El vicepresidente del Consejo Interuniversitario Nacional, Guillermo Tamarit, visitó la provincia para participar de la inauguración de la primera Feria Internacional de Educación Superior Argentina y fue uno de los invitados a la séptima edición del Ciclo de Encuentros de Los Andes. En una charla posterior ofreció su mirada sobre las problemáticas de la enseñanza superior en el país, en particular del sistema público.
-¿Qué fortalezas y debilidades observa en el sistema universitario argentino?
-Cada vez que le preguntamos a los padres cómo ven la educación, contestan respecto de sus hijos que creen que está bien, pero que el sistema en general es malo. La sociedad percibe que estamos perdiendo calidad porque hay una memoria colectiva de que la educación pública en la Argentina ha sido una herramienta de movilidad social ascendente muy fuerte. Y este es el desafío que tienen las universidades: que la gente vuelva a percibir que efectivamente da respuestas y que quienes pasan por los sistemas educativos tienen mejores posibilidades para desarrollarse.
-¿Qué es necesario para que eso ocurra?
-Creo que hay dos problemas sobre los que hay que terminar los diagnósticos y ponerse a trabajar fuertemente. Uno es que la mitad de los alumnos de nivel secundario no egresa y esto impacta en las posibilidades de empleo y de estudio de estos chicos. La segunda cuestión es el bajísimo nivel de graduación en la universidad pública en particular, donde se tienen que desarrollar sistemas más flexibles, tramos de reconocimiento académico. Hay iniciativas en marcha. El sistema de becas Progresar ha cambiado y va a plantear metas más concretar para que se puedan percibir.
-¿Qué porcentaje de jóvenes que ingresa a la universidad egresa?
- Tenemos una tasa de 25% de egresados en el tiempo teórico de la carrera. Estamos muy lejos de un rendimiento razonable, particularmente porque el sistema es financiado por toda la gente que no va a la universidad.
-Hoy tener estudios universitarios no asegura el éxito profesional...
-La sociedad del conocimiento demanda mayores niveles de educación, de competitividad. Con la velocidad del cambio tecnológico, aun gente con educación superior no va a poder desarrollarse en el campo que ha elegido. Se trata de hacer presunciones, porque esto va pasando cada 5 a 10 años y uno no puede cambiar su formación en ese tiempo. Hay una diferencia de velocidades entre lo que hacen los sistemas de educación tradicionales y el desarrollo de la tecnología.
-¿Por qué sucede esto?
-La gente no cree que esto en lo que todos estamos de acuerdo vaya a pasar acá. Entonces, cuando uno le dice a un alumno ‘no estudies Abogacía, sino inteligencia artificial’, pregunta cuántas empresas de ese sector se instalaron en el último año en Mendoza y cuántas se van a instalar en los próximos 10 años, que es cuando va a tener una oportunidad. Aquí hay una diferencia entre, primero, la respuesta que podemos dar institucionalmente, que es más lenta; y segundo, que la gente no percibe que este cambio que todos anunciamos vaya a afectarlo directamente.
Mientras tanto, cuando uno estudia deja de aportar a su familia. Tenemos 30% de pobreza en nuestro país. Para algunas familias, la estrategia de 5 a 6 años de estudio es un término imposible siquiera de imaginar, porque manejan un horizonte de un mes, un año. Hay situaciones de contexto que son inflexibles y que hay que superar.
-¿Qué se hace ante esta realidad?
- Este país ya lo hizo, con la ley 1420, que permitió que se alfabetizara a 90% de los niños en 25 años, entre 1884 y 1920. Hay que volver a hacerlo, en otras condiciones y con otros desafíos. El principal es cómo incluimos a todos los que están afuera y cómo les brindamos estudios de buena calidad para que no resulten estafados con un título que no los va a habilitar para poder desarrollarse en la sociedad.
-Pero también está el problema de las falencias de la secundaria con las que llegan los chicos a la universidad…
-El tema es enfocarnos en la magnitud del desafío. O brindamos una perspectiva con planificación, recursos, jerarquización docente para devolverle la esperanza a la gente en la educación, y sobre todo a los que no están participando del sistema educativo, o realmente es muy difícil pensar en cómo estructurar la sociedad hacia adelante. Porque la inteligencia artificial, la globalización, existen más allá de nuestra voluntad. Lo único que podemos hacer es prepararnos de la mejor manera para participar.
-¿Cree que se puede acortar la brecha entre el mundo universitario y el laboral?
-Lo que hoy todos discutimos es que los paradigmas tecnológicos están cambiando cada 5 o 7 años y entre que uno elige una carrera y hace un posgrado, sin lo cual ya casi no hay universitario competente, tarda 10 años. O sea, el paradigma con el que uno ingresa a un área de conocimiento va a cambiar. Si además no tenemos experiencias del mundo real, vamos a estar en un desfasaje muy importante. Las universidades somos muy proactivas para el cambio en forma externa pero muy conservadoras hacia adentro. Esta es la gran demanda de la sociedad, que tenemos que tener otra dinámica, ser una institución mucho más abierta y perder muchos de los condicionantes corporativos, porque a esta estructura le cuesta muchísimo atrapar la velocidad de la transformación a la que asistimos.
Perfil
Nombre y Apellido
Guillermo Tamarit
Profesión
Abogado y Doctor en Ciencias Jurídicas
Es rector de la Universidad Nacional del Noroeste (prov. de Buenos Aires) y vicepresidente del CIN
Integra la Asociación Argentina de Derecho Político y la International Political Science Association