Fue en la ciudad de Toronto, en Canadá, donde el viajero se sorprendió ante un par de "botas de potro" -tan criollas que parecían salidas de un almacén de San Antonio de Areco, en la provincia de Buenos Aires- expuestas en una vitrina del Bata Shoe Museum.
Con una colección de 13 mil piezas que recorren casi 5.000 años de historia, este prestigioso museo canadiense -creado en 1995 por la empresaria Sonja Bata, dueña de una conocida fábrica de calzados- es uno de los más completos del mundo.
Junto a aquellas botas de cuero que usaban nuestros gauchos, aparecieron otras botas, hechas con piel de oso, usadas por los guerreros samurais en Japón. En el Bata Shoe Museum también había delicados zapatos de seda de China y los típicos abotinados oxford ingleses, que conquistaron la moda masculina desde 1880.
No faltaban las botas de cowboy preferidas por el actor estadounidense Robert Redford, ni los zapatos de baile de la reina Victoria de Inglaterra. En otras salas se exponían calzados de personajes famosos como John Lennon, Elton John y Elvis Presley.
En 1938 se descubrieron sandalias de cuero en una cueva de Oregón, Estados Unidos, fabricadas 7.000 años atrás por pobladores originarios de la zona. Los mocasines no fueron un invento de Gucci; nacieron en las grandes llanuras de América del Norte hace miles de años. Se difundieron entre las tribus de cheyennes, seminolas, kiowas y sioux, hasta conquistar a los comerciantes blancos que negociaban con los nativos.
De acuerdo con antiguos murales pintados en Egipto 4.000 años antes de la era cristiana, los primeros calzados eran modelos de sandalias de cuero, combinados con fibras vegetales. Los antiguos egipcios aprovechaban las hojas de papiro y de esparto. En México se usaban hojas de sisal y de yuca.
En Grecia y Oriente Medio, los zapatos eran un artículo casi desconocido. Los relatos mitológicos describen a sus héroes viajando con los pies desnudos.
A primera vista, los zapatos son indicadores del gusto y el estilo de quien los usa. Pero si se miran cronológicamente, son un indicador de los avances tecnológicos y los cambios sociales. Sin duda, son un signo de los tiempos.
Por caso, Salvatore Ferragamo y Vivienne Westwood no fueron los primeros diseñadores que idearon zapatos con plataforma. Eso ya se veía en Venecia en el siglo XVI.
Desde el siglo XVIII se difundió el zapato moderno, con una suela cosida y tacos de distinto tamaño. A principios del siglo XIX, se empezaron a diseñar zapatos diferentes para el pie derecho y el izquierdo. Si bien la producción aún era artesanal, en 1890 ya se había mecanizado en Europa y en EEUU.
Inglaterra tomó la delantera en materia de calzados deportivos. Allí nacieron los zapatos de golf y las zapatillas para atletismo con suelas especiales, origen de la fábrica Reebok.
El formato de zapatos clásicos de hombre abotinados -oxford, derby o balmoral- también tuvo su origen en Inglaterra. Muchos de estos modelos se pueden admirar en el museo Victoria & Albert de Londres. Allí también se exponen zapatos de mujer, como los clásicos pumper de taco alto que se difundieron en las cortes de Francia e Inglaterra para bailar el minué.
Las tradicionales alpargatas, tan populares entre los argentinos, nacieron en la época medieval en el País Vasco francés, donde se llamaban espadrilles.
En Buenos Aires hay fábricas de zapatos con mucha historia. Es el caso de Guante, creada por la familia Cabantous en 1928. También la antigua López Taibo, que fabrica zapatos desde 1897. Han recorrido un largo camino.