Expertos en actividades agrícolas, los Incas eligieron un lugar privilegiado de la sagrada capital para construir el Qorikancha, un templo dedicado a reverenciar al Sol, símbolo principal de la imponente fiesta del Inti Raymi, que alcanza contornos de solemnidad y esplendor y continúa festejándose en la actualidad.
En sus comienzos, la Fiesta del Sol se realizaba con carácter anual entre el período final de la cosecha y el inicio del equinoccio invernal de los Andes.
Para los Incas, el Inti Raymi era equivalente a lo que hoy para nosotros es la fiesta de Año Nuevo. Marcaba el término de un año agrícola y el inicio del próximo. Fueron varias las razones que impulsaron a esa civilización a realizar los sacrificios y ofrendas al astro rey. Una fue que el Inca, al igual que la nobleza cusqueña, eran considerados hijos naturales del Sol; a él obedecían su existencia y debían corresponderle con sacrificios y ofrendas. Por otro lado, si la cosecha del maíz había sido buena, debían agradecerle; y si había sido mala, rogarle para que el año venidero les compensara con una buena producción.
La edición 2017 tuvo lugar ayer y los turistas pagaron entradas de U$S 100 para participar.