El simple hecho de ser educado puede generar mayor confianza, autoestima, respeto; en definitiva, mejorar su vida y la de los demás. Me asombra que se vayan perdiendo costumbres como la empatía, solidaridad, compromiso. Pretendo hacer un análisis sencillo de algunas claves sociales que como sociedad debemos ejercitar, sin ánimo de criticar sino contribuir para ser más cortés con quienes nos rodean.
Las personas educadas son excelentes oyentes, hacen una escucha activa, es decir, se concentran y siguen el relato del otro. Resisten el impulso de hablar encima del que está exponiendo su parecer.
Piensa antes de hablar, por cliché que suene, debemos ponerlo en práctica. No es tarea sencilla reflexionar y luego expresar su opinión.
No rumorean. Los chismes son agotadores, despreciables, inútiles y difíciles de frenar. ¡Por ello, si está iniciando uno, por favor, pare! No sólo puede estar lastimando a alguien, sino que además está gastando energía en ello.
Todos creemos en algo, tenemos una opinión sobre la vida, preferencias, disgustos, experiencias que nos construyen como individuos. Debido a ello, toda visión cuenta y sería grosero desmeritar y hacer proselitismo por pensar distinto.
Destaco especialmente: la educación permite comprender que cada mujer y hombre tienen dignidad, por ello, los tratan como iguales. Es valioso entender esto, porque dejaríamos de lado barreras inservibles como tener más o menos dinero, clase social, etc.
Una enseñanza de mi madre que quiero compartirle fue “Juzgar a alguien es hablar con ignorancia. También significa que hay algo que en nosotros mismos –no en la otra persona- con lo que estamos profundamente descontentos”.
Motivo a perfeccionarnos en estos hábitos, que en casa nos han enseñado.