Quien no fue mujer ni trabajador piensa que el de ayer fue un tiempo mejor…
María Elena Walsh
El malhumor del tipo (48-50 años) era evidente. Debía comprar el último libro del año que le habían encargado a su hijo en la escuela y, mientras yo se lo buscaba (expectativa), le anunciaba el precio (escándalo), lo envolvía (impaciencia) y lo cobraba (sufrimiento), el hombre me usó para lanzar una catarata de quejas y quejas que yo no estaba muy seguro de tener ganas de tolerar.
¡Qué barbaridad! Estos docentes siguen pidiendo libros como si los pibes leyeran algo.
En realidad, los 'guachos' ya no leen nada… están todo el día con el tiqui tiqui del celular... ¡Tienen una ortografía espantosa! ¡No saben hablar! ¡No comprenden lo que leen! Y yo me tengo que gastar ahora este dinero… Usted es docente, ¿verdad? ¿me puede explicar para qué? Antes en la escuela aprendíamos, leíamos, no como ahora que salen igual de burros que como entraron… ¿Qué hacen en la escuela? Los docentes… ¿saben lo que hacen en el curso?
Y así, sin detenerse durante los 3-4 minutos que habrá durado su sesión de terapia. Debería haberle explicado que los docentes no son los culpables de lo que sucede hoy (mundialmente) con la lectura. Debería haberle preguntado sobre qué le gusta leer a él y a la mamá del pibe. Pasando por alto el hecho de que la actitud con la que el papá compra un libro, indefectiblemente es recibida por su hijo con la obvia identificación "libro=problema", decidí recordar todo lo que leíamos por los "dorados" años setenta…
En realidad, demoré muy poquito… En mi escuela ("el Belgrano, de Godoy Cruz"), algunos poemas de Bécquer, Shunko (de Ábalos), Los árboles mueren de pie (Casona), la Cola de la sirena (Roxlo), Mi planta de naranja lima… y se me acabó la memoria… Me pregunté por las lecturas en casa… y me di cuenta que éramos más bien pocos los que leíamos algo en casa (en realidad éramos muchos menos los que asistíamos a la escuela). Y me di cuenta también que la clase de Literatura se limitaba solo a la lectura superficial de la obra (de haber contado con Internet, jamás hubiéramos leído ni siquiera esos escasos libros… y lo más interesante: hubiéramos obtenido un diez). La clase jamás incluyó la reflexión, al análisis crítico ni mucho menos el debate. Eran los años de la dictadura, y claro, la clase de lengua podía transformase en algo peligrosamente sospechoso.
Entonces… ¿de dónde proviene esta extendidísima cantinela que dice que los "chicos de hoy no leen"? ¿de dónde surge eso de que antes se leía mucho y ahora no? ¿Qué investigación seria da cuenta de ello? ¿Por qué hoy el sector "literatura adolescente" en las librerías es uno de los que más espacio ocupa?
Una digresión que me parece fundamental: que se vendan muchos más libros adolescentes que hace 30 años atrás, no significa que se lea más; solo significa que se vende más. Acá ingresamos en una de las aristas más interesantes del fenómeno que estamos viviendo: el del consumismo. Porque sin mucho riesgo de caer en una exageración, podríamos afirmar que "Los juegos del hambre" (Suzanne Collins) -por ejemplo- no es un fenómeno literario, sino un fenómeno de marketing. Ahora bien, quiero dar testimonio público de la diferencia que existe en la universidad entre aquellos alumnos que llegan a nuestras aulas sin haber sostenido jamás un libro entre sus manos de aquellos quienes -aunque sean best sellers adolescentes-, pasaron su adolescencia consumiéndolos: la hondura en la lectura, la riqueza léxica, la capacidad de abstracción y el desarrollo, producción y expresión de ideas, resulta infinitamente superior.
La retracción en el consumo de los argentinos, obviamente ha repercutido en la industria editorial. Muchas editoriales y librerías (sobre todo las pequeñas) están cerrando o posponiendo sus inversiones. El Estado, por su parte, no ha compensado esto invirtiendo en libros para ser distribuidos entre los estudiantes o en las bibliotecas populares. La fotocopia (carísima también) es un recurso que, por algún curioso fenómeno del comportamiento intelectual, no prepara a los jóvenes para los libros que vendrán. En cambio, desde el libro sí podemos fácilmente acceder a las fotocopias.
Nada como padres lectores, nada como mostrar el placer que puede proporcionar la lectura, para habilitar en los chicos el mundo de la lectura… todo lo demás que la escuela proponga, puede ser bueno o muy bueno… pero, sin que haya habido alguien en nuestra historia personal que en silencio nos muestre el ejemplo, la escuela no alcanza.