Habrá que remitirse a tiempos pasados y revolver en el archivo para encontrar a un Independiente Rivadavia tan descontrolado (adentro y afuera de la cancha); con la cabeza pasada de revoluciones y sin poder dar dos pases seguidos. Ante Ferro, en un partido clave para volver a zona de Reducido, la Lepra jugó muy mal, erró más de lo que acertó y le dio vida a un rival que tampoco hizo demasiado mérito para llevarse los tres puntos. De yapa, cuando los jugadores abandonaban el vestuario, los hinchas comenzaron a insultarse entre si y todo terminó en una batahola que preocupó a más de uno.
Lo que se vio en el primer tiempo fue un presagio de lo que llegaría en el complemento. Aunque el Azul generó las dos chances más claras en ese comienzo, Ferro empezó a salir del asedio y, con el buen pase de Miranda y Busse, le quitó ritmo al juego. Así fue como la más clara se marcó en el casillero de la visita: habilitación para Bordacahar, quien eludió a Aracena y no pudo rematar porque se quedó sin ángulo de tiro. Antes y después, Independiente dispuso de una gran cantidad de acciones de balón parado y todas las despilfarró. La imprecisión de los ejecutores fue el detalle.
Sin Negri, que debió salir lesionado, el local resignó ataque por izquierda y se repitió por derecha, casi siempre buscando el desequilibrio de Castro, que tuvo una tarde para el olvido. Sin su mejor hombre conectado, el resto fueron desaciertos que comenzaron a levantar temperatura en las tribunas.
El ingreso de Tissera le dio un poco de picante a la ofensiva azul, pero el delantero no encontró intérpretes para resolver más de una ocasión. Así, el equipo fue cayendo en el embudo pensado por la visita, que apostó a definir el trámite de contragolpe y lo hizo pasada la media hora del complemento. Falló dos veces Zules Caicedo, Bordacahar lanzó un centro preciso y E. Díaz definió con todo el arco libre, de cabeza.
Independiente fue a buscarlo, es cierto, pero sin ideas, ciego, lanzando centros sin destino. También es cierto que la fortuna no estuvo de su lado en esa doble salvada de Gómez (sacó en la linea) y Bailo (remate a quemarropa de Disanto) y todo terminó en derrota; aunque esta vez se perdió algo más que un partido. Fuera de la zona de clasificación, el equipo mostró una cara que no había dejado ver hasta el momento: la de un equipo preso de sus nervios.