No fue la despedida soñada por Toni Nadal, aunque el ya legendario entrenador puede jactarse de haber dicho adiós dejando a su sobrino Rafael, como le gusta llamarlo, otra vez en lo más alto.
El tío más famoso del tenis vivió el lunes por la noche su último partido como entrenador de Nadal después de toda una vida viajando juntos por el mundo. Fue una despedida en silencio y precipitada por la lesión de su jugador, aunque nada podrá empañar un lazo que ya forma parte de la historia grande del deporte.
La decisión del número uno del mundo de abandonar el Masters de Londres tras la derrota ante el belga David Goffin debido a su lesión en la rodilla derecha no solo supuso el final de su temporada, sino también de su trabajo de casi tres décadas con Toni.
El guía de Nadal desde que el campeón empuñó por primera vez una raqueta a los tres años dejará de acompañar al jugador en el circuito en 2018. Se dedicará de lleno a la academia del tenista en Manacor y a la formación, su gran pasión, aunque prometió viajar cada vez que pueda para ver jugar a su sobrino.
"Iré por las mañanas a la Academia. Haré una vida normal porque ya tengo una edad que no estoy para hacer grandes cosas", comentó Toni Nadal, de 56 años, en una reciente entrevista con el diario "Marca".
"Lo que intentaré es ponerle al que venga a la Academia la misma ilusión que puse en su día para que Rafa fuera bueno. A mí lo que me gusta es entrenar y seguiré entrenando, aportando mi visión del tenis", señaló.
Al frente del equipo quedará ahora Carlos Moyá, quien comenzó a trabajar con Nadal a fines de 2016. El ex número uno del mundo seguirá contando con el apoyo complementario del entrenador Francis Roig.
Tanto Toni como Moyá siguieron en silencio y con rostros serios el drama vivido el lunes por el jugador en el Estadio O2. El número uno se arrastró por la pista, casi cojeando, y pese a poner su habitual corazón terminó perdiendo tras más de dos horas y media en las que jugó más allá de los límites tolerables del dolor.
Fue un adiós impropio para un vínculo más que especial. La influencia de Toni, si bien fue menguando con el paso de los años, ha sido inconmensurable en la carrera de Nadal. Con él en el banquillo, el español ganó 16 Grand Slam, diez de ellos en Roland Garros, y se convirtió en uno de los mejores jugadores de la historia.
A Toni se le atribuye, por ejemplo, el acierto de haberle inclinado a jugar con la mano izquierda, pese a ser diestro. Pero más que los aspectos técnicos o tácticos, el exigente entrenador ha sido una figura clave para comprender el carácter que forjó el campeón.
"Yo entiendo que en la vida el carácter es lo fundamental, porque al final pasar una pelota por encima de la red es poco importante en la vida, pero el dominar la voluntad, dominar el esfuerzo, tener perseverancia en lo que haces, sí que tiene valor", dijo el año pasado durante una charla en el torneo de Buenos Aires. "La voluntad se enseña igual que un drive. He sido un entrenador más preocupado de la cuestión del carácter que de la cuestión técnica".
Hasta su última semana en Londres, Toni acompañó y exigió a Nadal como si se tratara de su primera vez juntos. El tío-entrenador dirigió cada una de las prácticas antes del Masters, ordenó silencio a los periodistas y dio instrucciones al jugador en mallorquín, un dialecto del catalán que se usa en la isla natal de ambos.
No fue la capital británica el lugar para los homenajes y despedidas. Tampoco para los premios, ya que la ATP distinguió al sudafricano Neville Godwin, entrenador de Kevin Anderson, como el técnico del año por delante de la dupla Toni Nadal-Moyá.
Esquivo a los elogios, Toni vivió su gran reconocimiento hace unos meses en Roland Garros, la tierra donde más alegrías vivieron juntos. La organización lo invitó entonces, después de que Nadal ganara su décimo título de Roland Garros, a que entregue a su pupilo una réplica especial del trofeo.
Allí estará seguramente Toni otra vez en mayo del 2018, cuando Nadal, ya sin él, vaya en busca del la "Undécima". "Siempre que pueda comprarme un billete voy a ir a verle", prometió.