Nadie esperaba que un concierto en Caracas, Venezuela terminara de esta manera. Era la mitad de mayo del 2010 cuando Gustavo Cerati terminaba de cantar en la Universidad de Simón Bolívar. Cansado fue hasta su camarín donde pidió un medallón de lomo y una ensalada. En ese momento le preguntaron si quería salir y él dijo que no, sólo quería descansar. Una actitud que sus allegados definieron como rara para el músico.
Pasaron sólo minutos, mientras los integrantes del staff intentaban sacar una foto, Cerati apareció. Estaba cambiado, se había puesto una camisa, un jean y un saco. "Lo miré y estaba blanco, con los ojos desorbitados y la boca abierta", relató después Adrián Taverna, amigo íntimo de Gustavo y el sonidista de todos sus shows. "No me lo olvido más en mi vida".
Caminó a su camarín, se sacó el saco, abrió su camisa y se recostó en el sillón. Algo no estaba bien y el músico le hechó la culpa a un pico de presión. Nicolás Bernaudo -su asistente- llamó rápido a los paramédicos. Pero los encargados de la seguridad del lugar no tenían mucha experiencia y no supieron moverse con rapidez. Cuando su kinesiólogo lo encontró en el camarín se hizo cargo de la situación y pidió una camilla.
Gustavo aún podía moverse por sus medios pero estaba claramente abrumado y no podía hablar. Lo subieron a una camilla y lo llevaron en una ambulancia hasta la Clínica La Trinidad. Cuando llegaron no había luz en el lugar, por eso tuvieron que volver a subirlo en la ambulancia y partir hasta otro centro.
En ese último recorrido seguía consciente, con los ojos abiertos pero sin poder emitir palabra. Fue el inicio de su ACV que le cobró la vida cuatro años más tarde.