Los últimos gringos

Los últimos gringos
Los últimos gringos

Entre los pobladores de la ciudad de San Martín estuvieron aquellos valientes inmigrantes italianos que, como otros tantos de otros sitios del mundo, sin futuro en su tierra natal cruzaron el Atlántico y hallaron otra patria en “l’América”, donde se trataban como si fueran parientes. Uno fue mi nonno, siciliano de Randazzo, que hizo venir a su pequeña familia, siendo contratista hasta adquirir una propiedad con viña.

Llegados a fines de un siglo y principios de otro, todos eran viejos cuando mi padre era joven, y la muerte los iba reclamando. Mi padre contaba algunas anécdotas de los tales, de las que ofrezco un par:

Un día murió uno, y en su entierro un paisano suyo quiso dar un discurso de despedida. Exclamó el nombre del finado, deteniéndose para agregar: “Non contesta”. Y, tras un silencio, volvió a decir el nombre y a repetir el “non contesta”. Entonces uno de los oyentes, sin comprender aquello, gritó: “¡Ma’ come va a contestare! ¿Non vedi che é morto?”.

Otro había ido al velorio de un paisano. Estaba por salir el acompañamiento al cementerio de Buen Orden, a mucha distancia de allí, nadie se ofrecía a llevarlo y, siendo de avanzada edad, él no podía caminar tanto. Fue ante la carroza, se quitó el sombrero y dijo a viva voz: “Franchesco: Ío te saluto con questo capello, ma’ ío al chementero a piedi non che voy. A dopo chi vediamo”. Como buen cristiano esperaba el reencuentro tras la resurrección de la carne y la vida perdurable, como bien se reza en el Credo.

Ricardo Enrique Falanga - DNI 13.553.091

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