Con su estilizada figura, el galgo vuela para atrapar conejos y liebres en España, pero al acabar su carrera muchas veces es todavía víctima de maltrato en lugar de recompensa.
Algunos propietarios entrenan a sus galgos atándolos a sus coches “con unas cuerdas largas y los llevan a 60 km/h. Hay animales que terminan destrozados, literalmente arrastrados por el coche”, relata Eduardo Aranyó, coordinador del Partido Animalista (Pacma) de Andalucía. España es uno de los escasos países de la Unión Europea que autoriza la caza con galgos. En Francia, este tipo de caza está prohibida desde 1844.
En España, “hay una profunda diferencia entre la ciudad y la zonas rurales. En Madrid, es muy raro ver un animal abandonado”, explica Silvia Barquero, vicepresidenta de Pacma. “El perro doméstico, es una cosa cariñosa, que cuidas. Pero, para los cazadores, los perros suelen ser un instrumento más para el ejercicio de la caza”, afirman del servicio de protección de la naturaleza de la guardia civil, el Seprona.
Al término de la temporada de caza, de noviembre a febrero, muchos propietarios se deshacen de sus perros. Algunos mueren ahorcados o ahogados. “Cada vez se ven menos ahorcamientos. Pero ahora los matan tirándolos a un pozo o rompiéndoles las patas para que no vuelvan”, dice Vera Thorennar, de “Galgos en Familia”.
Varias asociaciones estiman que cada año se abandona a 150 mil animales, un tercio de ellos galgos. Para las federaciones de criadores de esta raza, las cifras son fruto de una “campaña para desprestigiar” la caza.