Con más de 70 años a sus espaldas, Lucky Luke continúa siendo leído por millones de personas en todo el mundo. Al igual que otros mitos de la historieta franco-belga como Astérix, el vaquero justiciero y bonachón creado por Morris en 1946 sigue sin perder su categoría de best seller y no tiene planes de jubilación en el horizonte. Por el contrario, la serie se proyecta a largo plazo a través de autores jóvenes que están dando nuevos aires a sus aventuras, para adecuarlas al paladar de los lectores del siglo XXI. Uno de ellos es Jul, el historietista francés detrás de la idea y el guion de "Un cowboy en París", el más reciente álbum de la saga, publicado hace poco en nuestro país por Libros del Zorzal (además, Del Zorzal ha reeditado "Remontando el Mississipi y Billy the Kid", dos clásicos de la saga). De visita en la Argentina para participar de la Feria del Libro de Buenos Aires, Jul se sentó a conversar con Los Andes acerca de la vigencia del personaje, de la manera en que es posible modernizar un mito sin que se pierda su espíritu y de las particularidades del humor argentino.
- ¿Cómo fue que, entre tantos grandes autores de historieta que hay en Francia, fuiste el elegido para esta nueva época de Lucky Luke?
- Yo ya venía trabajando hace más de diez años con la histórica editorial de Lucky Luke, publicando mis propias obras. Así que creo que estaba en el lugar correcto y en el momento correcto cuando la editorial decidió darle una especie de nuevo comienzo al personaje, para proyectarlo a lectores y temáticas del siglo XXI. La serie es un mito y sigue vendiendo cientos de miles de ejemplares cada año, pero necesitaba modernizarse. Y creo que pensaron en mí porque, al igual que Goscinny, me gusta crear relatos que sean divertidos y que a la vez brinden distintos tipos de referencias históricas y culturales que pueden ser disfrutadas por chicos y grandes por igual. Esa mezcla entre lo cándido, lo entretenido y lo culto fue la receta original de Lucky Luke y la explicación de su enorme éxito global.
- Hablabas de René Goscinny, el primer guionista de Lucky Luke y padre de Astérix, un personaje fascinante que se crió en la Argentina… ¿Cuáles son las marcas que tomaste de él para elaborar tu propia visión del personaje?
- Creo que lo que más me marcó del estilo de Goscinny es la profundidad de su sentido del humor. Su manera de entretener no es superficial sino que tiene raíces profundas en la historia y la cultura. Otra cosa importante es lo que yo llamo su “benevolencia”: una mirada que puede ser muy crítica y burlona con situaciones o personas, pero que al mismo tiempo entraña una gran dosis de comprensión sobre los defectos de los demás, sobre las malas decisiones o los malos pensamientos de la gente. Hay mucha fraternidad y mucha humanidad en la forma que Goscinny tenía de retratar el mundo. En el caso de Lucky Luke, pensemos que el Lejano Oeste era un lugar realmente muy horrible, una época muy violenta, en la que la gente era muy vil y centrada en su propios intereses, abundaban los linchamientos... Y en ese contexto, Lucky Luke va intentando encontrar cierta bondad y el lado humano de la gente. Y esa es la clase de pensamiento mágico e inspirador que atraviesa siempre el humor de Goscinny.
- De qué se trata este nuevo álbum que acaba de llegar a la Argentina…
- Narra cómo Lucky Luke se convierte en “guardaespaldas” de la estatua de la Libertad y viaja a París para escoltarla, porque está a punto de ser regalada por Francia a los Estados Unidos. La historia es la típica travesía divertida y un poco desopilante de Lucky Luke, pero también resuenan temas como las actuales relaciones entre Estados Unidos y Europa y las contradicciones entre la búsqueda de la libertad individual y la necesidad de seguridad. Esta última es una tensión particular de Lucky Luke, un cowboy que ama la libertad y la vida errante, pero que al mismo tiempo tiene como misión poner entre rejas a los hermanos Dalton. Y, además, como si faltaran referencias al mundo contemporáneo, el villano tiene unas cuantas similitudes con Donald Trump.
- ¿Vos tenés las decisiones sobre esas cosas, hay límites en lo que se puede parodiar?
- Las ideas iniciales son mías, tanto acerca del marco general de la historia como las características de los personajes y las situaciones. Pero pasan por la validación de la editorial y de Achdé, el dibujante, que también participa activamente de la concepción de cada álbum. También se lo mostramos a la viuda de Morris, una señora de casi 90 años que es como la guardiana moral de Lucky Luke y que de alguna manera representa el legado de los creadores. Le mostramos lo que vamos haciendo y sus opiniones importan, pero no existe censura ni limitaciones.
- ¿Cómo se adapta una historieta como Lucky Luke a estos tiempos más complejos?
- Es muy importante no alejarse del espíritu original de la tira, que nos es político ni social. El corazón de las historias de Lucky Luke es la acción, el humor y una parodia cándida a la cultura del Lejano Oeste y los westerns de Hollywood. Y así como las pelis westerns de hoy no son iguales a las de los ‘50, las historias de Lucky Luke tampoco. Cuando ves las pelis de los Cohen o Tarantino te das cuenta de que para hacer western hoy tenés que ser más complejo; aunque la base siga siendo crear historias que puedan ser compartidas por grandes y chicos.
- ¿Cuál es para vos la función del humor en este momento del mundo?
- Si bien no tiene la capacidad de cambiar las grandes cosas, es una buena herramienta para juntar a la gente. En un momento de mucha división y conflictividad en Francia, los álbumes de Lucky Luke tienen lectores de todas clases sociales y todas las opiniones políticas. Eso me da la posibilidad de generar historias que den un mensaje compartido. No es mucho, pero es algo.