Hábitos saludables: ¿cómo lograr que tu hijo los naturalice?

Aquí, las diversas perspectivas que explican la necesidad de que tu hijo tenga una dieta sana y rica en nutrientes.

Hábitos saludables: ¿cómo lograr que tu hijo los naturalice?
Hábitos saludables: ¿cómo lograr que tu hijo los naturalice?

“Lavate las manos y dejá esa gaseosa que ya va a estar la comida”, apuntan los padres mientras desde el otro lado el nene de 6 les responde: “pero quiero tomarla ahora como ustedes, y con la papitas fritas que el papá acaba de abrir”.

Lo que podría ser una picardía para sumar al anecdotario, tiene una faceta a revisar desde los malos hábitos alimentarios y cómo, a través de nuestras prácticas, los fomentamos en nuestros hijos sin darnos cuenta.

Como apunta la licenciada en Nutrición Carina González: “la mayoría de las veces se le echa la culpa a la escuela respecto a los hábitos alimentarios de los chicos, cuando en realidad la institución primera en donde un niño se cría, crece y adquiere las costumbres y hábitos es la familia”.

Los límites y cuidados amorosos para los hijos requieren de padres o configuraciones familiares presentes, que puedan contemplar la posibilidad de internalizar prácticas fundamentales para el desarrollo y crecimiento integral del niño. “Los padres implicados se ayudan a compartir la carga en la crianza de manera amorosa, tierna y comprometida; sea cual fuere el cuadro familiar de cuidado y crianza (madre con pareja, abuelos, padre o madre sola, etc). Es desde allí que los pequeños naturalizan hábitos fundamentales que van internalizando”.

La alimentación y el momento de compartir la mesa no son temas menores sino parte de un desarrollo enriquecedor que puede derivar en diversos problemas.

Según la nutricionista: “en la actualidad los profesionales vemos cifras respecto a los hábitos alimentarios de los chicos que asustan. Nos encontramos con que de un 50% a 70% de ellos tienen sobrepeso en el Jardín de Infantes, y antes de ingresar a primer grado. Luego en la primera infancia, de primer grado a los 5 años, se va incrementando la cifra hasta llegar a muchos casos en obesidad infantil”.

- ¿Cómo contrarrestar esta situación?

- Entendiendo que no hay nada mejor que el ejemplo. Desde los padres, o la configuración familiar que tenga, el niño tiene que aprender a incorporar hábitos como tomar agua y alimentarse sanamente. En cambio si los adultos se alimentan mal, y lo hacen también con sus hijos, sucederá lo contrario; los críe quien los críe.

- ¿Qué es lo más preocupante que se observa en los casos de chicos mal alimentados?

- Hay niños con colesterol, ácido úrico o enfermedades cardiovasculares por el sobrepeso y la obesidad, que muchas veces pueden terminar en una diabetes infantil; sobre todo si hay antecedentes familiares. Si se consume gaseosa y frituras todo el tiempo como algo natural en la familia, no podemos esperar otra cosa. He llegado a escuchar en el consultorio a padres que me dicen que no hacen pescado porque se les impregna de olor la casa.

- ¿Cómo se puede organizar la falta de tiempo que muchos adultos aducen?

- Uno aconseja por el contexto en el que se vive (muchos trabajos y poco tiempo en casa) que en el hogar haya una planificación de alimentación saludable, incluso para la cena y almuerzo del otro día.

Cocinar varias alternativas sanas para para la semana y frizarlas, hacer comida de más para que quede para el día posterior, acudir a ensaladas diversas y ricas en sabor y proteínas forman parte de los consejos para los adultos. La idea es que puedan simplificar tiempo y cansancio, sin caer en deliverys o comida chatarra para darle a sus hijos.

“Otro consejo es que no coman a cualquier hora. Los chicos tienen que tener su horario de comida determinado, temprano, y organizado para almorzar o cenar en familia. Hacerlo a las apuradas, conectados a los dispositivos y sin conversar son hábitos que tampoco son saludables para nadie, pero si no lo inculcan los padres desde el ejemplo, entonces los chicos no lo van a internalizar”, dice la especialista.

En coincidencia con la nutricionista, el psicólogo Mario Lamagrande sostiene: “lo primero que hay que ver no es si la figura materna o paterna generó los malos hábitos, sino la configuración del grupo familiar y las costumbres que tienen. En la actualidad, para las valoraciones diagnósticas, se tienen en cuenta las configuraciones culturales como elementos a analizar. En ese sentido partiría de los principios de los aprendizajes: qué está puesto en valor para cada generación.

Por ejemplo antes era común ver en los inmigrantes, a las abuelas diciéndoles a todos en la mesa, que nadie se levantara si no dejaba su plato vacío. Lo que inferimos es que lo que está puesto en valor en la alimentación tiene que ver también con los sistemas culturales”.

Es así que la configuración familiar y los estilos de crianza que han tenido los padres también influyen.

“Poder brindarles a los hijos la naturalización de hábitos de vida saludable, solidarios para con el otro, y con una educación de respeto mutuo hacia cada género, es un capital que hay que sembrar desde que son muy chicos”, apunta la psicopedagoga Mónica Coronado.

La comida como recompensa

“El alimento como castigo o como obsequio es un error: se juega con la mente del chico -argumenta la nutricionista y completa-. Si se porta bien, entonces el padre o madre promete helado o una gaseosa, o se les priva en caso contrario. ¡Eso es terrible! Se puede negociar de otra manera, como compartir una actividad física que les guste, o salir a pasear y brindarles tiempo de calidad y diversión”.

- Si tuvieras que sugerir una alimentación equilibrada, ¿cuál sería?

- Carina González: Si vamos a decir lo que no debería faltarles a los chicos en sus comidas es una alimentación balanceada con mucha agua, opciones de jugos naturales, licuados. Rutinas entre semana en las que no falten las verduras, las frutas, las proteínas, los cereales, los frutos secos, yogures y semillas.

Por supuesto que cuando llega el fin de semana, los chicos suelen tener salidas o cumpleaños, en los que negarles la gaseosa, el pancho, la hamburguesa u opciones dulces sería absurdo. Pero se trata de ocasiones especiales y no de la alimentación cotidiana.

Desde la psicología Mario Lamagrande cuenta que acercar al niño a la comida sana implica también contemplar las etapas de desarrollo por las que está pasando; por ejemplo: un chico atraviesa algunas en las que aprende a decir “no”. Hay padres que lo pueden vivir como un rechazo o afrenta, mientras que en realidad lo que está pasando es que el niño está construyendo su identidad. Por ello hay que acompañarlos en cada fase y ver cómo van configurando su alimentación en base a las figuras parentales que pueden ser diversas (estructuras monoparentales, familias ensambladas, etc.).

- ¿Qué no deberían perder de vista los padres?

- C. G.: Lo importante es ver cómo hacer la alimentación variada y ser conscientes de que tenemos una tendencia muy seca (el consumo de galletitas, por ejemplo) porque esos alimentos están a la mano pero que no nutren. Papá y mamá tienen que predicar con el ejemplo teniendo y consumiendo frutas, ya que ambos son y funcionan como modelos de aprendizaje: sentarse, comer y compartir en familia (entre muchos otros aspectos) son fundamentales en los primeros años para la conducta del niño.

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