"Es genial estar donde está pasando, antes de que realmente esté pasando", dice con su estilo enigmático el galés Iain Sinclair en "The Last London", el último de 18 libros que le ha dedicado a la ciudad que lo retiene y lo repele en partes iguales.
La frase resume también a la perfección nuestro desafío como viajeros en la era de Google Maps: descubrir lo que viene antes de que se arruine por la invasión de turistas como nosotros.
Todos caminamos algo desesperados con el deseo ávido de ver lo original o auténtico que será la esencia de nuestro relato al regreso del viaje.
Aclaremos. Mucho antes de poner un pie en la capital británica, tuvimos que elegir qué Londres queremos visitar. Debutantes o reincidentes.
Primero estará el Londres primordial (monumentos, hitos de la realeza, íconos arquitectónicos y culturales). Ese será el marco de referencia. Pero, enseguida, debemos tener lista la segunda capa, una que recorte exactamente nuestros deseos genuinos.
¿Fiebre por los "royals", sus bodas, sus biografías vistas en Netflix, sus herederos y palacios ? Hay tours a la medida y valdrá la pena visitar Windsor, a media hora de Londres en tren. ¿Estamos en la cacería elusiva de lo "trendy", de las novedades que nos certifiquen como "cool hunters" de ley? Mejor darse una vuelta por Shoreditch y Hoxton, en el viejo East End que es como decir Palermo Viejo y aledaños, donde encontraremos los mercados, las tiendas independientes y a todos los hipsters -esos "bohemios con prepaga"- con aspecto paradójicamente uniforme en todo el mundo.
El recorte que hagamos en nuestra visita podrá ser el Londres de los Beatles cruzando Abbey Road, la búsqueda de vestigios del punk de los 80, la suntuosidad perfumada de las grandes tiendas tradicionales como Harrods, Selfridges, Harvey Nichols, Liberty o Fortnum & Mason donde, pese a los precios estratosféricos, siempre hay una chuchería al alcance de todos los bolsillos como para sentir la experiencia de la compra.
Y luego está el tironeo permanente por las calles comerciales, “las high streets”, Oxford, Regent , Jermyn, King's St., Bondstreet y Mayfair o Knightsbridge, que nos ponen en un modo de escaneo frenético de ofertas y cálculos de conversión libra-pesos.
En el fondo de la conciencia algo nos repite: hay que ir al British Museum, o al Victoria & Albert para ver todo el diseño del mundo; o la Tate Modern, esa usina (la Bankside Power Station ) convertida en museo contemporáneo junto al Támesis con espacios internos monumentales.
Otros recorrerán cautivados los parques y los jardines botánicos (hay varios) cuya meca es Kew Gardens, el Real Jardín Botánico de Kew con invernaderos majestuosos y ¡120 hectáreas! de plantas llegadas desde todo el mundo para explorar.
Para un vistazo general de la ciudad siempre están bien los micros del sistema hop-on hop-off, pero también nos podemos subir al bus 159 que parte de Oxford Street y recorre buena parte de las principales atracciones de esta ciudad con solo usar la Sube londinense (Oyster card).
La Londres del Brexit está sumergida en una inquietud que puede sonar excesiva para los parámetros argentinos de volatilidad económica, pero nos beneficia con un libra algo depreciada y combos o gangas de comerciantes temerosos del futuro. Para palpar el pulso cambiante de la ciudad vale la pena explorar con cuidado el East End, una zona que antes se consideraba poco atractiva y es lo opuesto del coqueto West End, donde vive la elite y se agolpan los teatros.
"Hay que deambular sin gps por este Londres caleidoscópico. Él nos revelará algo de lo que somos."
Está pegado a la City bursátil, pero los barrios de Hoxton y Shoreditch, albergaban fábricas y eran el hogar de pequeños artesanos.
Para conocerlos hay que enfilar por Redchurch St. y seguir hasta Brick Lane (donde se hacían ladrillos). Un domingo, mejor. Desde hace unos 15 años comenzaron a proliferar aquí mercados al aire libre, tiendas independientes, restaurantes de autor, cervecerías artesanales (muchas), espacios colectivos donde trabajan artistas y creativos o diseñadores y los mejores graffitis de la ciudad. De Banksy a nombres ignotos. El panorama cambia constantemente y siempre sorprende con su mezcla de denuncia política e ingenio.
Vale hacer una parada en la pequeña Bagel Bake (159 de Brick Lane), una panadería abierta 24 horas. Cero instalaciones, todo el perfume. Y donde se compran -dicen- las mejores bagels de Londres ¡calientes!
Hay que visitar también Boxpark, el shopping hecho de containers alineados y apilados en dos pisos junto a la vías del subte elevado. Arriba comida, abajo diseño. Y luego adentrarse en los mercados de comida étnica, de flores (como el dominical Columbia Road Flower Market donde estallan los colores) y los de antigüedades o ropa que desplazaron a recorridos saturados como Camdem Town o Notting Hill, efervescentes 20 años atrás.
En Hoxton, encontramos el restaurante Fifteen del popular chef televisivo, Jamie Oliver, con su estudiada informalidad y su mesa comunal; o podemos visitar una galería de arte como la Victoria Miró (www.victoria-miro.com), instalada en edificios industriales recuperados, pero con propuestas que le disputan la vanguardia a la coqueta Saatchi Gallery (www.saatchigallery.com ) de Chelsea.
También se puede entrar a comer un brunch, o sólo a curiosear, en el Café-panadería-almacén Albion, pionero en la zona.
Amplio abanico de posibilidades en hotelería
Para alojarse, el abanico es amplio, pero un referente singular de Shoreditch es el hotel de la cadena holandesa CitizenM (6 Holywell Lane) que tiene todos los ingredientes: buen diseño, wi-fi, cuartos compactos pero ultramodernos con iluminación adaptable al estado de ánimo y espacios públicos como living y cafetería, la fantasía de cualquier millennial.
Iain Sinclair se lamenta de que el barrio haya perdido ya algo de su bohemia, pero avisa que la movida sigue ahora hacia el norte, en Haggerston, otra zona industrial reconvertida aunque todavía más residencial; o, hacia el Este, en la vecindad del Victoria Park, donde se puede disfrutar de lugares como la East London Liquor Company, una de las nuevas destilerías de gin, "la" bebida de moda en estos días (221 Grove Rd, London).