Alguien dijo alguna vez que el mendocino Juan Giménez hacía "ensoñaciones metálicas". Sus dibujos eran fantasías de guerra y destrucción, con héroes musculosos y barbudos y heroínas de imposible belleza, mutantes, maquinarias, armaduras, tecnologías libradas a la imaginación. Era ciencia ficción con estética pulp, de la más bella, de la más posapocalíptica.
Sin embargo, la realidad puede ser más feroz que la ciencia ficción. Estas ilustraciones no contemplaron que un virus, que se transmite por gotitas de saliva casi invisibles, pondría en cuarentena al mundo, marcaría nuevas fronteras sociales y nuevos futuros posibles. Giménez se fue el pasado jueves, víctima fatal, a sus 76 años, del coronavirus que sacude al mundo (en el país ese día fueron cuatro muertes en total).
Juan Giménez vivía desde hacía años en la ciudad costera de Sitges (España) y había llegado a nuestra provincia a mediados de marzo, ya infectado con el COVID-19. Se encontraba internado en el Hospital Central.
Era parte de la casta de los mejores historietistas e ilustradores que dio nuestra provincia, como Quino y Luis Scafati. Sin embargo, fue en Europa donde logró sus más grandes premios y logró ser, como se dice, "internacional".
Muchos lo recuerdan especialmente por haber sido el autor de la parte gráfica del clásico "La casta de los Metabarones", con guion del psicomago, cineasta y escritor chileno Alejandro Jodorowsky. Fue uno de los puntos más alto de una carrera que empezó en nuestra provincia siendo un niño, que no se despegaba del lápiz y dibujaba donde fuera, algo que solía definir como "el virus por dibujar". Él mismo contaba que copiaba los cómics que le gustaban (así absorbió el amor por el "pulp", cuya estética marcaría su estilo).
De esos años no guardaba especialmente recuerdos, puesto que su cabeza ya estaba totalmente dedicada a la ilustración. En una entrevista a la revista Zona Negativa, decía: "En realidad no tengo recuerdos de un lugar de concreto, los recuerdos son generales ya que por el trabajo de mi padre estuvimos trasladándonos desde que nací cada tres años por varias provincias argentinas durante 18 años. Cosa especialmente interesante desde el punto de vista turístico ya que conozco el país en casi toda su extensión". bromeaba.
Tenía 16 años cuando se le abrieron las páginas de revistas de aventuras argentinas como "Hora Cero", "Misterix", "Frontera", aunque poco después decidió dedicarse a la publicidad. Poco duraría en ese oficio, pues su imaginación lo tiraba más allá, hacia mundos desconocidos. Por esos años, el contacto con la obra de Hector G. Oesterheld (fundador de "Hora Cero") fue decisivo para él: "Cambió radicalmente mi forma de de entender el Comic", decía.
Su primera historia completa, de hecho, "El último disparo" (1956), fue inspirada por una historieta de Oesterheld, de la que le llamó la atención "la historia en si, el ambiente, en aquel desierto dibujado por el magistral Hugo Pratt, el drama humano, típico de los relatos de Oesterheld. Además, mi afición por las máquinas se disparó al ver aquellos tanques perfectamente documentados".
Las historias cortas que, durante los setenta, entregó a la revista "Skorpio" lo terminaron de situar dentro del pulp argentino (están recopiladas en "El extraño juicio a Roy Ely"), y lograría total reconocimiento en la mítica revista "Fierro" de la primera etapa, en donde colaboró en los ochenta, dibujando y escribiendo.
Desde principios de esa década ya se había ido a vivir a España, donde colaboró en las revistas de "Toutain Editor 1984" y "Comix Internacional" con series como "War III" (1981), "Ciudad" (1982), "Cuestión de tiempo" (1982) o "La Estrella Negra" (1983), que hizo bajo el guion de Ricardo Barreiro y que ya es un clásico del posapocalíptico galáctico (con el también hizo "As de Pique", notable cómic bélico).
Sus trabajos, ya en esa época, solían darse a conocer antes en Europa que en Argentina y fue especialmente valorado en Francia, en donde llegó a exponer en 1997 en el Centre Pompidou de París, el principal museo de arte moderno de ese país. Una exposición que, en realidad, sirvió como eslabón de varios premios internacionales que había ganado años antes, como el Saló de Barcelona (1984), el Yellow Kid (el "Oscar" de los historietistas, Italia, 1990) y el Bulle d'Or (Francia, 1994). Esos premios no eran los primeros que tuvo, ni serían los últimos: Juan Giménez fue ampliamente reconocido en vida.
Uno de sus últimos proyectos fue "Elige tu juego", una novela gráfica que había diseñado en paralelo a los "Metabarones" durante varios años y que finalmente apareció en nuestro país entre enero y marzo de 2015, en las páginas de la revista Fierro de la segunda etapa.
El adiós de los amigos
En las redes sociales fue despedido con gran pesar. Bajo el hashtag #juangimenez, en Twitter se nuclearon cientos de despedidas, de fanáticos, de comiquerías y clubs, de editoriales, etcétera.
Muchos colegas también manifestaron su dolor, como Rep y el gran historietista inglés Neil Gaiman: "We lost Argentina's master comics artist Juan Giménez to COVID. Sad...", lamentó.
Uno de los mensajes más relevantes fue el que le dedicó el Festival de Sitges, la meca del cine de ciencia ficción del mundo, en donde recibió un premio María Honorífica en 2017. "Maestro del cómic de ciencia ficción y muy buen amigo del Festival", escribieron desde el perfil oficial de ese importante festival.
En primera persona
Luis Scafati (dibujante, ilustrador): Todavía recuerdo la gran exposición que se organizó en el eca años atrás y donde pudo apreciarse en todo su esplendor el trabajo de Juan, un tipo entrañable, un apasionado del cómic y la ciencia ficción.
Su manejo de los espacios, los climas que lograba con el color y la minuciosa descripción gráfica que hacía de máquinas, cohetes etc..
Él además era un intrépido motociclista, recuerdo que por esos días de la muestra tenía planeada una excursión en moto. Cuando ambos vivíamos en Mendoza no nos conocíamos, a pesar de que ambos anduvimos por agencias de publicidad y seguramente nos debemos haber cruzado en alguna expo.
Además ambos nos inquietaban parcelas muy semejantes en el tema artístico, la historieta y el humor, pero recién nos conocimos cuando ambos nos habíamos ido de Mendoza, el a España y yo a Buenos Aires. Juan supo entonces encontrar su camino en el cómic, a finales de los 70 ése género estaba en plena ebullición en España.
Revistas especializadas como Tótem o Metal Hurlant, recogían el trabajo de grandes artistas, gente del tamaño de Alberto Breccia, Sergio Toppi, Bataglia, Moebius, Ops, Chumy Chumez y muchos más que fueron creando una nueva camada de dibujantes, entre los que están Juan, ocupando un lugar relevante. Para el mundo del cómic esta ausencia es una muy triste noticia
Andrés Casciani (ilustrador): la muerte de Juan golpea por toda la historia de la cultura en la provincia y en lo internacional. Duele muchísimo. Tuve el honor de conocerlo en 2014 en una muestra en el espacio Le Parc y rescato de su obra y lo que queda presente en mi trabajo es su constante compromiso con el trabajo.
El precio que pagó en su vida personal dedicarle tanto tiempo a su pasión creativa. Tengo la imagen de un artista como jornalero, un verdadero trabajador del arte. Creo un universo inmortal desde su compromiso de jornalero cotidiano.