Viajero, amante de la naturaleza y ante todo aventurero, así es Ignacio Dean. Un personaje de aquellos que van a lo esencial del hombre y sus actitudes, ante el desafío que implica la existencia.
Hay un whisky escocés que tiene como logo a un dandy del siglo XIX, con sombrero de copa y dando un paseo a buen ritmo y cuya marca en español, podría traducirse como “Juancito Caminador” ¿Lo tienen? Bueno, ese es nuestro entrevistado; un caminador con credenciales.
En 2012, este malagueño de 35 años licenciado en Publicidad, Relaciones Públicas y Medio Ambiente tomó la decisión de dejar su trabajo y su vida en Madrid y embarcarse en un viaje que lo llevaría alrededor del mundo, ni más ni menos que a pie. Con la única compañía de un carrito donde cargaba sus pertenencias, Ignacio haría camino al andar, como reza el poema de Machado. Las cosas más insólitas le pasarían en este particular viaje. Desde dormir en el techo de una comisaría en Ecuador cuando lo encontró la noche en medio de la selva hasta despertar de madrugada por el aullido de perros salvajes en Australia; encontrarse cara a cara con un rinoceronte en Nepal o con un paquete de papas fritas en el desierto un día que la comida escaseaba.
Se pueden imaginar que sus anécdotas son todo, menos aburridas. De regreso en la península ibérica, Ignacio habla relajado sobre los paisajes, los lugares, los peligros y los desafíos que hoy ya han quedado atrás y ocupa sus días con un nuevo reto: escribir un libro sobre su particular recorrido. En esta nota con Los Andes nos hace partícipes de su apasionante travesía.
¿Qué fue lo que te movió a dejarlo todo y ponerte a caminar?
A mí me gusta viajar, ya había viajado a unos cuantos países. Me gusta el deporte, practicaba escalada, natación, salía a correr casi todos los días y me gusta la aventura. Había hecho otras rutas y otros viajes caminando así, de varias semanas y en uno de ellos, estaba tan a gusto que se me ocurrió la idea de dar la vuelta al mundo a pie. Pues, alejado de las prisas, del estrés de las ciudades, en contacto con la naturaleza, llegando a los sitios por mis propios pies. Pero una cosa es que se te ocurran las ideas y otra es tomar la decisión.
¿Cómo fue ese momento de tomar la decisión?
Fue en verano de 2012. Fue una mañana que hacía muy buen tiempo, una mañana soleada y creo que el sentido de la vida es luchar por los sueños, es un milagro estar vivos y no quería dejar pasar la oportunidad. Así que tomé la decisión de ir a por este sueño. Luego quería aprovechar también para lanzar un mensaje de cuidado de la naturaleza y del planeta tierra. Es decir, dediqué este reto, esta aventura, a este mensaje, a esta causa.
¿Cuál es el resultado que has obtenido con este mensaje?
Para mí ha sido bueno. He intentado lanzar este mensaje a través de la web, de las redes sociales, dando charlas en colegios, en universidades, haciendo entrevistas, hablando con toda la gente que he conocido a lo largo de mi viaje y yo he aportado mi granito de arena para mejorar un poquito el mundo.
¿Cómo fue armar la logística para semejante travesía?
Pues me llevó nueve meses de preparativos. Oye, si me voy de vacaciones y no sé qué meter en la maleta… ¿Qué me llevo para dar una vuelta al mundo a pie? Tracé un trayecto provisional, un calendario de cuánto tiempo me iba a llevar recorrer cada continente, tratar de contactar con patrocinadores para ver si me podían proveer de material, un botiquín, ponerme vacunas, contactar con embajadas.
¿Tenés algún viajero de referente, que haya servido de inspiración para tu viaje?
Hay una persona que ha dado la vuelta al mundo a pie. Tardó doce años. Es un canadiense que se llama Jean Béliveau y fue un poco la persona que me sirvió de referencia.
Supongo que serán miles las anécdotas, pero ¿alguna que te haya marcado especialmente?
Anécdotas sencillas te puedo contar muchas. Una vez que acampé en el tejado de una comisaría en Ecuador, una vez que me encontré una bolsa de patatas fritas en el medio del desierto. Pero luego, experiencias intensas… pues muchas. Estuve presente en un atentado terrorista en Dhaka, en Bangladesh, mientras caminaba por una de las principales avenidas de la ciudad, hubo cinco explosiones, salió toda la gente corriendo, la policía y el ejército cargando los fusiles. Fue una situación tensa de la que sales vivo de milagro. En ese momento piensas que estas en el lugar equivocado.
¿Ese tipo de situaciones te hicieron cuestionar el viaje? ¿Pensar en volver?
