Podemos imaginarnos a Jorge Gamarra en su taller, desprendiendo de los inmensos bloques de piedra las formas que le dicta su sensibilidad. Un proceso arduo, prolongado, con sus riesgos técnicos y emocionales: un alumbramiento.
Para ello se enfunda en equipos protectores que lo protegen de la toxicidad del polvo volátil que desprende el granito, o cualquiera sea la piedra con la que trabaje. En el proceso, transforma la materia (con su textura y sus colores a la vista) y también se modifica a él mismo.
En la presentación que lo define, en su página web, dice: "Para crear necesito sortear dificultades y problemas, logrando todos los días pequeñas y hasta modestas invenciones y descubrimientos técnicos que son siempre personales".
Algo de Gamarra (Buenos Aires, 1939, autodidacta) llegó a la provincia, para una muestra individual que inauguró el pasado 12 de agosto y que está montada en Protea, el flamante espacio cultural de Chacras Park, que dirige la curadora y gestora Julieta Gargiulo, quien en esta muestra comparte la curaduría con María José Herrera, especialista en la obra de Gamarra y de prestigio internacional. Está compuesta por 20 esculturas en piedra y madera, y puede visitarse de lunes a sábados de 10 a 18 en Protea (Chacras Park, frente a los caracoles).
"Dentro del proyecto cultural de Protea está el poder acercar a Mendoza a los grandes artistas nacionales, pero también esperamos en un futuro poder llevar nuestros artistas mendocinos a otras regiones", apunta Gargiulo sobre el espacio, que inauguró en abril con una muestra de la reconocida grabadora Cristina Santander.
Sobre María José Herrera, con quien pudimos explayarnos entorno a la figura de Gamarra, se pueden decir muchas cosas: licenciada en Artes por la UBA, fue jefa de Investigación y curaduría del Museo Nacional de Bellas Artes entre 1999-2012. En 2008 fue Directora Artística interina del MNBA. Directora artística del MACBA en 2012. Directora del Museo de Arte de Tigre hasta 2018. Profesora invitada en la Universidad Di Tella y autora de libros de gran valor para el arte argentino: "Cien años de arte argentino" fue publicado por Biblos en 2014.
"Es la tercera muestra que hacemos con Julieta, una verdadera gestora del arte mendocino. Hay que apoyar estos proyectos, ya que no son frecuentes muestras de esta calidad", comenta Herrera.
-¿Cómo se llevó a cabo la selección de las piezas de la muestra en Protea?
- Intentamos dar un panorama general de la escultura de Gamarra entre 1980 y la actualidad. Las distintas temáticas de esas décadas: las “Improntas”, que son los rastros de la violencia de un material sobre otro; los “Fósiles” (herramientas encapsuladas en la piedra, como si hubieran sido halladas en una excavación arqueológica); y las “Herramientas” (en escala agrandada, o su efecto sobre la materia). También hay una de las series de los ‘90, “Cilindro Mineral”, que es la simulación de una ductilidad que la piedra no tiene.
-El período de actividad de Gamarra supera los 50 años, ¿reconoce alguna evolución en su obra? ¿Dónde estaban sus inquietudes artísticas en los '60 y dónde están ahora?
-Bueno, en los ‘60 trabajaba exclusivamente madera y acrílico. En los ‘90 comenzó con la piedra. En cuanto a los temas, son parecidos, solo que últimamente tiene más referencia a las herramientas y, entre ellas, a las hachas de piedra negra, que están inspiradas en las hachas incaicas. Desde los 2000, Gamarra viaja mucho a Chile. Así entró más en contacto con imágenes como el desierto y la arqueología del lugar.
-En este sentido, es interesante un artículo suyo sobre Dompé, de quien también ha escrito "Hernán Dompé - Las tres dimensiones del símbolo". En él se explaya sobre la idea del artista como antropólogo. Por ese uso constante de la piedra, la madera y la persistencia en las formas básicas, ¿hay un punto de contacto de estos conceptos con Gamarra?
-Hay puntos de contacto, pero van más allá de la imagen. Creo que hay un contacto en la forma de concebir el arte. Ambos son enamorados de las formas de la naturaleza y las herramientas, primitivas o no. Y ambos le dan un enorme valor al oficio, porque en el oficio se da forma y se aprende. El artista se nutre también, no solo la obra.
-Como especialista en arte argentino, pero también con su gran perspectiva del panorama del arte contemporáneo, ¿qué es lo más innovador dentro del campo de la escultura?
-Creo que lo más innovador es el uso de todo tipo de materiales y las instalaciones con esculturas. No en la Argentina, pero sí internacionalmente, la escultura en gran escala y la presencia de ellas en el espacio público. Aquí habría que incentivar que se emplacen esculturas en la ciudad, como ocurrió a principios del siglo XX. Pero el vandalismo es uno de los inconvenientes para esto...
-Mucho se discute últimamente sobre cómo lo más relevante o disruptivo que se está produciendo en la música, el cine, la literatura, proviene de las periferias (geográficas, económicas, e incluso sexuales). ¿Nota que la mirada del arte contemporáneo también está puesta allí?
-Creo que ya no se puede hablar de periferia. La comunicación global le da otro sentido a ese término. Pero estoy de acuerdo en que hay temas en los “bordes” de lo canónico que producen innovaciones. El tema es que, con la velocidad de la comunicación, son rápidamente absorbidas.
-¿En qué sentido?
-Lo que yo digo es como teórico, no se me ocurre un ejemplo. Eventos como las bienales y las ferias, además de las redes e internet, esparcen los contenidos y las imágenes, cuales fueran, periféricas o centrales, de un modo aceleradísimo. Es un hecho. En ese sentido, lo periférico es, o va a ser, aquello que no se interese por estos modos de comunicación. ¡Y puede pasar! Fijate cómo se desprestigió Facebook y toda la crítica a la captura de datos personales, preferencias y consumos que implica usar la web.