Marzo 2020. Cuando creíamos que el mundo descollaba en tecnología y asistimos a increíbles descubrimientos en la tierra y en el espacio, adelantos en la medicina, inventos fabulosos y parecía que ya no había nada para descubrir, de pronto damos un vuelco.
Hoy nos toca vivir un flagelo que en el futuro de la humanidad se recordará como algo trágico.
A lo largo de la historia, el mundo ha sido azotado por epidemias, pandemias, endemias y pestes, de todas clases, demostrando la fragilidad del ser humano. La historia repite hechos trascendentales y sin embargo nada podemos hacer para prevenirlo o evitarlo. Si retrocedemos en el tiempo, podemos comparar las terribles pestes que, en diferentes épocas diezmaron a poderosas naciones propagándose de lugar a lugar a pesar de que el contagio era diferente al que vivimos hoy.
En nuestros días, debido a la globalización, al hecho de que podemos trasladarnos a otros países en pocas horas, nos hace más vulnerables y el virus más propagable. Vemos con angustia que la gente enferma y muere. Y levantamos los ojos al cielo pidiendo a Nuestro Señor que se apiade de nosotros, prometiendo ser más justos y buenos. Sin embargo, la enfermedad sigue creciendo en muchos países.
Me pregunto si todo este dolor no tiene su lado positivo. Quizás esta pandemia pueda cambiar el curso de la historia del mundo, un mundo dañado por la maldad del hombre, por el olvido de Dios, del amor al prójimo, a la Naturaleza y a los valores humanos que fuimos perdiendo a través del tiempo.
En la época de los avances y cambios constantes, quizás debemos invertir el rumbo que hasta ahora fuimos llevando y empezar a construir un mundo nuevo sin egoísmo ni maldad. Volver a las cosas simples, al respeto por el ser humano, dejar de creer que somos imbatibles y que podemos comernos el universo, que si tenemos dinero y poder somos extraordinariamente invencibles. Ya vemos que esto no sirve demasiado, como tampoco sólo sirve el odio o las guerras para matarnos, nos puede matar un simple virus sin balas ni metrallas.
Hoy nos enfrentamos a otra guerra y la tenemos que combatir entre toda la sociedad argentina, haciendo la cuarentena y apoyando a los médicos que son los valientes guerreros de estos días, junto a las enfermeras, Fuerzas de Seguridad y Fuerzas Militares.
Es tiempo de pandemia, tiempo de reflexión. Quizás esto nos haga recordar que el planeta es nuestra casa y que debemos cuidarla amorosamente como se cuida a un ser amado.
Pasarán los años y muchos, los que tengan la suerte de estar vivos, recordarán el dolor que nos causó la pandemia, como también el día que volvieron los cisnes a los canales de Venecia, sobre las aguas que hasta hace poco estaban turbias y mugrosas. Tampoco se olvidarán de algo inusitado, que los ciervos, por primera vez, bajaron hacia los pueblos vecinos cercanos a su hábitat.
Estos hechos acaecidos, me hacen pensar en Dios, ¿qué nos quiere decir? ¿Qué mensaje nos está dando? Será que el hombre se ha vuelto tan egoísta y dañino que tenemos que tener un fuerte golpe para recordar que no somos tan poderosos, que somos vulnerable hasta el punto tal de que un virus puede transformar nuestras vidas y hacernos ver que antes de esto éramos felices…
Pero es tiempo de pandemia y tiempo de cambiar lo feo que nos está pasando. Que pueda ganar el amor y vencer al odio.
Es tiempo de recoger los pedazos de una sociedad en llamas y hacer con ella un herbario de donde nacerán las flores más bellas y perfumadas.
Es tiempo de recogimiento, de oración, de perdón, de paz y de amor. Todos juntos y con ese caudal en nuestras manos, podemos vencer la enfermedad.
No salgas. Quedate en casa.
Adela Álvarez Faur
Desde Bowen (Gral Alvear)