No, yo he tenido siempre muy claro que iba a seguir. He vivido situaciones también difíciles: me asaltaron en Lima, se me echaron encima cinco tipos y me robaron la cámara de fotos, el teléfono móvil; en México, en el estado de Chiapas contraje la fiebre chikungunya. Estuve seis días en Chiapas, con 42º de fiebre, dolores de articulaciones…
Sé que viajabas solo, pero en esos momentos ¿Tenías alguna persona a la cual recurrir?
Sí, he tenido siempre amigos o contactos en la mayoría de los países. Por ejemplo, en este caso estuve en casa de un amigo que tenía en Oaxaca. Luego, por ejemplo, me intentaron asaltar miembros de la Mara Salvatrucha (Una organización criminal originada en Los Ángeles y extendida por otros países) en la jungla en El Salvador con machetes.
¿Cómo viviste el tema de viajar por Latinoamérica?
Cuando llegué a América, era mi cuarto continente. Desde Australia llegué a Chile, llevaba un año y medio sin hablar español. La primera mañana que me levanté en Chile, no sabía si decir buenos días, good morning, buon giorno o en qué idioma saludar. Estaba un poco desorientado. Luego viene muy bien, porque te permite conversaciones un poquito más profundas. Ten en cuenta que cuando estás atravesando Asia, en Irán se habla persa, en la India hindú, en Turquía turco y no tienes oportunidad de sostener conversaciones muy trascendentales ni muy filosóficas.
¿Si tuvieras que hacer un Top 5 de lugares?
Te diría por ejemplo Eslovenia en Europa, Malasia en Asia, Australia y Costa Rica... Han sido cuatro, uno por continente. Pero te puedo hablar de sitios increíbles como el Desierto de Atacama en Chile, las selvas de Ecuador, de México, te puedo hablar muy bien de Irán, de Indonesia, de Armenia.
¿Cuáles fueron los trayectos más duros del recorrido?
Como retos físicos duros, fueron Australia, el desierto de Atacama en Chile y la Cordillera de los Andes. Pero para mí, los países más difíciles de cruzar a pie fueron la India y El Salvador. Este último por la inseguridad. Y la India por cosas tan básicas como dormir y comer. Es un país donde hay mucha suciedad por todos lados, la calidad de la comida y del agua es muy precaria. Cuando se hace de noche tienes que dormir en algún lugar, imagínate ahí en las junglas que hay monos, hay elefantes, hay tigres.
¿Alguna experiencia con la fauna autóctona?
Por ejemplo en Australia, me ocurrió que estaba durmiendo una noche en mi tienda de campaña, en medio del desierto y me desperté de madrugada con una jauría de dingos (perros salvajes endémicos de Australia) aullando alrededor de mi tienda. En Nepal estuve frente a un rinoceronte en mitad de la jungla, a escasos veinte metros uno del otro.
En los viajes muchas veces se tiran por tierra prejuicios (para bien o para mal), ¿Alguno que recuerdes?
Por ejemplo, que el planeta no es tan grande como parece. Esa fue la primera idea que desmentí. Cuando le das la vuelta a pie caminando, este concepto se cae por su propio peso.Luego compruebas que la mayoría de la humanidad es buena. Viajar a pie es el medio de transporte más peligroso, es el más lento y el más expuesto. Si la humanidad no fuera buena, mi viaje hubiera sido imposible, no hubiera llegado ni a Italia. Luego compruebas que los países, cuanto más pobres, más generosos son también. Aquí, en occidente, en el primer mundo, como tenemos muchas cosas, tenemos miedo que nos las roben. En otros países comparten contigo lo poco que tienen y además son felices.Cantan, bailan, sonríen.
¿Qué rescatás del paso por cada uno de los continentes? ¿A qué asociás a cada uno?
Por ejemplo, para mí Europa fue la piedra de toque, el bautismo. Asia fue el dragón, la prueba de fuego, era un continente muy grande y muy diferente. Australia fue libre y salvaje. América te podría decir que fue la vuelta a casa.
¿Cómo ha sido la verdadera vuelta a casa? ¿Retomar la vida en tu lugar de origen?
Ha sido muy ajetreada también porque tenía muchas cosas que hacer. Desde renovar mi DNI hasta un chequeo médico, ahora estoy escribiendo el libro de mi viaje.
¿Cuál es el próximo proyecto viajero?
No lo sé. Tengo muchos en la cabeza, ya cuando me vaya a embarcar en él os lo comunico. Así los tengo atentos.
Ficha del Viaje
Tiempo de la travesía: 3 años (1095 días).
Kilómetros recorridos: 33.000.
Países recorridos: 31.
Continentes: 4.
Pares de zapatillas gastados: 12.