La ciudad de Leshán, en China, es conocida por albergar la estatua del Buda tallado en roca más grande del mundo. La llaman "Dafo" y se ubica en un acantilado frente a la unión de los ríos Dadu y Min. Mide 71 metros de alto y 28 de ancho. Sus orejas alcanzan los 7 metros y sus pies 8,5.
Cualquiera de sus uñas supera en tamaño a un ser humano. La escultura fue iniciada por un monje en el año 713 y su tallado culminó 90 años más tarde.
Lo primero que se ve es la enorme cabeza asomando al filo de la montaña. Llegué temprano y pude admirarlo con tranquilidad antes de la llegada de la horda de turistas. Está sentado con las manos sobre sus rodillas. Se desciende hasta la base por una inquietante escalera muy angulada cavada en la roca, que corre paralela al Buda hasta el nivel de sus pies.
Desde abajo, junto al río, la vista de la enorme estatua es sobrecogedora. Un lugar que me impactó y debería estar entre las Siete Nuevas Maravillas del Mundo.
En su muelle atracan los barcos llenos de gente para sorprenderse con este monumento declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
En China todo adquiere dimensiones que escapan a lo normal.
Continué el viaje hacia Yichang en el centro del país. Es una ciudad ubicada en la ribera del río Yangtsé, el más extenso de Asia y tercero del mundo detrás del Nilo y el Amazonas.
A 35 kilómetros de allí se construyó la presa hidroeléctrica Tres Gargantas que es la mayor del planeta. Su paredón tiene 2.300 metros de largo. Para darse una idea el muro del dique El Nihuil, el más grande de Mendoza, tiene 495 metros.
Después de un largo tren nocturno arribé a la ciudad de Chengdú, la quinta más grande del país con 14 millones de habitantes. Mi objetivo era admirar en su propio hábitat a los Osos Panda.
Existen 16 reservas de estos simpáticos animales y 11 de ellas están aquí. Acudí a la más grande: Research Base of Giant Panda Breeding. Recomiendan ir temprano en la mañana para observarlos ya que es su hora preferida para comer. Durante el resto del día se echan a la sombra y duermen. Su dieta está basada en brotes de bambú. Luego de caminar diez minutos por senderos selváticos escuché el incesante click de la cámaras fotográficas y me encontré con un grupo de cachorros que se alimentaban alegremente ante la mirada sorprendida de los visitantes.
Todo está muy bien señalizado y ruegan hacer silencio ya que son animales muy delicados y el ruido les molesta. En otro sector de la reserva vi pandas rojos. Son más pequeños y menos famosos que sus primos blancos y negros. Se asemejan a los coatíes que pululan por las Cataratas del Iguazú.
Se pueden acariciar si ellos deciden acercarse, pero está expresamente prohibido darles de comer.
Una experiencia inolvidable en el corazón profundo de la China.
Hostel en Chengdú: 9 dólares. Templo Budista de Wenshu: gratuito. Buda Gigante de
Leshán: 15 dólares. Mirador de la Presa Tres Gargantas en Yichang: gratuito. Reserva de
Osos Panda: 10 dólares www.panda.org.cn