Cuando la intolerancia y el autoritarismo de patota se imponen en una reunión académica y tienen por único objeto impedir el debate y sobre todo se pierde el respeto hacia los disertantes invitados, la responsabilidad primaria siempre, siempre, recae sobre los organizadores.
Hemos tenido lamentables y vergonzosos episodios como el que padeció hace unos años el ensayista Alberto Manguel, ex director de la Biblioteca Nacional. El, fue víctima de un escrache en la Feria del Libro donde por sus méritos intelectuales pronunció el discurso de apertura. Hombres y mujeres, presuntamente de la cultura, lo agredieron verbalmente y con carteles. Lo etiquetaron y lo estigmatizaron. Algo similar ocurrió en la feria del libro en 2011 con el Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa.
El prestigioso escritor remarcó entonces que las dictaduras “no aceptan la crítica, recurren a la violencia, al calabozo, a la tortura”. “Todas las dictaduras son catastróficas.
Hemos sufrido demasiado de intolerancia, de verdades absolutas, y quien no lo crea así se lo castiga”, aseveró.
Algo similar ocurrió en el Colegio Nacional de Buenos Aires hace pocos días. Las autoridades del colegio invitaron a Luis “Tucu” Cervera y Héctor “Pipi” Sánchez, pilotos de la 5° Brigada Aérea de Villa Reynolds, San Luis, para que contaran su experiencia en el conflicto bélico de 1982.
“El acto comenzó con un video de aproximadamente 20 minutos en el cual se podían observar fotos y videos sobre aviones y elementos de guerra, conflictos bélicos, soldados muertos y poemas bíblicos, todo con una música épica de fondo”. Al producirse el momento de las preguntas del público, el padre de un alumno pidió la palabra e hizo una durísima pero inoportuna crítica a la Dictadura militar dando pie a que un alumno preguntara luego “acerca de los chicos de 18 años que fueron a Malvinas sin ningún tipo de capacitación o armamento y sobre los 30.0000 compañeros desaparecidos”. Los oficiales se retiraron de la sala.
Los únicos y exclusivos responsables son los organizadores de tamaño dislate. Ellos como anfitriones debieron prever la situación y en caso que los hubiera tomado de sorpresa proceder con firmeza y claridad acerca de los motivos de la convocatoria.
Tuve una experiencia similar en esta ciudad de Mendoza el 8 de junio de 2018 en la Universidad Nacional de Cuyo, a la que fui invitado a disertar sobre alternativas diplomáticas diferentes a las practicadas hasta ahora, para lograr una solución satisfactoria y definitiva hacia el conflicto de Malvinas que ya lleva casi 200 años sin resolverse. Ocurrió que cuando me encontraba haciendo uso de la palabra, un veterano de guerra que estaba sentado en la segunda fila del público, comenzó a hablar en voz alta en una sala colmada de público. Fue muy breve el lapso transcurrido entre ese momento, y el que, el veterano subió al estrado donde yo me encontraba.
Interrumpiendo mi disertación, subió al estrado, comenzó a relatar a viva voz y con una carga emocional muy fuerte, su experiencia en Malvinas. Comprendí en el acto que los organizadores nunca previeron que ocurriría algo así y opté por ponerme de pie, dirigirme al ex combatiente que me miró sorprendido y le di un cálido abrazo. Acto seguido abandoné el escenario. Todo finalizó bien, aunque el público no comprendió bien que era lo que había ocurrido. Así me lo preguntaron numerosas personas asistentes a la jornada académica cuando todo terminó.
Los organizadores aparecieron cuando todo había terminado. Por supuesto no hubo agresiones ni intolerancia pero quedó en claro que cuando se organizan este tipo de eventos hay que proceder con un programa y una voluntad de hacerlo respetar a rajatabla.
Jorge Lidio Viñuela
Ex diplomático de carrera