La sensación es inequívoca: con la exclusión de Alejandro Gómez (Papu, para todo el fútbol argentino e italiano) de la lista preliminar de 35 futbolistas elegibles para el Mundial de Rusia, Jorge Sampaoli se sacó de encima un problema interno.
Todavía duele en el cuerpo de Lucas Biglia y en la ‘Mesa Chica’ del plantel el golpe de Gómez en el partido entre Atalanta y Milan. Ese que complicó la recuperación del mediocampista central, que aparece como titular en la idea del entrenador.
Sergio Agüero, quien ya comenzó a entrenarse a las órdenes del cuerpo técnico, fue contundente: “Si hubiese sido yo el que sufrió la falta, me enojaría mucho y lo hubiera esperado en el túnel para decirle de todo. Iría para preguntarle si fue de mala intención o no. Apretarlo para que me lo aclare”, expresó en declaraciones a TyC Sports.
El Kun es uno de los miembros de esa Mesa Chica que tanto influye en el ámbito interno, junto a Lionel Messi, Javier Mascherano, Angel Di María, Sergio Romero, Gonzalo Higuaín y el damnificado Biglia.
Papu Gómez ya no cae simpático como la temporada pasada, cuando tras el furor de sus goles y de su bailecito en cada festejo, fue citado por Sampaoli. En la Selección disputó cuatro partidos y marcó un gol (en la goleada frente a Singapur, allá en el sudeste de Asia).
El mediocampista-extremo -referente del Atalanta- ofreció su respuesta. También fue contundente: “Me parece una pelotudez enorme que se esté hablando de esa jugada con tantos temas que tienen la Selección y la AFA”.
Sobre las declaraciones específicas de Agüero, señaló: “Al Kun lo conozco desde hace mucho tiempo. No puedo responder a lo que dijo. No vale la pena”.
Dice que se siente mal. Sus palabras cuentan que está golpeado: “La estoy pasando como el orto por lo de Lucas. Cualquiera sale a decir que soy un mala leche. Escuché barbaridades sobre mí”.
Y agregó: “Estoy triste por lo que pasó con Biglia pero más triste estoy por no estar en la Selección. Estaba ilusionado porque fui titular contra Perú y me sentía importante”.
Tan cerca y tan lejos: aquel partido frente al Perú de Ricardo Gareca, en La Bombonera, fue el penúltimo oficial de la Selección. Luego llegaría la victoria en la altura de Quito, ante Ecuador, con un Messi colosal y un Papu Gómez sentado en el banco, pero festejando como uno más de los vestidos de celeste y blanco.
La impresión es clara: si Gómez tenía algunas posibilidades de estar en la lista se murieron en ese partido disputado el 13 de mayo, en Bérgamo. Fue un encuentro áspero: hubo nueve amonestados y dos expulsados.
Sin embargo, a pesar del golpe sobre Biglia, Papu no recibió sanción. El mediocampista del Milan, en tanto, fue reemplazado por Riccardo Montolivo.
Ahora, Agüero -quien además confesó que por primera vez en cinco años puede flexionar la rodilla izquierda en su totalidad, tras la operación- demostró que esa brusquedad también repercutió dentro de la Selección. Sampaoli evitó un problema añadido.
Ante Israel, no hay sede definida
El último partido amistoso del seleccionado argentino previo al Mundial Rusia 2018 aún no tiene sede definida. Sí el rival y la fecha: Israel, el 9 de junio.
Desde que se firmaron los contratos del partido con los empresarios israelíes, la sede mutó: se mencionaron Jerusalén, Haifa y Tel Aviv.
En los últimos días, y producto de los 60 muertos y más de 2200 heridos que dejaron las marchas de palestinos en las frontera con el estado judío, se barajó la posibilidad de llevar el partido a Barcelona, ciudad que será el búnker del equipo argentino antes de viajar a territorio ruso.
Sin embargo, hay una certeza: el amistoso se jugará en Israel y formará parte de los festejos por el 70 aniversario de la creación del Estado de Israel.
La ciudad que hospedará el encuentro, sin embargo, aún permanece indefinida. La prensa israelí especula con que será Haifa, y el partido se disputará en el moderno Sammy Ofer Stadium, la casa del Maccabi Haifa.
La explicación que ensayan es la seguridad: llevar a Lionel Messi y compañía a una Jerusalén recalentada por el clima político sería extremadamente costoso. Y, por más que los servicios secretos israelíes están entre los mejores del mundo, también entrañaría sus riesgos.
Sin embargo, el Teddy Stadium de Jerusalén todavía no está del todo descartado. Allí juega el Beitar Jerusalén, que en los últimos días se rebautizó en redes sociales como “Beitar Trump”: una especie de homenaje al presidente de Estados Unidos por su decisión de mudar la embajada de Tel Aviv a Jerusalén.