales, muchos seguidos por causas tan variadas como disímiles: moda, snobismo, filosofía de vida, respeto, reconocimiento de derechos que antes no teníamos en cuenta. Y siguen, porque pareciera que el culto a la comida ha comenzado a convertirse en un motivo, para muchos, crucial.
Como explica la socióloga Graciela Cousinet “dentro de los recursos básicos del ser humano, comer es uno de los más importantes; en donde el alimento se asocia a múltiples aspectos tan trascendentes como notorios. El primer contacto con el mundo es a través de la teta materna. Desde esa imagen partimos como base de la importancia que tiene el hecho de comer para el ser humano.
Sin embargo, en la historia del mundo, la comida ha sido un objeto culturalizado; más allá de ser concebido como una necesidad básica humana. A medida que la civilización se ha ido complejizando, la comida no ha quedado de lado, dando lugar a excesos, por más y por menos ¿Un ejemplo claro?: las orgías romanas en las que la gente vomitaba para poder seguir comiendo, una práctica muy parecida a la bulimia de los últimos tiempos; pero en otro contexto cultural, y con otro significado. Los grandes ayunos también se suman.
- ¿Cómo leés las adhesiones que, en algunas personas, se pueden volver extremas o rígidas a la hora de elegir alimentarse de determinada manera?
- En todos los tiempos el equilibrio es el gran desafío. Por ejemplo, las comilonas están orientadas a todo tipo de exacerbación del placer; al igual que la abstinencia, al control de los impulsos. Se trata de dos polos muy opuestos que hay que saber ver en el contexto histórico en que se vive, ya que se van repitiendo en todas las épocas.
Desde el control de la comida, a través de las dietas y la anorexia, hasta la búsqueda de consumo permanente de comida, con la obesidad como síntoma.
Pero cabría preguntarse: ¿qué procesos se esconden detrás de los fundamentalismos alimenticios?
Según explica la licenciada en psicología Alejandra Mellado “en algunos casos (y sin generalizar) un tipo de alimentación extrema puede transformarse en un problema cuando, por no estar monitoreada en el ámbito de la ciencia, es decir por un profesional de la nutrición, comienza a manejarse desde la perspectiva del sujeto.
- ¿Cuando aparece la conducta extrema en cualquier tipo de alimentación?
- Lo que se pierde en los fundamentalismos es la flexibilidad y la plasticidad, en donde hay una rigidez especial. ¿Un ejemplo? Hay algunos alimentos o bebidas que puedo ingerir en determinadas circunstancias como el alcohol, muy vinculado con lo social.
Es decir: sabemos que el organismo no lo necesita como un nutriente, pero también sabemos que en determinadas circunstancias, y en determinadas dosis, no nos perjudica en el equilibrio de nuestro organismo.
Los problemas aparecen cuando se eliminan determinadas prácticas porque se tiene la creencia de que son dañinas, o de que a través del consumo de determinados alimentos le hago un daño a mi entorno y a mi planeta.
Esta creencia, en sí misma, no es lo conflictivo sino que éste surge si estas prácticas son extremas y sin el cuidado de someterse a un plan alimentario que garantice un equilibrio en los nutrientes de mi organismo. Entonces esto puede convertirse en un conflicto.
- ¿Qué temores existen detrás?
- Lo que puede estar detrás... Insisto: hablamos de una conducta extrema, y en caso de rigidez; sin generalizar es una variedad de estructuras psicológicas. Puede ser desde una rigidez en los mecanismos obsesivos, hasta la existencia de aspectos fóbicos ligados al tema de la muerte. Lo que es fundamental es no rotular o estigmatizar a todos los que se deciden por una u otra dieta determinada. No es que en todos los casos sea así.
Tampoco sucede porque decidas adherir a una determinada filosofía o práctica alimentaria. Hablamos de los casos extremos en donde se ve en común una rigidez en las conductas, que terminan por no ser saludables para esa persona, ya que la restringe en su aspecto interno y social.
Según parafrasea el dicho “todos los extremos son malos”, y Coucinet apunta en este sentido: “Los extremos alimentarios se vinculan con tipo de personalidades que tienden a ellos, ya sea porque comen todo el tiempo, donde se vive para comer, o ya sea que no se consuma nada, y se caiga en la abstinencia. Ambos costados carecen del equilibrio medio para sobrevivir. Pero ese medio implica toda una capacidad de razonamiento y análisis que a veces no se tiene.
El extremismo responde a personalidades que necesitan de los excesos como un seguro, ya que el exceso les garantiza una especie de ‘seguridad’ de que ‘esto es la verdad absoluta, lo que conviene, lo único bueno. Lo demás está todo mal’. El fundamentalismo aparece cuando comienza a interferir en la vida social, de relación y en la propia salud de la persona”.